Separado de la región de Ática desde 1893 por el canal de Corinto, pero unido a esta por el Istmo del mismo nombre, se encuentra la montañosa península del Peloponeso.

Esta región esconde, en mi opinión, algunos de los pueblos más bonitos y pintorescos de la Grecia peninsular y, probablemente, también en mi opinión, la más variada y rica gastronomía del país, además de albergar algunos de los yacimientos más importantes del mundo o las ciudades con más historia de nuestra civilización.

La península está dividida a su vez en siete provincias, siendo las principales, por razones varias, Arcadia, Argólida, Corinto, Mesenia y Laconia. Conozcamos algunos detalles comestibles de algunas de ellas.

Mesenia

De una indiscutible riqueza agrícola basada en el cultivo de tipo mediterráneo, obtiene algunos de los tesoros que son insignia del país y que sirven de base a la economía, pues productos como el aceite o las aceitunas de Kalamata, abastecen no solo al país, sino que se exportan y, hoy en día, no resulta imposible encontrar su aceite en lugares remotos del mundo.

Y es que, si por algo es conocido el Peloponeso, gastronómicamente hablando, es por sus aceitunas, concretamente por la variedad Kalamón y por el aceite de oliva que se extrae de las mismas.

Esta variedad recibe su nombre por la ciudad más importante, Kalamata, de la región en la que se cultivan, Mesenia. Sus aceitunas cuentan con denominación de origen protegida y es al aceite de estas tierras al que Homero ser refería cuando hablaba del «oro líquido», considerado como uno de los mejores del mundo.

Otro de los productos de los que en esta región puede alardear desde la Antigüedad es por sus vinos, elaborados a base de varietales autóctonas como la conocida Assyrtiko, Roditis o Fileri.

Y aquí no queda la cosa. Es productora de los vegetales más «limpios» del país; quesos, entre los que destaca el Talangani; mieles, embutidos (de «obligada visita» el Syglino), las Loukanika con naranja o puerro o los Diples en Navidad... o no necesariamente en Navidad. Y esto es solo un ligero abrir de boca para todo lo que tiene que ofrecernos esta región.

Sin duda alguna, Mesenia es uno de los puntos calientes de la gastronomía griega y destino gastronómico de aquellos que quieran sumergirse en las entrañas de la cocina griega y todo lo que la envuelve.

Laconia

De menor tamaño y menos conocida por su nombre, sí lo es en cambio por algunas de las localizaciones que incluye: Monemvasía, Esparta o Mistrá, última capital del Imperio Bizantino. Nos referimos la región de Laconia, ubicada a los pies de la península del Peloponeso.

Pero si gastronómicamente tuviera que destacar algún área en particular de esta región, sin duda, elegiría Mani. Un área con identidad propia y donde se producen algunas de las materias primas y alimentos más sanos y deliciosos que son base de la cultura culinaria del país.

Si pasan por aquí no pueden perderse algunas de sus elaboraciones estrella como el Kagiana (una especie de revuelto con tomate, queso mizithra local y huevos); las Hilopites, una tradicional variedad de pasta en Grecia; los Lalangia, conocidos como los «churros griegos»; sus dulces elaborados a base de su deliciosa miel de romero, y también aquí el Syglino (para competir con la región vecina).

Visitar Mani y probar todo lo que gastronómicamente ofrece, supone una auténtica inmersión en el conocimiento de la cultura (culinaria) del país, pues es una de las zonas en las que siguen (en su mayoría) cumpliendo con algunos de los pilares básicos del ideal culinario griego: consumir productos locales y de temporada, sencillez en las elaboraciones y un alto consumo de vegetales y aceite de oliva.

Arcadia o Arkadia

Por último, nos iremos a Arcadia, con capital de región en Trípoli, que es el puro corazón del Peloponeso. Y, como es habitual en el país, no nos sorprende que su nombre esté relacionado con la mitología por dos razones: por un lado, por ser la región hogar del dios Pan y, por otro, por Arcas, el héroe de los arcadios.

Arcadia esconde algunos de los pueblos más bonitos de esta península y algunos de mis lugares favoritos. Arcadia es naturaleza, casas de piedra, frío y calidez al mismo tiempo y, sin duda, (al menos para mí) equivalente de paz, de introspección y de encontrar la tranquilidad que frecuentemente nos quita la vida en la ciudad.

Pero si hablamos de comida, Arcadia también es un viaje al pasado, a la tradición y a los sabores puros.

Encontrarán carnes de cordero, sobre todo, con un sabor excepcional y al que no estamos acostumbrados, vegetales cuyo sabor y olor hacen honor a su nombre, pastas tradicionales elaboradas de forma artesanal, hornos de leña de los que salen panes de obligado consumo, dulces como la Moustalevriá o las gallegas Ergolavi, que nos transportan al pasado con su vetusta combinación de miel y canela.

Pero, no tengo ninguna duda a la hora de elegir mi favorita de la región: la berenjena; en concreto, la variedad que crece en la pequeña zona de Tsakionia, que cuenta con denominación de origen protegida y cuenta con su propio festival, el Melitzazz, que se celebra cada julio en el pequeño y acogedor pueblo de Leonidio.

Nos faltaría tiempo y espacio para hablar de todas las maravillas (y secretos) gastronómicos (y turísticos) que acoge el Peloponeso. Aunque, obviamente, la mejor opción es visitarlo, disfrutarlo; perderse en alguno de sus pintorescos pueblos, entres sus casitas de piedra y chimeneas, con sus lluvias de julio y pasar el tiempo en sus tabernas, en las viejas, en las que son mayores que nosotros, en las de toda la vida, en las que encarnan tradición y comfort food, en su más puro sentido y significado.