Nunca un pesimista descubrió los secretos de las estrellas, ni navegó hacia un país que no estuviera en el mapa, ni abrió un nuevo cielo al espíritu humano.

(Helen Keller)

Que la sociedad humana experimenta una transición acelerada en muchos aspectos medulares es evidente, y que esta transición adopta formas, contenidos y ritmos diversos según sean las distintas civilizaciones, ámbitos geográficos y geopolíticos, es también notorio. En las líneas que siguen intento, a través de la inmensa diversidad de circunstancias, intencionalidades e interpretaciones, identificar los macro-procesos que han marcado la historia universal desde 1940 hasta el presente, y sobre esa base ensayar una prognosis bien fundamentada de los contornos generales de la historia que viene. Lo hago desde una perspectiva pragmática.

I. Apocalípticos, catastrofistas, salvadores y criaturas espiritualmente superiores

Las narrativas sobre el momento actual que enfatizan factores extra- históricos, sobrenaturales o de mundos espirituales internos de las personas, lo hacen desde un ángulo de visión en exceso subjetivista, emocional y sin ofrecer pruebas que puedan someterse a la validación de la experiencia común. Si una persona afirma encontrarse en trance meditativo y que en esa condición visualiza un salto mental cualitativo de la humanidad que la lleva hasta una nueva dimensión, se le puede creer o no, pero ella no esta en condiciones de generar un comportamiento universal a partir de su experiencia subjetiva, por la sencilla razón de que esa experiencia la tiene ella, pero no la tienen muchos otros. En casos extremos tales personas o grupos de personas dirán que su inusual y salvífica experiencia se debe a su mayor desarrollo espiritual, a su más profunda unión con los elementos naturales (agua, fuego, tierra, aire), a que han sido elegidos por algún dios o a que sus almas son viejas y han vivido muchas veces. Con semejantes afirmaciones, abundantes en las redes sociales electrónicas, se cae en la tentación predilecta de los iluminados de todos los tiempos: autoproclamarse más evolucionados que el resto de sus semejantes, y reclamar para sí, en virtud de tan admirable condición, el derecho de imponer su voluntad. Nada de esto es aceptable ni resiste la menor prueba; en semejantes aseveraciones esta ausente, como pensaba Kant, el filtro purificador de la razón, y de la armonía razón-emoción. Y aclaro, cuando utilizo el vocablo «razón» no lo hago en el sentido típico del positivismo cientificista, sino que concibo lo racional como racionalidad Logo-erótica o Logo-afectiva.

A las narrativas apocalípticas y salvadoras del tipo señalado, en su mayoría religiosas, seudo-religiosas o sustitutivas de las religiones institucionalizadas, se unen otras, también apocalípticas, salvadoras y catastrofistas. Este es el caso de personas y grupos de personas que anuncian, desde hace más de doscientos años, el final del capitalismo, y que últimamente predican la realización definitiva de su sueño como resultado del virus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad infecciosa conocida como covid-19.

Permítaseme citar por extenso lo que escribí en esta misma revista el 20 de abril del año en curso:

La otra narrativa de la crisis a la que deseo referirme es la nacida en Europa durante la primavera de 1845, según la cual el capitalismo esta condenado a una desaparición atroz. La catástrofe definitiva de este sistema social fue anunciada, para solo citar algunos ejemplos, hacia finales del siglo XIX coincidiendo con la divulgación de los tomos I, II y III de El Capital» de Marx, y de las Teorías sobre la plusvalía del mismo autor. Se reiteró durante la Primera Guerra Mundial, la Revolución bolchevique, la crisis económica de 1929, la Segunda Guerra Mundial, la crisis financiera de 2008-2009, y ahora con la pandemia. En los casos anteriores la profecía fracasó. Cuando sus seguidores tomaron el poder del Estado y del Gobierno fortalecieron y expandieron el capitalismo que tanto decían aborrecer, llevándolo hasta el extremo de la dictadura política y la represión militar de la población.

