Tengo el agrado y el privilegio de tener amigos de todas partes del mundo con quienes, a través del correo electrónico, me informo, dialogo y aprendo acerca de diversos temas. Mis amigos son académicos de muy buen nivel, son periodistas, escritores e historiadores, algunos dominan alguna lengua árabe y el hebreo; cuento también con un amigo israelí. Todos ellos me hacen reflexionar y aprender, pues conocen muy de cerca el tema de los conflictos de medio oriente.

En especial conocen bien el conflicto palestino israelí, materia de la que trato de estar al día e intento aportar algo de manera constructiva. Un reciente diálogo entre amigos, uno italiano, Roberto; otro israelí, Iosef, y un chileno que vive en Serbia, Mario, aporta diversas miradas al tema del conflicto palestino israelí. Lo cierto es que lo que en ese diálogo aparecería como contradictorio y hasta «opuesto» a mí se me viene como «complementario» y combinable. Por otra parte, estimo que en esos diálogos ha faltado algún tipo de información que es indispensable para apreciar este conflicto en su contexto, tanto desde lejos como lo estamos algunos, Roberto, Mario y yo, como de cerca, que es el caso de Iosef.

Algunos aspectos esenciales del conflicto

Para mejor comprensión del lector haré un punteo de antecedentes fundamentales para comprender el contexto del conflicto, las responsabilidades acerca del mismo y algo de la nueva situación de medio oriente y sus perspectivas más clarificadas a partir de septiembre de 2020:

1.- Los antecedentes históricos nos señalan que el pueblo judío tuvo autonomía desde hace 2,100 años, en los reinos de Judea e Israel, de donde hubo de exiliarse tras perder tres guerras intestinas con el Imperio Romano. A partir de la derrota de los judíos, los romanos denominaron a dicho territorio como «Palestina», nombre que aún mantiene. Además, dadas sus tradiciones, su presencia poblacional, su religión, su cultura, sus libros sagrados, dicho pueblo tiene un enorme vínculo emocional y espiritual con este territorio.

2.- Razón tiene Iosef cuando señala que nunca ha habido un «pueblo palestino», pero razón tiene Roberto cuando señala que quienes han habitado en esas tierras tienen sus derechos, su arraigo, sus familias… Los vínculos de estos con ese «terruño» existen sin duda alguna y tienen legitimidad. Cierto que ningún país hasta recién en 1922, ha tenido soberanía sobre esas tierras, sino que han sido dominios o administraciones de diversos Imperios. En los últimos siglos estuvo, primero, bajo el Imperio Otomano, luego, desde 1920, bajo el Imperio Británico a través del «Mandato» que le otorgó la Liga de las Naciones. Recién en 1922 parte de la Palestina tuvo la soberanía de un país, Jordania (originalmente Transjordania); en 1948 se agrega Israel, quedando solo la zona de Judea Samaria o Cisjordania sin soberanía de país alguno, ocupada fundamentalmente por pueblos y ciudades de mayoría árabe a la espera de que se constituya un país árabe autónomo. Esa ha sido la situación respecto a soberanía y administración del territorio denominado «Palestina».

3.- Debe hacerse notar que los habitantes de esas tierras se han denominado «palestinos» a sí mismos y con ese nombre se han conocido hace ya bastante tiempo. Por ende, tanto árabes como judíos, cristianos y el resto poblacional han sido llamados «palestinos» y han habitado allí, a veces por cientos de años. Quienes han inmigrado más recientemente, a partir del siglo XX, básicamente, han sido principalmente judíos que, junto con quienes han vivido y viven en ese territorio, tienen su arraigo y su derecho a vivir en paz, más allá de los nombres y de otros detalles históricos.

4.- Desde su exilio, el pueblo judío durante los últimos 1,800 o 2,000 años ha sido maltratado, discriminado, expulsado, asesinado, principalmente por parte de la Europa cristianizada y, eventualmente, en algunos califatos durante el Imperio Musulmán. Esto último en mucha menor medida. Esa judeofobia se vincula a la acusación que se le hizo a «los judíos de todos los tiempos», de ser «deicidas», es decir, de haber asesinado al «Hijo de Dios». La culminación de esa judeofobia es el intento de genocidio por parte de los nazis, que no logra su total objetivo gracias a la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. La judeofobia es un fenómeno vinculado a la estupidez humana que tiende a alimentarse de creencias, mitos, prejuicios por los que no se acepta relacionarse de forma respetuosa con aquellos que son diferentes.

