En Nicaragua ha ocurrido una rebelión muy masiva en las calles de Nicaragua y particularmente en la capital, Managua. Es el pueblo que se movilizó y especialmente los estudiantes, movilizaciones que fueron reprimidas violentamente por la policía y civiles armados partidarios del Gobierno. Según las últimas informaciones ya son 44 los muertos con esta represión, aunque existen organizaciones de derecho humanos que afirman que son más de 60 y otros tantos desaparecidos. Entre esos muertos se encuentra un niño de 15 años, Álvaro Conrado, que fue baleado en el cuello por la policía cuando llevaba 2 botellas de agua a los estudiantes que estaban en la Catedral de Managua. Trasladado por un desconocido al hospital público «Cruz Azul», le fue negada la atención médica, a pesar que la ley nicaragüense obliga a dar la atención de urgencia a toda persona que la solicite, incluso en un hospital privado, en especial si está herida. Llevado enseguida al «Hospital Bautista», ya era demasiado tarde, el niño murió en el quirófano.

Esta no fue una movilización política, preparada con tiempo y organizada por partidos políticos contrarios al Gobierno, que además no tienen fuerza para hacerlo, sino que fue una rebelión o movilización espontánea del pueblo y especialmente de los estudiantes, que se levantaron contra una medida del Gobierno que venía a acumularse a otras represiones anteriores mucho menos violentas, y también a la falta de canales de comunicación a través de los cuales el pueblo pueda manifestar su acuerdo o descontento, con las medidas que se toman. La gota que rebalsó el vaso fue esta inconsulta reforma de la seguridad social.

Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sostenía que el sistema previsional de Nicaragua estaba colapsado, por lo que recomendaba aumentar las cotizaciones sociales o aumentar la edad para optar a la jubilación, que es lo que se ha estado aplicando en algunos países de Europa en los últimos años. Es necesario además acotar que el FMI y el Banco Mundial, tienen gran influencia en las políticas que ha adoptado el gobierno de Nicaragua en los últimos años.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, prefirió aumentar las cotizaciones tanto de los empleadores como de los trabajadores. Para estos últimos la cotización el aumento era bastante moderado, porque aumentaba de 6,25% a 7% del salario, pero a la vez se proponía crear una cotización de 5% que se descontaría a los pensionados, de sus ya escuálidas pensiones. Fue esto último que generó la chispa que encendió la pradera, con masivas protestas que desembocaron en una verdadera rebelión, que ha causado decenas de muertos en las calles de Managua.

La paradójico de estas muertes en las calles es que: «Las calles son del pueblo, y el pueblo debe defenderlas», según una declaración del propio Daniel Ortega el 1.02.1983, y que La Voz del Sandinismo, diario del gobierno y del FSLN, reproduce como consigna debajo de su título. Nota al margen, este diario, por cierto, nada dice de los muertos en estas manifestaciones, y cosa curiosa, en su edición del 1º de Mayo de 2018, en este diario «de los revolucionarios y los trabajadores», no existe una sola palabra sobre la celebración del Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores.

Pero estas protestas en «las calles que son del pueblo y el pueblo debe defenderlas» fueron tan masivas, y tantos los muertos, que el Gobierno de Daniel Ortega retrocedió y retiró el proyecto de aumento de las cotizaciones sociales. En este sentido, esta rebelión fue exitosa puesto que alcanzó su objetivo: que se retirara ese proyecto, a pesar del costo de decenas de muertes. Pero las movilizaciones no han terminado, y han adquirido un carácter político inesperado, pidiendo ahora la salida del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo, su esposa.

En el mundo actual estas rebeliones o movilizaciones masivas son muy poco frecuentes y anormales, porque predomina la negociación y los consensos entre partidos políticos y actores sociales, lo que en cierta manera resulta natural cuando observamos que los partidos sean de «iquierda», de derecha o de «centro», ya no se distinguen por sus propuestas económicas y sociales. Estos consensos entre las diversas fuerzas políticas, se realiza por cierto sin consulta y participación del pueblo, que ya tampoco se le llama pueblo, sino la gente o la opinión pública.

Esto genera desmovilización y desmoralización de los trabajadores y el pueblo en general, que ya ni siquiera se dan la molestia de concurrir a votar en las diversas elecciones. Pero ello también genera frustración y disconformidad que puede a la vez ser el caldo de cultivo para una rebelión que nadie espera, como ocurrió en Nicaragua, o que esta rebelión se exprese votando por la extrema derecha, como ha ocurrido en gran parte de los países europeos.