¿Qué ocurrirá ahora? Uno de los más recientes exponentes de la profecía es Slavoj Žižek, quien con su acostumbrada, fragmentada e incompleta mezcla de contenidos marxistas, hegelianos, freudianos y lacanianos ha proclamado el final del capitalismo y la «reinvención del comunismo», entendido este como un tipo de «organización internacional que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los estados nacionales cuando sea necesario» (Sopa de Wuhan, p. 27), sobre la base de Estados y Gobiernos controlados por políticos, ideólogos, burócratas y militares. Para Žižek ese comunismo «reinventado» equivale a una dictadura semejante a la que existió en la extinta Unión Soviética pero con más burocracia. En el deforme texto incluido en la obra Sopa de Wuhan, donde abundan los disparates, Žižek hace recaer sus esperanzas mesiánicas en el virus y convierte al SARS- CoV-2 en el sujeto revolucionario de nuestro tiempo; sitial de honor que en esta narrativa del horror no lo ocupan los obreros, ni los estudiantes, ni los pueblos autóctonos y ancestrales, ni el gran líder, ni el revolucionario concebido como «una máquina de matar», sino el covid-19 que esta protagonizando un fenomenal «ataque…contra el sistema capitalista global» (p. 23) y que hace comprender que «necesitamos una catastrofe» (p. 24) para volver.

En 175 años la profecía del final del capitalismo nunca había alcanzado el grado de absurdidad que ha logrado en el galimatías de Slavoj Žižek. Resulta que ahora la desaparición de este sistema no se asocia a la Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, como ocurría en anteriores versiones proféticas, sino que depende de la propagación exponencial del virus y de la mortandad que origina. El covid-19 ocupa el lugar de dios; la catástrofe sanitaria, económica y social es el resultado de su ira divina, y unos pocos seguidores, Žižek entre ellos, han sido elegidos en el altar del SARS- CoV-2 para comprender la despiadada eficacia revolucionaria del virus. ¿Es esto serio? No. Es un malabarismo mental y una bufonada que disfrazándose de academia y de ciencia resulta tan alucinante como los relatos de quienes dicen que en estos tiempos estamos presenciando la invasión extraterrestre proveniente del planeta UMMO, diseñada y ejecutada por la civilización ummita mucho antes de que aparecieran los denisovanos, neandertales y sapiens…

(Narrativas sobre la crisis: son los imperios estúpido)

II. ¿Por qué fracasa el catastrofismo anticapitalista?

El fracaso de los pronósticos catastrofistas respecto al sistema social capitalista se origina en cinco causas: primera, cuando los anti-capitalistas toman el poder del Estado y del gobierno lo que crean es más capitalismo; segunda, un análisis incompleto y errado en varios de sus contenidos respecto a las dinámicas estructurales del capitalismo; tercera, reducir este sistema a solo mercado, consumo y dinero cuando es evidente que incluye otras instancias de naturaleza jurídica, social, política y cultural; cuarta, no tomar en cuenta la capacidad tecnológica de este sistema (o de cualquier otro) para transformar las formas de convivencia; y quinta, la vocación despótica, militarista y dictatorial de las ideologías que añoran calamidades, mortandades y desastres de todo tipo como antesala a la desaparición del sistema. Debido a estas causas el resultado histórico obtenido por los movimientos anticapitalistas, del signo ideológico que sean, es una de las más grandes paradojas de que se tenga noticia: el espíritu anticapitalista ha creado capitalismo por doquier.

Ciertamente el capitalismo, en cualquiera de sus formas, no es eterno. Llegará el día cuando desaparezca y se convierta en fósil de la arqueología social, pero a diferencia de las ideologías que propician constantes odios, penurias y tragedias como antesala de su soñado Paraíso Terrenal, estimo que no existe evidencia experimental de que en este momento el capitalismo esté amenazado por la desaparición; ocurre exactamente lo contrario, lo que se observa es una nueva y muy compleja transformación del sistema social capitalista, que ahora agrega a sus dinámicas de reproducción social contenidos ecológicos, de progresividad de los derechos humanos, irrupción ciudadana en la gestión política institucional, inclusión social, autogestión, comunidades humanas en Marte y la Luna; intensificación del impacto de la ciencia y la tecnología en los sistemas productivos, de distribución, consumo, y en la vida cotidiana de las personas, y enlaces entre los aspectos físicos, digitales y biológicos de la interacciones globales. Estamos en presencia de una transición del capitalismo hacia más capitalismo, y esto con el apoyo entusiasta de quienes dicen ser sus adversarios. No se observa la negación del capitalismo por ningún lado, sino su innovación y reproducción ampliada en cualquiera de sus formas, sea como capitalismo liberal, capitalismo ecológico, capitalismo dictatorial, capitalismo digital, capitalismo de Estado, capitalismo de amiguismos, capitalismo de intereses sectoriales, capitalismo tecnológico, anarco-capitalismo u otros. Constatar este hecho no tiene nada que ver con tristeza o alegría, se trata de una mera descripción de lo que existe.

