En la Grecia antigua Hipócrates y Galeno fueron los primeros en hablar de que las personas podían tener diferentes tipos de temperamentos que, además de indicar el estado de salud, explicarían sus comportamientos con los demás, cómo comunican y las necesidades emocionales que podían tener.

Aunque ya la psicología de la personalidad ha evolucionado mucho desde entonces, en mi trabajo no encuentro ninguna herramienta tan practica y útil como esta a la hora de explicar cómo son las personas. Por eso doy muchísima formación en el Instituto Internacional de Análisis de la Conducta (IIAC).

Muchas veces, las palabras temperamento, carácter y personalidad se utilizan de forma indiscriminada; sin embargo, son diferentes. El temperamento sería la tendencia «primaria», digamos biológica, mientras que el carácter es adquirido e influido por el ambiente, por cómo nos han educado, lo que hemos aprendido en nuestra vida. La personalidad es la unión de estas dos partes de nosotros, el temperamento más el carácter.

Los temperamentos son cuatro: sanguíneo, colérico, melancólico y flemático. No hay uno mejor que otro, todos tienen defectos y virtudes y todos tenemos cada uno de estos temperamentos, pero en diferentes porcentajes, donde uno siempre predomina más y le llamamos, por eso, el temperamento preferente.

Vamos a ver primero las características de cada uno para ver, finalmente, la utilidad de conocer nuestro temperamento y el de los demás. Y los demás pueden ser sus hijos, su pareja, sus clientes, sus alumnos y un largo etcétera.

Sanguíneo

El sanguíneo es alegre, afectuoso, con una actitud positiva, optimista, le encanta el contacto físico con la gente. Es ese novio efusivo, un alumno siempre sonriente, un hijo que te abraza y pide siempre cariñitos. Sin embargo, tiene un fuerte ego, a veces le falta algo de formalidad al ser tan cercano y demasiado extrovertido.

Colérico

El colérico es muy ambicioso, muy trabajador, suele tener un puesto de mucha responsabilidad. Es un líder nato. Trabaja por objetivos y el logro. Es un novio al que le encanta hacer planes contigo pues es una persona muy activa. Eso sí, lo que decide él, porque suelen ser muy mandones y dominantes. Es un niño o niña al que le encanta la actividad física y le gusta apuntarse a mil actividades. Suele ser una persona fría, un novio o novia que no demuestra su amor en público. Da por hecho que os queréis. No le gustan los sentimentalismos al ser una persona muy práctica. Es rencoroso y puede ser muy duro porque se enciende fácilmente y dice lo que piensa.

Melancólico

Son soñadores, inteligentes, introvertidos y muy volubles. Un día quedas y te da un beso y otro te trata con indiferencia. Sin embargo, es un novio muy observador: si ve que tienes frio, no dice nada, calladito te pone una manta encima, porque es muy detallista. Es un alumno al que le encanta el arte y la estética. Su defecto es que se subestima de continuo, es muy perfeccionista y se critica continuamente. Es ese novio o novia que nunca se siente a la altura y por eso es muy celoso.

Flemático

Es una persona tranquila con la cual se convive muy fácilmente. Muy conciliador, siempre tiene una buena palabra para todos. La vida para el flemático es algo feliz y por eso son personas que casi nunca pierden la compostura ni se enfadan con frecuencia. Sin embargo, es ese novio que nunca toma la iniciativa es muy pasivo, «¿Dónde vamos?», «decide tú, a mí me da igual». Le falta motivación, hace las cosas a su tiempo.

Como pueden entender es importantísimo conocer todos estos puntos de mejoras, todas estas virtudes y necesidades que tiene cada uno.

Vamos a ver algunos ejemplos prácticos para que puedan analizarlos ustedes mismos y trasladarlos a su vida personal y profesional.

Imagínense en la vida amorosa; un flemático lo pasaría muy mal con un colérico si no entiende que el colérico quiere todo para antes de ayer, mientras que el flemático va a su ritmo. El colérico es puro fuego, actividad y al flemático le encanta estar en el sofá. O un sanguíneo con un melancólico, si no entienden de verdad las necesidades de cada uno. El melancólico ve la alegría del sanguíneo como algo superficial y, a veces, al ser celoso, puede malinterpretar que el sanguíneo habla con todo el mundo. Uno ve el vaso medio lleno y uno medio vacío.

Pero imagínense, a la hora de vender no pueden presentar su producto o su idea o su proyecto de igual manera a un sanguíneo que a un melancólico. Al sanguíneo le gusta hablar, le gusta que le expliquen las emociones que puede experimentar con su producto; el melancólico, al ser extremadamente analítico, necesita ver los pro y contra, es un cliente que ya se ha informado mucho previamente sobre el producto y necesita más datos.

Y, si son padres, es de vital importancia saber qué temperamento tienen sus hijos. Imagínense un padre colérico con un hijo melancólico, si no entiende que a su hijo no le gustan los deportes y las actividades al aire libre como a él, pero que le gusta el arte, el teatro, la música. Y, más que nunca, en la infancia hay que potenciar una educación basada en el temperamento.