Por supuesto que el pueblo judío es solo uno más dentro de una larga lista de pueblos, grupos humanos y minorías que, por ser diferentes, suelen generar violencias de parte de quienes suelen sentir y creer que «tienen la verdad» y que han de ser discriminados y hasta eliminados por ser peligrosos. Las distintas fobias en torno a quienes eligen opciones de género diferentes, o tienen otro color de piel, o un distinto modo de pensar o de creer, nacen de una actitud de exclusión, de desconfianza y hasta de temor a lo diverso. De allí suele surgir el tratar de «eliminar» lo que parece «peligroso, incorrecto e inaceptable». Se inventan estereotipos, en este caso del judío, que pasan a ser diabólicos, mal intencionados, culpables de cualquier cosa, «chivos expiatorios»… Pasa lo mismo con «los gitanos», con «los homosexuales», «los negros» y así sucesivamente. La pregunta es si podremos llegar a superar ese tipo de conductas en nuestras relaciones algún día.

En este artículo se muestra una parte de estos fenómenos de exclusión violenta, incluyendo los increíblemente numerosos intentos de genocidio, sin mencionar el intento de la Alemania nazi.

Quisiera recordar respecto a este tema, un libro satírico de ficción (aunque quizás no sea de tanta ficción), Del todo y de todo. Relatos de Balcebú a su nieto, que nos hace reflexionar: su autor es G. Gurdjieff. En la página 101 de la edición de Hachette, Balcebú explica a su nieto, durante un viaje interestelar, acerca del «psiquismo de esos seres tri-cerebrales, bípedos, del planeta Tierra» que, entre sus particularidades, tiene la de hacer de ese desafortunado planeta, en todo el Universo, el único donde se efectúa el terrible «proceso de destrucción mutua» o, como se dice también allá, «la guerra». Además de esa propiedad principal de su psiquismo, se cristalizan, en cada uno de ellos hasta volverse partes integrantes de su presencia, funciones que existen allá con los nombres de «egoísmo», «amor propio», «vanidad», «orgullo», «presunción», «credulidad», «sugestibilidad» y muchas otras no menos anormales e indignas para la esencia de un ser tri-cerebral cualquiera. La más temible para ellos es la que lleva el nombre de «sugestibilidad».

5.- Ante la judeofobia continua y generalizada, (denominada a veces «antisemitismo»), surge, a fines del siglo XIX un movimiento político, laico, que pretende solucionar políticamente este tipo de tragedias para el pueblo judío, con la posibilidad de disponer de un país autónomo, un Hogar Nacional Judío, en el lugar donde desde siempre ese pueblo ha tenido sus vínculos históricos, espirituales, poblacionales, anímicos. Ese lugar es la mencionada Palestina. Ese movimiento político se denominó «sionismo», vinculándolo con el monte Sion de dicha región. Es un movimiento democrático, integrador, respetuoso de las minorías y de toda manifestación mental y cultural. Solamente pretende solucionar o paliar el tema del antisemitismo o judeofobia por la vía de amparar y proteger al pueblo judío.

6.- A través de compra de tierras, gracias al aporte de algunos judíos de fortuna y al lobby ante las potencias dominantes, el sionismo trató de conseguir un Estado autónomo, el que recién se pudo concretar en 1948 al crearse el Estado de Israel. De no haber existido el antisemitismo o la judeofobia, seguramente no habría sido necesario crearlo, dado que el pueblo judío habría podido convivir sin problemas con el resto del mundo. Pero durante casi 2,000 años no fue posible que lo aceptaran, al menos en la Europa cristiana.

7.- Tanto durante el Imperio Otomano como durante el mandato británico hubo continua inmigración judía a Palestina, la que convivió tranquilamente con la población del lugar, en su mayoría árabe. Pero también hubo diversas situaciones de ataques violentos hacia los judíos que allí se instalaban, no haciéndose esperar respuestas similares de parte de estos. Es importante tener en cuenta que la cantidad total de población en la denominada Palestina, de acuerdo con el censo de 1945 que realizó la autoridad británica, era de 1,800,000 habitantes con un 60% árabe y un 31% judío. Sin duda era un área de escasa densidad poblacional, donde todos podían y aún pueden convivir.