III. Dos cambios de época

En todas las épocas existen cambios, pero tan sólo en algunos períodos históricos se produce un cambio de la época como tal. Entre los años 1940 y 1990 se produjeron dos cambios de época, el primero corresponde a la Segunda Guerra Mundial que concluyó en la creación de un orden de relaciones internacionales marcado por la existencia de dos bloques socio- económicos, políticos, militares e ideológicos, cuyos intereses y objetivos no sólo eran disímiles sino también mutuamente excluyentes. De un lado se situaba el denominado bloque socialista (Consejo de Ayuda Mutua Económica, Pacto de Varsovia, Movimiento Comunista Internacional) y del otro el bloque capitalista (Europa Occidental, Estados Unidos, sistema financiero internacional, movimientos políticos socialdemócratas, democristianos y liberales). El llamado campo socialista era en realidad un tipo de capitalismo de Estado Dictatorial o autoritario con algunas especificidades en la URSS, Polonia, Checoslovaquia y otros países de su esfera de influencia, mientras que el bloque capitalista lo era de varios tipos de capitalismo marcados por la influencia de las tradiciones liberales sin excluir capitalismos dictatoriales. La contradicción principal de aquella época no era, entonces, entre capitalismo y socialismo, sino entre tipos diferenciados de capitalismos, unos liberales y otros autoritarios, a los cuales subyacían los intereses de los imperios principales (EEUU-URSS). Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se inauguró, para todos los efectos prácticos, el sistema de contradicciones entre los bloques señalados, y sobre la base de ese sistema de contradicciones nació una inmensa superestructura de creencias ideológicas y políticas, de pautas de comportamiento cultural y societal, y de organizaciones internacionales (la más importante de las cuales fue la Organización de las Naciones Unidas) que enmarcaron la vida de los seres humanos. Fueron estas estructuras de encuadramiento superestructural las que dieron sentido histórico a las sociedades y a las personas durante casi cincuenta años.

Entre los años 1980 y 1990, luego de acumularse un número relevante de cambios históricos parciales, se produjo el segundo cambio de época del período referido (1940-1990), mismo que resolvió las contradicciones entre los dos bloques de intereses que habían surgido al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El resultado de aquel conflicto – y este resultado es en sentido estricto el contenido medular del segundo cambio de época referido – favoreció a los tipos de capitalismo regidos, unos más y otros menos, por las tradiciones liberales. La desaparición de la Unión Soviética, del Pacto de Varsovia, del Consejo de Ayuda Mutua Económica y la casi extinción del Movimiento Comunista Internacional, fueron los eventos principales que señalaban sin equívoco que intereses imperiales y que tipo de capitalismo habían resultado vencidos; mientras que el relanzamiento de las economías de mercado, la dinamización y profundización del proyecto de la Unión Europea, y la consolidación de los EEUU como la única superpotencia global, mostraban el tipo de pensamiento, de imperio y de tradición política- ideológica y económica que más se había beneficiado de la rivalidad entre los imperios durante la Guerra Fría.

IV. La República Popular China en el cambio de épocas

Y mientras todo esto ocurría en el marco del sistema de contradicciones del período situado entre 1940 y 1990, en el territorio de la República Popular China (RPCH) tenían lugar transformaciones que ahora se revelan como claves para entender la situación actual ¿Qué pasaba en la RPCH? Incursionar en las posibles respuestas a esta pregunta es imprescindible si se quiere construir una interpretación plausible de la presente coyuntura histórica.

