Recollection reúne obras de artistas con quienes colaboro en la actualidad y de otros con quienes he colaborado en el pasado. También traza relaciones entre obras de arte o artistas que conozco desde hace mucho más tiempo, pero que hasta ahora sólo habían estado en mi mente. La exhibición esta basada en experiencias personales que en parte se remontan a mis prácticas curatoriales de los noventa, e intenta presentar un campo abierto de propuestas poéticas y visuales.

Recollection agrupa obra de 29 artistas: Carlos Bunga – Tobias Putrih, Attila Csörgő – Alexander Gutke, Jimmie Durham – Ivan Kožarić, Leif Elggren – Yuri Leiderman, Marcius Galan – Goran Petercol, Ion Grigorescu – Jochen Lempert, Herbert Hinteregger – Anne Neukamp, IRWIN group – Kazimir Malevič 1985, Julije Knifer – Hélio Oiticica, Mark Manders – Francisco Tropa, Marzena Nowak – Anna Virnich, Gabriel Orozco – Ariel Schlesinger, Goran Trbuljak – Goran Trbuljak.

La estructura de la muestra está concebida como una serie de duetos que yuxtapone pares de artistas y sus obras. Con la excepción de Goran Trbuljak, en donde dos obras del mismo artista conforman el dúo: una obra de los setenta que lleva el apellido del artista y que funciona como un ejemplo temprano de la noción del arte como marca comercializable, y otra en donde Trbuljak intenta igualar su nombre con el de una planta que se llama trbulja (nabo del diablo, en español), pidiéndole a botánicos, a través de una carta, que le agreguen la letra K al nombre de la planta. Otra desviación similar es el emparejamiento de una obra del colectivo de cinco personas IRWIN, con las de un autor anónimo que firma las suyas como ‘Kazimir Malevič 1985’. Tomando estos duetos como el punto de partida estructural, se espera que el resultado visual sea uno de diversas relaciones y capas referenciales a través de las distintas parejas, conduciendo a los duetos hacia una orquesta coral.

No obstante, deseos estéticos incumplidos atraviesan mi mente ahora, los que empecé a acumular justo después de mi primer viaje a México, en 1990 –un recorrido que duró varias semanas antes de empezar mis estudios, en los que después me familiaricé con las artes visuales–. Estoy pensando, por ejemplo, en obras de Ljubov Popova y Giorgio Morandi; en las increíblemente hermosas esculturas de piedra del llamado estilo gótico internacional de la Europa central de 1400 a. C.; en ornamentos geométricos (göls) de alfombras turcomanas; o en una misteriosa y elegante escultura etrusca de un niño, hecha probablemente 2,500 años atrás; por nombrar algunas de las memorias visuales de aquel verano de 1990. Recuerdo el otoño frío de ese año y la sensación de estar siendo arrojado como el joven hombre que era de vuelta a mis alrededores en Alemania occidental, mientras perdía desesperadamente las caras felices con las que los mexicanos constantemente me recibían. Recollection es mi primer regreso a México.

Recollection también es acerca de las estrategias de comercialización, sobre las obras particulares y sus valores, que derivan de mi experiencia como vendedor de arte. La exhibición por ende conecta las fuertes aspiraciones de un curador, un coleccionista, y un observador, con las de un galerista. Si alguien es capaz de perderse las inclusiones explícitas de temas como el género, el sexo, la política o la economía, esto no quiere decir que no estén presentes, sólo que existen debajo de la piel. Si alguien dibuja una línea en un papel, ella o él probablemente dejen un fuerte impacto sobre otros aspectos de la vida, de modo que una simple línea sobre un papel toca la condiciones humanas fundamentales. Los patrones y las formas en Recollection son entonces sobre las memorias de la vida, por igual.