8.- Al momento de buscar responsables por el actual conflicto, como lo pretenden en su diálogo mis amigos, suele olvidarse al Imperio Británico que incumplió el mandato que, en 1920, recibió de parte de la Liga de las Naciones. Dicho mandato sobre el territorio de Palestina era un documento en el que se recordaba al Reino Unido sus responsabilidades y obligaciones respecto a la administración de la zona, incluyendo «asegurar el establecimiento de un hogar nacional judío» y «salvaguardar los derechos civiles y religiosos de todos los habitantes de Palestina». El documento que definía las obligaciones británicas mencionaba el texto de la Declaración Balfour, uno de los importantes logros del movimiento sionista, antecedente utilizado por la Liga de Naciones al encargarles a los británicos el establecimiento del hogar nacional judío.

9.- Los británicos solo cumplieron con sus promesas a la parte árabe: en 1922 el Reino Unido separó la parte oriental del territorio palestino, creando el Emirato de Transjordania, destinando para ello el 76.5% de dicho territorio. De los 120,000 km2 que se entregaron a los británicos para su administración, fueron 92,000 km2 los que destinó para formar el Reino de Transjordania quedando 28,000 km2 de terreno como resto de la denominada Palestina. Es decir, los británicos no ayudaron a formar ningún estado judío en el 23.5 % del territorio restante.

10.- Quienes, desde sus deseos, a veces muy bien intencionados, señalan que «debería existir un solo país donde coexistan musulmanes, cristianos, judíos y otros», desconocen la historia de ese mismo lugar y la de medio oriente. La tendencia a rechazar lo diferente en algunos grupos humanos violentos suele ser muy fuerte. Las diversas guerras civiles en medio oriente, Líbano, Yemen, Siria, Gaza, por solo mencionar algunas, hacen que esa idea de compartir un solo país sea una utopía no viable en esa zona.

11.- De acuerdo con lo señalado en el punto anterior, si bien buena parte de la población árabe de la zona al este del Jordán (en el territorio que quedó fuera de Transjordania) convivía sin problema con la minoría judía, también había otra parte aparentemente muy minoritaria de dicha población que se oponía a la inmigración judía a la zona y los atacaba. Tanto fue así que, en 1936, la Corona británica nombra una comisión para investigar las causas de los disturbios en el Mandato británico de Palestina: es la denominada Comisión Peel. El 7 de julio de 1937, la comisión publicó un informe en el que, por primera vez, declaró que el mandato se había convertido en inviable y recomendó la partición, la formación de un estado con mayoría árabe y otro judío.

12.- Los británicos no siguieron el consejo de la Comisión Peel y no formaron el estado judío, solo formaron el de Transjordania, que era el estado árabe prometido. Los británicos quedaban, así, en deuda con el pueblo judío. Ese hecho fue especialmente grave ya que, durante la década de los 30 y principios de los 40, surgió un período donde la judeofobia nazi asesinaba a millones de judíos en Europa. Por eso, cuando se trata de fijar responsabilidades en este conflicto no parece adecuado dejar de lado a los británicos. Quizás, los mayores responsables del conflicto.

13.- En 1947, una comisión de la ONU recomienda la partición del territorio que quedaba de la Palestina original en dos estados, uno árabe y otro judío. La Asamblea de la ONU, por Resolución 181, aceptó dicha partición y en mayo de 1948 nace legítimamente el estado de Israel, el «Hogar Nacional Judío», único país del planeta con la misión de amparar al pueblo judío. Los países árabes no aceptan la existencia de dicho estado y, a pocos días de su formación, le declaran la guerra, invaden Palestina y lo atacan para hacerlo desaparecer.

14.- El «estado de guerra contra Israel» se ha mantenido hasta ahora, pero, después de los tratados de paz con Jordania, Egipto y, últimamente, en septiembre 2020 con Emiratos Árabes Unidos y con Bahréin, puede decirse que ya no se puede hablar de un «conflicto árabe israelí».