Al morir Mao Zedong, el 9 de septiembre de 1976, se abrió un período de transición política que en un primer momento le permitió a Hua Guofeng el acceso a la cúspide del poder; sin embargo, en poco tiempo, las circunstancias favorecieron a Deng Xiaoping bajo cuyo liderazgo la RPCH inició, en 1978, la modernización de sus estructuras económicas y sociales e intensificó la política de puertas abiertas al exterior. En el marco de este impulso reformista se introdujo la economía de mercado, debilitándose la planificación centralizada de bienes y servicios, insertando el sistema económico en las corrientes financieras y comerciales globales, creando una clase empresarial y estimulando la cultura emprendedora. Así nació el «socialismo de mercado chino», que puede caracterizarse como una sociedad en «vías de desarrollo», que combina uniformidad político/ideológica con pluralidad económica, e inusitado crecimiento productivo asociado a pobreza extrema, creciente desigualdad, e incluso esclavitud laboral. Inspirándose en la conocida frase que se atribuye a Deng Xiaoping — «¿Qué importa si el gato es blanco o negro, con tal de que cace ratones?» — el modelo de desarrollo de la RPCH ha enfatizado la eficiencia económica y comercial, olvidando, como ocurre en el anarcocapitalismo ultraliberal de Murray N. Rothbard, que la productividad sin dignidad puede dar lugar al crecimiento de la producción y a la expansión del intercambio comercial, pero no al desarrollo humano integral. Cuando se descuida este hecho se olvida que el abismo no anda lejos, aun cuando la economía se comporte como una burbuja milagrosa.

EEUU y Europa Occidental observaban con cuidado el experimento chino, y sus estrategas concibieron un enlace con la RPCH de modo tal que se neutralizaran sus posibles conexiones con la Unión Soviética, al mismo tiempo que la dirigencia del PCCH visualizó un enlace en positivo con EEUU- Europa a fin de que la RPCH no fuese impactada por los cambios que se avecinaban en la URSS y el bloque socialista europeo. Esta fue una de las más importantes acciones diplomáticas en el contexto de la Guerra Fría posterior a la Segunda Guerra Mundial: propiciar el mutuo acercamiento EEUU-RPCH- Europa, no insistir en el incómodo tema de los derechos humanos, dejar que la RPCH continuara en su experiencia de construir un «socialismo de mercado» (capitalismo en realidad), y de este modo evitar su posible alianza con la URSS. El éxito de esta diplomacia fue contundente, y se convirtió en uno de los factores que hizo posible la desaparición de la URSS y del bloque de países bajo su influencia. Pero en este éxito diplomático, político y militar se escondían los resortes del portentoso ascenso social y económico de la RPCH, que en este momento ha convertido a ese país en una potencia global con capacidad de liderar el proceso de globalización, desplazando a EEUU y a Europa. En aquel acercamiento recíproco escenificado entre EEUU y China en los años setenta del siglo XX, que tan importante fue en la resolución final de la Guerra Fría en favor de EEUU y de Europa, se escondían los procesos que han conducido al actual conflicto entre estos países.

V. Nota sobre el reformismo en la RPCH

Fenómenos análogos al reformismo de la RPCH y del Partido Comunista Chino (PCCH) posterior al fallecimiento de Mao, se han conocido en otros países. En la Unión Soviética, entre 1921 y 1929, se aplicó la Nueva Política Económica (NPE), cuyo objetivo fue construir una economía socialista de mercado vinculada al capital privado internacional; algo semejante encontramos en la primavera de Praga de 1968, en la «vía yugoslava al socialismo» enunciada por Milovan Djilas, antes de que Josip Broz Tito lo enviara a la cárcel; en el eurocomunismo europeo, especialmente francés, italiano y español o en la perestroika y glásnost de Mijaíl Gorbachov, quien intentó combinar socialismo, mercado y pluralidad apoyándose, entre otras personalidades, en Abel Aganbegyan, el economista de la perestroika.

Estos intentos de reforma suponían un cambio radical en el perfil ideológico de quienes impulsaban las transformaciones; implicaban, por ejemplo, revalorar el liberalismo, abandonar la teoría clasista de la explotación y reformular el pensamiento socialista de manera tal que se acercara estructuralmente al liberalismo en todas sus expresiones; sin embargo, tales hechos no ocurrieron. Los reformistas fueron incapaces de obtener las consecuencias de sus ímpetus renovadores, permanecieron prisioneros de esquemas mentales y prácticos que no correspondían a sus objetivos; de ahí el carácter tímido y fallido de sus esfuerzos, que a la larga sucumbieron.

Enfrentaron, en ese contexto, un dilema que les resultó insoluble. Mientras el centralismo unipartidista afirma que los conocimientos, informaciones y decisiones socialmente disponibles pueden concentrarse en una instancia única (la unidad partido político-Estado-ejército), el pluralismo sostiene que esas variables se distribuyen de manera descentralizada en la sociedad y no se controlan ni ordenan desde instancias centrales. Estos postulados, como es evidente, se excluyen mutuamente. Estimular el pluralismo económico sin eliminar la uniformidad política e ideológica constituye, por lo tanto, una opción incongruente.

