No ha faltado quien haya recordado aquello de: un fantasma recorre el mundo. Aunque ahora no es un fantasma, sino una realidad de cuerpo completo. Tampoco es que recorra el mundo, pero sí se expresa con fuerza en distintas latitudes, es de no dudarse que producirá cambios profundos y, aunque tome tiempo, no faltara de proyectarse a todo el orbe. Es la lucha por los derechos y la igualdad de la mujer.

En la historiografía del feminismo se suelen distinguir tres olas en el desarrollo del movimiento.

  • La primera ola, cuyos orígenes se remontan al Siglo de las Luces, iría desde la Revolución francesa -cuando ya hubo un grupo de ciudadanas que presentaron a la Asamblea Nacional una demanda de reformas que incluía el derecho de sufragio, la reforma del matrimonio y el derecho a la educación- hasta mediados del siglo XIX; a este período se le llama del feminismo ilustrado.

  • La segunda ola, llamada del feminismo liberal sufragista, iría hasta fines de la Segunda Guerra Mundial. Sus inicios se remiten al movimiento de mujeres y hombres que en los EEUU, con base en la declaración de la independencia norteamericana, demandan la independencia de la mujer de padres y maridos, su derecho al trabajo, la consecución de su plena ciudadanía, así como cambios en las costumbres y la moral de la época; y se identifica con el movimiento surgido en Inglaterra de las sufragistas, con lo que ya en el siglo XX, aunque con limitaciones, el sufragio universal empieza a instituirse en las legislaciones democráticas, así como desde fines del siglo XIX, pese a que también con limitaciones, las mujeres empiezan a ser admitidas en las aulas universitarias.

En América Latina la primera mujer graduada universitaria fue brasileña, en medicina, en 1881, en los EEUU; en Chile el acceso de las mujeres a la universidad fue aprobado en 1877, y las dos primeras en alcanzar su título, ambas de Doctora en Medicina y Cirugía, lo obtuvieron a fines del año académico de 1886; y en esa misma década se produjo también el acceso de las mujeres a la Universidad en Argentina, Brasil, Cuba y México.

En cuanto al derecho de sufragio de las mujeres, en 1927 fue aprobado en Uruguay; en 1929, aunque con limitaciones, en Ecuador (donde pocos años antes había habido una autorización de excepción) y las restricciones sólo se levantaron en 1967; en Brasil en 1932; en Argentina, de manera general, sólo en 1947, aunque hubo antes excepciones parciales y, de hecho, la primera mujer iberoamericana que pudo votar, fue argentina, en 1911; en Chile, en 1935 se aprobó el voto femenino en las elecciones municipales y en 1949 para las elecciones parlamentarias y presidenciales; y en la década siguiente ya se había establecido en toda América Latina. Conviene tal vez no perder de vista que, por ejemplo en Europa, el voto de las mujeres fue aprobado por primera vez en Finlandia, en 1906 y luego en Noruega, en 1913; pero en Francia, en 1944, en Italia, en 1946, y en Suiza en 1971...

  • La tercera ola, llamada del feminismo contemporáneo, se habría iniciado desde mediados del siglo pasado y se define básicamente por objetivos socio culturales, económicos y de vida personal: lucha contra la representación de la mujer como estereotipo sexual; contra el patriarcado y las desigualdades sociales; por la igualdad en el trabajo y las remuneraciones; contra la violencia sobre las mujeres; por su derecho a decidir sobre su sexualidad, la contra concepción y el aborto.

Es la ola que arrecia ahora desde hace unos meses.

Las denuncias de acoso, abusos sexuales y violaciones se han sucedido crecientemente en numerosos países. En España, el llamado «caso de La Manada» y su sentencia judicial provocaron conmoción en el país e internacionalmente, hasta llegar a discutirse en el Parlamento de la Unión Europea. En distintos países se redefine la legislación penal sobre delitos sexuales y su tipificación, el mínimo de edad para el sexo consentido, las sanciones por la violencia de género contra las mujeres. La campaña del No es No se ha reeditado en medios sociales y las convocatorias de protesta. Grandes manifestaciones de mujeres, muchas a pecho descubierto, se han sucedido en distintas latitudes. En Chile se ha producido la ocupación por sus estudiantes mujeres en por lo menos quince universidades, con denuncias y demandas que atañen específicamente a sus planteles; y hubo recientemente una multitudinaria manifestación que, según las encuestas, mereció el respaldo del 75 % de la población: vale decir, de a lo menos la mitad de los hombres... En lo que respecta a España, conviene también mencionar que el reciente presidente del Gobierno nombró su gabinete de ministros con mayoría de mujeres, seis hombres y once mujeres, algo inédito en todo el mundo.

Las manifestaciones, las protestas en cada ámbito, las repercusiones en el derecho y la política, por cierto cuentan decisivamente. Para terminar con el patriarcado y el machismo, para la verdadera igualdad de géneros, incluso para salvar aquello de Vive la différence!, lo principal y de mayor incidencia posiblemente se juega sin embargo en el seno de las familias, en la no aceptación y el repudio de la violencia intrafamiliar contra las mujeres, en la relación debida entre padres y madres, y la educación de hijos e hijas sin diferenciación de deberes ni de perspectivas de actividad u ocupación.