El pasado mes de julio la derecha española elegía un nuevo líder por antonomasia: Pablo Casado, el cachorro de Aznar, es el nuevo ‘jefe’ del PP y azote de la izquierda. Un perfil calcado a Rivera, con la intención de escorarse más a la derecha, muy cerca de la línea que marca el fin de la calzada.

No pasó mucho tiempo antes de que se empezara a hablar de regeneración del partido, como si Casado fuera un chiquillo que acaba de entrar. Pero Pablo tiene casi 40 años y lleva más de una década en el aparato del partido, e incluso ya tiene sus propios escándalos, como los ‘mayores’ del PP; con el tema de los másteres de la Universidad Rey Juan Carlos destacando notablemente. Un problema que se llevó por delante a Cristina Cifuentes y del que la esperanza blanca de la derecha patria no acaba de deshacerse, con el Tribunal Supremo debiendo juzgar el caso, dada la condición de aforado de Casado.

Lo que demuestra el tema de los másteres es el sistema de influencias y favores instalado y normalizado entre los estamentos ‘altos’ de la sociedad. Un sistema donde la fidelidad no siempre está a la orden del día, como demuestra la oportuna filtración del vídeo de Cristina Cifuentes robando en un supermercado, justo cuando la polémica de su máster ya era insostenible. Una filtración que Eduardo Inda, director del medio que lo publicó, OK Diario, un periódico digital de derechas que recibió dinero público del gobierno del PP para subsistir, calificó de «trabajo periodístico».

Este tipo de casos demuestran hasta dónde aparece la corrupción en España, una lacra enorme de la que la sociedad parece no poder librarse, y es una circunstancia que da una terrible imagen al exterior. Recuerdo cuando una ministra, y amiga personal, de Merkel fue acusada de plagio en su trabajo final de Doctorado; dimitió al poco tiempo. Una solución digna, inconcebible en la España actual, donde el resultadismo político, la avaricia y la adicción al poder parecen no tener límites.

Salieron muchos casos de políticos cuyos estudios eran por lo menos, sospechosos, e incluso alguno editó de manera ostensible sus currículos y perfiles públicos, por lo que pudiera ocurrir. La gran mayoría eran del PP, pero había de otros partidos.

Me acuerdo de dos mensajes muy ilustrativos que aparecieron en Twitter aquellos días; uno rezaba algo así como: «Si os ponemos a investigar los másteres y doctorados que adornan los currículums de nuestros más ilustres políticos, esto va a ser una Fiesta», y el otro decía algo así: «Nos preguntábamos como personas tan formadas podían ser tan idiotas, ahora resulta que solamente eran idiotas». No podría estar más de acuerdo con ambos.