En noviembre del año 2022 se continuaron fortaleciendo las relaciones entre las comunidades judías y cristianas por medio de la iniciativa Kishreinu (nuestro vínculo) que se impulsó en Ciudad del Vaticano a través del Congreso Judío Mundial y la Santa Sede, encabezada por su santidad el papa Francisco I.

La iniciativa, de algún modo, es una respuesta del liderazgo judío a la Declaración Nostra Aetate (Nuestro tiempo) del Concilio Vaticano II (1965) que restituyó las relaciones entre las comunidades judías y la Iglesia católica. En aquel momento la Iglesia católica romana declaró que no se podía acusar a todos los judíos del delito de «deicidio» (asesinato de Dios) por el cual se persiguió, encerró, expulsó y asesinó a miembros del colectivo en diferentes partes del mundo; principalmente Europa.

La acusación de pueblo deicida junto a la teología de la sustitución que proclamaba que la Iglesia era el «nuevo Israel», fueron la semilla del antijudaísmo previo a la constitución del término «antisemita», y fue el motivo de injustos agravios contra los judíos, su fe, su literatura, sus creencias y costumbres a lo largo de los años, hasta que evolucionó el odio de un concepto «espiritual» a una caracterización racial, para finalmente adoptar un espíritu político que motivó el exterminio en manos de líderes atroces de la Alemania nazi y sus aliados, como ya fue mencionado.

A partir de ese momento, y con el peso de la responsabilidad que la propia Iglesia se atribuyó ante la respuesta durante el gobierno nazi —donde hubo algunos casos de tibieza, pero en que se cuentan por montones las historias de judíos salvados de las garras del nazismo por parte de sacerdotes de la Iglesia, monjas y personas vinculadas de alguna manera con el catolicismo— tuvo sus recelos con el movimiento que gobernaba Alemania e incluso con la forma de actuar delante de este nefasto liderazgo.

En una serie de reflexiones de la Iglesia con respecto a la Shoah, en infinidad de veces han destacado la importancia de educar contra la atrocidad de los crímenes perpetrados por el nazismo, negando incluso cualquier tipo de vínculo con la moralidad y los valores de amor al prójimo en contrariedad con los principios que el cristianismo enseña, es así como; en palabras de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo:

La Shoah fue obra de un típico régimen neopagano moderno. Su antisemitismo hundía sus raíces fuera del cristianismo y, al tratar de conseguir sus propios fines, no dudó en oponerse a la Iglesia, incluso persiguiendo a sus miembros (Idris, 1998).

Por lo tanto, las acciones del nazismo se pueden intentar justificar en el marco de ideas cristianas, sin embargo, escapa de toda lógica al respecto porque sus acciones van en contra de lo que la Iglesia a lo largo de los años ha promovido, comenzando incluso con San Agustín que, si bien tenía posiciones bastante fuertes contra los judíos, llamaba incluso a protegerlos como futuros «testigos de la crucifixión y resurrección de Jesús». Obviamente esta es una concepción teológica y, como tal, puede ser discutida en otro momento.

Con estas declaraciones de la Iglesia se mostraba un cambio en su forma de relacionarse con las comunidades judías e incluso los últimos cinco papas han sido congruentes en cuanto al fortalecimiento de las relaciones judeocristianas. Sus santidades Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I han hecho importantes labores para que las relaciones se reestablezcan y para que se reflexione sobre los horrores del odio del hombre contra el hombre; en el caso judío, se hace análisis de lo que la Shoah significó para la historia de la humanidad del último siglo.

A las críticas del papa san Juan Pablo II (1920-2005) contra el nazismo, se suman consideraciones del papa emérito Benedicto XVI; recientemente fallecido y de Francisco I quienes, en nuestra era tecnológica, fueron escuchados en diferentes ocasiones pronunciándose en memoria de las víctimas de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. El papa emérito Benedicto XVI dijo en un discurso en el año 2011:

El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, del Dios de Jesucristo y de las personas que creen en Él. El «omnipotente» del que hablaba Adolf Hitler era un ídolo pagano que quería ponerse como sustituto del Dios bíblico, Creador y Padre de todos los hombres. Cuando no se respeta a este Dios único, se pierde también el respeto por la dignidad del hombre. Las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios y el rostro que puede asumir un pueblo en el «no» a ese Dios.

Para Benedicto XVI el recuerdo del nazismo era significativamente importante; al igual que para san Juan Pablo II, porque en el caso de él fue el gobierno de su país el que se convirtió en el actor ejecutor de la solución final contra los judíos, mientras que Juan Pablo II como polaco que fue, sufrió en carne propia la invasión alemana de su territorio e incluso debió tomar decisiones para evitar ser deportado por el gobierno invasor.

El papa Francisco I por su parte siempre ha sido un gran amigo de la comunidad judía de Argentina y con su llegada al Vaticano ha logrado una profundización de sus relaciones con los judíos de todo el mundo; en una alocución en el 2018 con respecto a la Shoah dijo:

El recuerdo de la Shoah y su atroz violencia nunca debe ser olvidado. Más que esto, es una advertencia constante a todos nosotros, para que nos empeñemos en la reconciliación, en la recíproca comprensión y en amor por nuestros hermanos mayores, los judíos. La arrogancia humana expuesta durante la Shoah fue acción de personas que se sintieron dioses, y muestra la aberrante dimensión en la que podemos caer si olvidamos de dónde venimos y hacia dónde vamos.