No obstante lo dicho, al considerar la experiencia reformista en la República Popular China, conviene tomar en cuenta que en ese país presenta tres rasgos que la diferencian respecto a experiencias previas: 1. Un número de años mucho mayor de duración de la hegemonía reformista (42); 2. Su éxito económico es notorio y de impacto global, y 3. La economía de mercado, si bien no es un fenómeno armónico e irreversible, se ha consolidado, y se ha abierto al mundo como nunca había sido conocido en el imperio Chino. Estos hechos, apoyados en mucho por las potencias occidentales como parte de su estrategia para provocar cambios internos en el régimen político de la RPCH, hacen plausible preguntar si en la RPCH existe la posibilidad de construir una sociedad plural, políticamente diversa, desarrollada, sin comprometer la hegemonía del Partido Comunista de China (PCCH). Conforme a la experiencia histórica, como he dicho, un sistema plural de preferencias económicas y sociales requiere, tarde o temprano, pluralidad en el sector político/ideológico. Esta es la tesis tradicional en Europa, EEUU y en América Latina ¿Será diferente en China? ¿Acaso estamos en presencia de un fenómeno que modifica las pautas conocidas de comportamiento histórico, para el caso de sociedades que transitan hacia economías de mercado en el marco de sistemas políticos unipartidistas? No lo creo, pero conviene abrir bien los ojos, y no cerrar a-priori esa posibilidad «Sería normal – comenta Shen Zheng Wu– que una democracia en lo económico condujera a una democratización del sistema político…», esto, según otros analistas, es en China un proceso arduo y lento. «Tenemos que hacer una transición gradual – afirma el historiador Wang Hui– para evitar un caos generalizado».

Es sintomático, respecto al tema referido, que la teoría modernizadora de Deng Xiaoping, su tesis un país, dos sistemas, la idea de la «triple representatividad» impulsada por Jiang Zemin, la noción de «sociedad armoniosa», sobre la cual insiste Hu Jintao, o el «sueño chino» de que habla Xi Jinping, se presenten como enriquecimientos del marxismo/leninismo, continuidad del pensamiento de Mao Zedong y confirmación del lugar intocable, exclusivo y rector del PCCH. Es claro, por lo tanto, que el discurso ideológico complementario de la reforma económica, desde Deng Xiaoping, pasando por Jiang Zemin hasta Hu Jintao y Xi Jinping, deja intacta la hegemonía del PCCH y declara irrenunciable la unidad PCCH-estado-ejército como núcleo de la «dictadura democrática popular». En este contexto de ideas es bastante difícil, por no decir imposible, que el imperio Chino transite hacia un modelo abierto que cultive y proteja la dignidad de la persona y un régimen de libertades, pero para evitar sorpresas conviene observar con cuidado las evoluciones internas en la RPCH. En este país la élite gobernante, que no es homogénea (algunos hablan hasta de tres o más tendencias mutuamente excluyentes dentro del PCCH), ha concebido una transición desde el estatismo capitalista de viejo cuño hasta la economía de mercado bajo supervisión político-ideológica, pero no ha diseñado el paso desde la uniformidad política hasta el pluralismo, al menos no lo ha hecho bajo los parámetros clásicos del liberalismo europeo ¿Existirán otros parámetros que permitan un orden liberal de nuevo tipo en la RPCH que deje incólume la primacía del PCCH? Como he dicho, y repito, no lo creo, pero sería un error estratégico invisibilizar esta posibilidad.