El «estado de guerra contra Israel» está circunscripto actualmente solo a organizaciones terroristas, como Hamas que gobierna Gaza, Hisbullá que, de hecho, gobierna Líbano y Siria, todos ellos amparados y financiados por Irán y los dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Cisjordania (Judea Samaria), que pretenden hasta ahora mantener el statu quo para poder seguir victimándose a fin de seguir recibiendo dineros desde el exterior de organizaciones ideológicamente vinculadas con ellos.

15.- Israel, durante los últimos 72 años transcurridos desde su nacimiento, ha estado sujeto a constantes agresiones a las que ha reaccionado defensivamente repeliéndolas. Tiene soberanía sobre 21,000 km2, alrededor de 9 millones de habitantes y ha logrado desarrollar un país con alta capacidad tecnológica, social, económica y cultural. Estas características les han permitido a los israelíes poder subsistir adecuadamente con un alto nivel de seguridad interna al estado de guerra que han debido soportar.

16.- La pregunta que nos debemos hacer es: ¿qué hubiese ocurrido si Israel hubiese nacido durante el Imperio Británico, si este hubiese cumplido con los compromisos que tenía ante la Liga de Naciones de acuerdo con el mandato que se le otorgó? ¿Habría habido holocausto o, a lo menos, sus efectos habrían sido menores? ¿Cómo sería la geopolítica de medio oriente? Desafortunadamente, esas preguntas no tienen respuesta.

17.- Tengo una visión diferente a las de Iosef y de Roberto respecto a la responsabilidad de «los palestinos». Creo que hay que diferenciar al pueblo palestino de sus dirigentes. El pueblo palestino es una víctima de sus dirigentes, víctima de organizaciones fundamentalistas que jamás aceptaron la coexistencia con los judíos. Árabes y judíos en gran mayoría convivieron armónica y pacíficamente en esa zona, pero las tendencias a no aceptar el respeto a la diversidad por parte de minorías violentas, especialmente árabes, se impusieron y generaron la necesidad indesmentible de tener dos países, uno de mayoría árabe y otro judía, recomendado como ya lo vimos por diversas comisiones técnicas, situación que aún está vigente si se desea solucionar el conflicto.

18.- Sin duda, hay responsabilidad de los dirigentes árabes y palestinos en este conflicto. Nunca se constituyó un «país árabe palestino autónomo» porque los dirigentes palestinos nunca aceptaron de hecho a Israel, lo que se demuestra en las diversas negociaciones sostenidas donde tratan de imponer «condiciones previas» inaceptables. De ese modo, esos dirigentes han logrado evitar la firma de un tratado de paz y, al estar armados, mantienen secuestrado al pueblo palestino, inculcando a sus jóvenes a través de la educación, una mentalidad de odiosidad hacia los judíos e Israel y un estado de frustración permanente.

19.- No creo (como lo señala Iosef) que Israel no tenga responsabilidad alguna respecto al pueblo palestino. Creo que, actualmente, su principal responsabilidad es tratar de promover y apoyar, con energía y transparencia, la creación de un estado palestino en la zona de Judea Samaria como está previsto en los acuerdos de Oslo. Creo que Israel se ha de sumar positivamente a una esperada y, ahora más posible que nunca, futura acción internacional unilateral, una especie de arbitraje inapelable, para lograr que surja un Estado palestino autónomo, desmilitarizado, con seguridad a cargo de autoridades israelíes y personal combinado, con una economía complementaria y colaborativa mutua respecto a Israel, con apoyo financiero internacional de parte de las grandes potencias y de países árabes. Además del apoyo al bienestar y seguridad del pueblo palestino, debe generarse la absorción, donde sea posible, de los que se hacen denominar «refugiados» amparados por la ONU, ante la indiferencia del mundo. Esto es algo impresentable para la humanidad, que se puede resolver con voluntad política de quienes participen en esa acción unilateral de paz. Israel lo debe hacer no solo por conceptos talmúdicos y éticos, sino también por la salud mental que surge del vivir en paz con sus vecinos cercanos y de liberar recursos para el bienestar de su pueblo y de la humanidad.

20.- Respecto a lo que ocurra con las organizaciones terroristas amparadas por Irán, que dominan por ahora Gaza, Líbano y Siria, esperemos que se debiliten una vez que Israel siga teniendo tratados de paz con el resto del mundo musulmán y árabe, además de que se pueda lograr un tratado de paz con los palestinos. La geopolítica del medio oriente está cambiando para bien si pensamos en un mundo mejor.