La declaración de Kishreinu por su parte, reconociendo esa gran labor de la iglesia a lo largo de los años para reparar los puentes dañados de las relaciones con las comunidades judías del mundo, establecieron una serie de pautas o vínculos con los que este enlace se puede fortalecer y trabajar en proyectos comunes. Estas propuestas de la declaración se contemplan aspectos como (mencionados en parte de manera textual):

1- Nuestro vínculo personal: en el cual se habla de la esencia de pueblo judío, no jerarquizado, con infinidad de posiciones, pero que no se puede vivir fuera del colectivo sin ser arrastrado por el entorno, y es en esa vida comunitaria que se puede buscar el dialogo con otros colectivos y reforzar en este caso las relaciones con la iglesia católica.

2- Nuestro vínculo con toda la humanidad: la tradición judía enseña que todos los seres humanos descendemos de una misma simiente, Adán y Eva y por esto todos de algún modo somos hijos de un solo padre. También el judaísmo enseña tres tipos de amor: amor a Dios, amor al prójimo y amor al extraño. Haciendo un llamado al diálogo honesto, abierto y productivo con otros pueblos y tradiciones religiosas solo fortalecerá los lazos comunitarios, mejorando aún más nuestro mandato judío de tikun olam, «reparar el mundo», una práctica con la que hemos estado comprometidos durante casi cuatro milenios.

3- Nuestro vínculo con la Iglesia católica: las tensiones y odios históricos que marcaron las relaciones entre cristianos y judíos se fueron desvaneciendo con la declaración de Nostra Aetate del papa Juan XXIII, marcando el inicio del dialogo entre las partes. Con el Concilio Vaticano II se empezó a pavimentar este camino de relaciones al mencionar a todos como hijos de un mismo padre, Pablo VI dio el paso adelante para que la declaración Nostra Aetate finalmente se firmara, el papa Juan Pablo II marcó la fraternidad entre las comunidades, el papa Benedicto XVI afirmó que «el hecho de que nos comprometamos a caminar juntos por el camino del diálogo, la reconciliación y la cooperación es un motivo para estar agradecidos» y el papa Francisco ha cimentado el marco fraterno del vínculo a través de varias declaraciones y cientos de gestos de buena voluntad hacia los judíos durante su papado hasta el momento, tal como lo está haciendo una vez más al dar la bienvenida a nuestra delegación hoy.

4- Nuestro vínculo con el futuro: hace una serie de declaraciones en cuanto al camino de la convivencia, sin embargo, el último apartado señala su aspecto central y fundamental:

La cooperación es necesaria para que dondequiera que existan comunidades judías y católicas, las relaciones aumenten en calidad; que allí donde haya prejuicios y desconfianza, surgirá el interés por el conocimiento mutuo, para que se produzca el diálogo. Donde existe el diálogo, la amistad crecerá. Donde esté presente la convivencia fraterna, seguirán actividades conjuntas y la santidad de nuestros valores compartidos se manifestará en nuestra vida cotidiana.

5- El complemento judío de Nostra Aetate: en latín Nostra Aetate significa «nuestro tiempo», en hebreo Kishreinu significa «nuestro vínculo», ambas pueden ser vistas como una conjunción del espacio y el tiempo para fortalecer las relaciones entre ambas comunidades.

Este reconocimiento mutuo y trabajo de compromiso, hace pensar que se puede llegar a un mejor tiempo, donde se pueda dejar atrás los elementos del odio destructivo y se pueda construir una relación más cordial y de mutua colaboración, sin lanzar al olvido lo que la historia del odio gestó, pero como una cicatriz que sirva como experiencia para no volver a experimentar nada semejante.

Todo momento es bueno para hacer este llamado y recordatorio, pero a las puertas de una conmemoración como el recuerdo de las víctimas del holocausto marcado así por las Naciones Unidas para cada 27 de enero, más allá del necesario tributo que las almas merecen ante este hecho nefasto, y la honra que la memoria de los sobrevivientes merecen, es oportuno destacar la labor que se está haciendo para convertir todos estos acercamientos en una oportunidad de apartar las sombras del odio con la luz de la convivencia.

Notas

Benedicto XVI. (2011). Discurso del santo padre Benedicto XVI.
Borghesi, M. (s.f.). Lutero, Agustín y los judíos. Mercaba.
Enciclopedia del Holocausto. (s.f.). Las iglesias alemanas y el Estado Nazi.
Idris, E. (1998). Nosotros recordamos: una reflexión sobre a la Shoah. Christian Unity.
UGEI. (2022). Un Consiglio per voi: il recap di noviembre.
WJC. (2022). Kishreinu.
Zenit. (2022). Congreso Judío Mundial lanza «Kishreinu» (Nuestro vínculo): respuesta hebrea al Concilio Vaticano II.