A la luz de lo dicho, correlacionar la experiencia reformista que tiene lugar en la RPCH, con el concepto de sociedad abierta de matriz liberal, no será fácil, pero tampo imposible. La dignidad humana es una y global, sus expresiones pueden ser infinitas y deben concretarse conforme a las peculiaridades de cada país, sin que esto signifique que la violación de la dignidad sea una peculiaridad aceptable ¿Será capaz el PCCH de autolimitar su poder a fin de fortalecer las capacidades de autogestión social en un marco regido por la ley, la pluralidad, el respeto y la protección de las distintas opiniones e intereses? En la respuesta a esta pregunta se fragua el futuro de las modernizaciones de la RPCH, y el éxito o fracaso de la RPCH en su intento de liderar la globalización o de compartir ese liderazgo, de igual a igual, con otros países, en especial con EEUU. No debe olvidarse que existe una co- dependencia económica, comercial y financiera entre China y los EEUU que convierte a estos países en socios estratégicos a pesar de sus actuales desaveniencias. En los años sesenta y setenta del siglo XX se habló de enganche estratégico EEUU-RPCH, si ahora existe un desenganche político- ideológico e incluso económico-financiero, lo que este hecho indica es la presencia histórica de una dialéctica enganche-desenganche EEUU-RPCH que conviene observar y estudiar con suma atención.

VI. El mundo antes, durante y después de la pandemia

En el año 2019, faltando unos pocos meses para desatarse la pandemia y acelerarse los procesos de desaceleración económica, conmoción social y crisis política, las interacciones globales se determinaban por los siguientes diez hechos, todos los cuales aún están vigentes:

  1. Una creciente rivalidad en el binomio EEUU-RPCH. EEUU y la República Popular China trabajan en función del mismo objetivo: fortalecer el sistema social interno con mayor presencia militar internacional. Lo hacen, sin embargo, con énfasis distintos, uno se presenta como líder mundial de la globalización (RPCH) y el otro subraya el proteccionismo (EEUU). Con el paso de los años esta correlación puede modificarse en sentido inverso, recuérdese que hasta hace poco EEUU lideraba el proceso globalizador. Es claro que el fortalecimiento interno de las respectivas sociedades estará relacionado con los despliegues militares, el desarrollo tecnológico y científico, los cambios en el mundo laboral y la mayor o menor cohesión social que puedan generar. Y en este marco adquiere tonos dramáticos el enlace o desenlace estratégico EEUU-RPCH, la sociedad global, el sistema internacional, adquirirán formas y contenidos distintos si lo que prevale en los próximos años es el enganche o desenganche entre estas dos naciones.

  2. Serios problemas de cohesión interna que debilitaban el proyecto de la Unión Europea, y su influencia en la geopolítica global.

  3. Rusia intenta recuperar las esferas de influencia que perdió luego de que la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia desaparecieran. Como bien explican los expertos en estos temas geopolíticos el imperio ruso siempre ha tenido interés en controlar el Mar Negro, el Mar Báltico, el Mar Caspio, El Cáucaso y Asia Central, y Piqué opina que en la actualidad lo hace siguiendo la orientación de Catalina La Grande: «La mejor manera de defender las fronteras de Rusia es expandiéndolas».

  4. El desplazamiento de los principales centros de poder económico y comercial desde EEUU-Europa en dirección a las economías asiáticas y al Estrecho de Malaca, lo que supone un aumento exponencial de las acciones imperiales (EEUU, RPCH, Rusia) para reforzar sus intereses en las economías asiáticas.

  5. Un claro, constante y parsimonioso avance de la Cuarta Revolución Industrial (4.0) cuyo núcleo central lo constituye la unidad de procesos físicos, digitales y biológicos imbricados en los subsistemas productivos, sociales, políticos y ético-culturales. La Sociedad 4.0 (esta denominación es más apropiada a los hechos que la comúnmente aceptada «Economía 4.0») se encontraba (y se encuentra) inmersa en cambios científicos y tecnológicos de gran impacto que introducen fuertes presiones para desarrollar un subsistema de Clústeres de interacción y desarrollo globales tales como Energías renovables, Biotecnología, Nanotecnología, Infraestructura, Aeronáutica, Aeroespacial, Oleo-Química, Salud, Medicina, Inteligencia Artificial, Robótica, Servicios Profesionales, Recursos Hídricos, Mecatrónica, Logística, TICs, Cambio Climático, Electrónica, Turismo extra- planetario, Exploración Espacial, entre otros.

  6. Fortalecimiento de la Economía Digital como factor clave de las interacciones globales y de las rivalidades geopolíticas.

  7. Graves descomposiciones económicas, políticas y sociales en Estados, gobiernos y sociedades que se ubican en distintas civilizaciones.

  8. Crisis cismática en las religiones de denominación cristiana, especialmente católica, y en general procesos de redefinición religiosa en todas las civilizaciones. Este fenómeno interactúa con el ascenso, crisis y divisiones que experimenta el proceso de secularización, y los desarrollos científicos y tecnológicos.