El Gobierno de Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que luchó y derrocó a la dictadura de la dinastía de los Somoza, es un partido de «izquierda», sin embargo, varios de los dirigentes históricos del FSLN se han retirado y están en la oposición de izquierda a Ortega, en razón que este último ha abandonado muchos de los principios del FSLN, como es el evidente nepotismo que significa que Ortega y su esposa sean a la vez presidente y vicepresidente de la República, y que siete de los hijos de Ortega, ocupen diversos cargos en el Gobierno, según la prensa nicaragüense.

Daniel Ortega se ha alejado también de los fundamentos y principios del FSLN, al permitir la inversión extranjera sin restricciones en grandes plantaciones en la agricultura, con exenciones tributarias en el sector forestal, inversiones que han desplazado al campesinado y comunidades indígenas. En el comercio la inversión extranjera en centros comerciales y grandes supermercados han desplazado al pequeño comercio.

La inversión extranjera en la minería, ha desplazado al minero artesanal, que además ha generado un enorme daño en el medio ambiente, que afecta las reservas de agua, en todas las localidades donde se instala, sin respetar incluso los derechos indígenas sobre los territorios donde se le entregan concesiones mineras a las empresas mineras extranjeras.

Estas inversiones han generado protestas y movilizaciones del campesinado y de las poblaciones cercanas a estos emprendimientos agrícolas y mineros, pero que han sido ferozmente reprimidas por el gobierno de Ortega, encarcelando a varios dirigentes de estas movilizaciones. No sería raro que la enorme movilización contra la reforma previsional, despierte también la ya acallada protesta contra las empresas extranjeras, que están dominando en la agricultura, el comercio, la minería y la energía, y que se han instalado con el beneplácito del izquierdista Gobierno de Daniel Ortega.

El FSLN se formó en 1961, con el objetivo de luchar contra la dictadura de la dinastía de los Somoza, dictadura que fue derrotada por el FSLN en 1979. Al poco tiempo se restablecieron las elecciones democráticas para elegir al presidente y el Parlamento, que ganaba fácilmente el FSLN, hasta que en 1990, inesperadamente ganó la derechista Violeta Chamorro. El año 2006, 15 años después, el FSLN, con Daniel Ortega como candidato presidencial, volvió a ganar las elecciones, y desde esa época Daniel Ortega ha sido reelegido el 2011, y el 2016 con una amplia mayoría de 72%, en parte se explica porque la oposición de derecha se restó de participar, porque la Corte Suprema había impedido la presentación del principal candidato de la derecha.

Pero en este segundo periodo, iniciado el año 2006, el FSLN, o más bien dicho, Daniel Ortega, ha experimentado un gran aggiornamiento. Abrió ancha las puertas a la inversión extranjera y a políticas neoliberales muy alejadas de los principios históricos del FSLN, pero por otro lado, ha aplicado mano dura contra todos los que se opongan a esas nuevas políticas de apertura a la globalización.

Tan favorable ha sido el Gobierno de Daniel Ortega a la inversión extranjera, que ello le ha permitido a Nicaragua obtener un premio a la Innovación en la inversión extranjera, en el Annual Investment Meeting, efectuado en la ciudad de Dubái, Emiratos Árabes Unidos. El embajador de Nicaragua en la República de Kuwait, Mohamed Lashtar, recibió la presea en nombre del gobierno de su país declarando:

«Nicaragua ha dado pasos relevantes para favorecer el clima de la inversión productiva, tales como el desarrollo de una política de competencia, de desregulación y en materia de transparencia y acceso a la información».

La desregularización es lo que persiguen las grandes transnacionales, desregulaciones que deben incluir políticas tributarias muy flexibles o con exenciones tributarias, como Nicaragua lo hizo en el sector forestal. Desregulación sin tributación para la inversión extranjera, pero se le quería quitar un 5% a las escuálidas jubilaciones de los pensionados nicaragüenses. Eso es un reflejo del profundo cambio que ha experimentado el FSLN bajo la conducción de Daniel Ortega.

Casi todas las revoluciones triunfantes han tenido periodos de retroceso o cambios sustanciales en sus políticas, y que en el FSLN o Daniel Ortega, es quizás más entendible porque estuvieron 15 años fuera del poder, pero nada justifica esta represión brutal contra un pueblo desarmado.

La poetisa y escritora nicaragüense Gioconda Belli, escribió sobre las recientes movilizaciones:

«La sangre de los que lucharon por un país libre: los que cayeron en la lucha contra Somoza y los que han caído en estos once años y sobre todo en esta semana valiente, ha vuelto a revivir en esta nueva generación de nicaragüenses dispuestos a recuperar el sueño de una Patria Libre. No en vano existieron hombres y mujeres generosos y ejemplares que quisieron iluminar la oscuridad. Sus fantasmas están con nosotros, su legado está con nosotros. Sandino vive».

Personalmente me duele lo que pasa en Nicaragua, porque fui partidario del movimiento sandinista, desde que conocí su existencia en los años sesenta del siglo pasado.