  9. Tendencias demográficas que apuntan a una distribución de la población hacia el 2050-2060 donde la mayor parte de los habitantes del planeta se ubican en China, India, África y Asia, siendo bastante menor el porcentaje de la población mundial en Europa, Estados Unidos, América Latina y Oceanía. Estas tendencias demográficas impactan, sin duda, el comportamiento de las religiones, los conflictos entre ellas y sus procesos internos.

  10. Intensificación de los movimientos sociales ecologistas y de mujeres en procura de mayores grados de libertad y vivencia de derechos. Estos movimientos adquieren formas, contenidos y traducciones político- ideológicas singulares según sean los países, regiones geográficas y civilizaciones en que actúan.

Estos diez hechos, antes de la pandemia y durante la pandemia, y con toda probabilidad después de la pandemia, se encuentran atravesados por una contradicción básica: aquella que separa las tendencias del orden u órdenes autoritarios de las correspondientes al orden u órdenes liberales. Las primeras corrientes indicadas favorecen el centralismo político y económico, así como el control policial y digital de la población en un marco de uniformidad social; mientras que las corrientes del orden liberal promueven mayores niveles de diversidad y pluralidad política y económica, y también cultivan el control digital y policial de la población, pero lo hacen al mismo tiempo que tratan de promover expresiones de autonomía y autogestión. Al momento de escribir este ensayo existe una mezcla de estas corrientes bastante compleja y difícil de discernir e interpretar, lo que explica la confusión de percepciones e interpretaciones.

VII. Crisis sistémica y cambio de época

Al sobrevenir la pandemia (2020) el conjunto de hechos referidos en el apartado anterior se aceleró en sus dinámicas y ramificaciones. La desaceleración económica global, que se anunciaba desde el año 2019 e incluso antes, se desató poco después de marzo 2020, y las tendencias relacionadas con el cambio tecnológico (teletrabajo, virtualidad, Inteligencia Artificial, automatización, medicina virtual personalizada y robótica, por ejemplo) han empezado a envolver y masificar las interacciones sociales con varios años de anticipación respecto a los que se tenían previstos. Antes de la pandemia se acostumbraban prognosis hasta el año 2050 o 2060, algunos (Micho Kaku, por ejemplo) se aventuraban en sus análisis hasta el 2100, 2120 y el siglo XXII, pero ahora, en virtud de la aceleración general de los procesos históricos, muchas de las innovaciones tecnológicas, científicas y de estilos de vida que se pensaban para dentro de sesenta o cien años, ven acortados sus límites temporales, es decir, serán realidades cotidianas varios años y décadas antes de las anticipadas antes de la pandemia.

Esta dinámica acelerada de la historia acontece en un contexto de crisis sistémica global y fragmentación del Sistema Internacional ¿Por qué crisis sistémica? Por una razón básica: confluyen en un mismo punto del tiempo histórico cinco crisis simultáneas y co-relacionadas que propician modificaciones sustantivas en las coordenadas de la historia: crisis sanitaria, conmoción social, crisis política, recesión económica, y crisis en las sensibilidades culturales y los subsistemas de creencias. Estas crisis en interacción, en su conjunto, conforman una crisis sistémica y, por lo tanto, un nuevo cambio de época (el tercero en los últimos ciento veinte años) ¿Por qué debe hablarse de un cambio de época? Porque lo que esta implicado en las crisis que constituyen la crisis sistémica son modificaciones sustantivas en las formas y contenidos de las interacciones sociales, y como resultado de ello, también cambian las sensibilidades culturales, los sistemas de creencias y los estilos de vida.

A las generaciones hoy vivas les ha tocado el honor o el gozo o el placer, la incertidumbre, la aventura o desventura, como quiera llamársele, de ser testigos y partícipes del cambio epocal más significativo y transformador de los últimos ciento veinte años. En tal contexto resulta imperativo ser optimistas y levantar muy en alto las banderas de la esperanza, la libertad y la dignidad. Como bien lo escribió Helen Keller (símbolo de la educación):

Nunca un pesimista descubrió los secretos de las estrellas, ni navegó hacia un país que no estuviera en el mapa, ni abrió un nuevo cielo al espíritu humano.

(Citado en Kaku, Michio: «La física del futuro: cómo la ciencia determinará el destino de la humanidad»).