La pintura del siglo XVIII europeo, de la que participa Francisco de Goya como figura capital, constituye una parte fundamental de las colecciones del Museo del Prado. Consta de un número notable de cuadros, cerca de mil, que se reparten entre los artistas de los países más significativos de Europa, de España en primer lugar, seguida de Italia, Francia, Alemania e Inglaterra, con algunas excepciones minoritarias de obras de artistas de otra procedencia, como Suiza, Rusia o Polonia. Como otros fondos del Museo, la colección del siglo XVIII tiene también una razón histórica que define sus características principales y que se debe al origen y procedencia de las obras.

La llegada a España de la dinastía francesa de Borbón supuso un cambio radical en la política artística de los nuevos reyes, muy distinta a la de la casa de Austria. Felipe V invitó en primer lugar a artistas franceses, fundamentalmente como retratistas, como Jean Ranc, Louis-Michel Van Loo y Michel-Ange Houasse, aunque de este último se conserva pintura de paisajes y escenas de la vida en la corte. El segundo matrimonio del rey con Isabel de Farnesio determinó la llegada de los primeros artistas italianos, como Andrea Procaccini y sus ayudantes, que sirvieron en la decoración del palacio de La Granja, así como en el diseño de tapices. No se rompió, sin embargo, el gusto por el arte francés y con Fernando VI se contó con Charles Flipart y Charles François de la Traverse, para pequeñas escenas decorativas. Fue también decisivo el coleccionismo de los reyes, quienes adquirieron un número importante de pintura francesa, de artistas como Antoine Watteau y Charles Vernet, e italiana, con obras de Sebastiano Conca, Giovanni Paolo Panini y Luigi Vanvitelli.

Fernando VI invitó a España a figuras relevantes como Giacomo Amiconi y Corrado Giaquinto, El incendio del Alcázar en 1734 había determinado la construcción de un imponente edificio, el Palacio Nuevo, que generó programas decorativos para los frescos de las salas más relevantes, en los que trabajaron los artistas extranjeros junto a la nueva generación de jóvenes españoles salidos ya de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y formados algunos en Italia con ayuda de esa institución. Carlos III fue, sin embrago, el monarca decisivo en el cambio artístico que se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII al hacer venir a dos artistas del máximo renombre en Europa, Giambattista Tiepolo y Anton Raphael Mengs.

El Prado conserva un número notable de obras de todos los pintores citados, en su mayoría procedentes de la colección real, tanto de retratos de los reyes e infantes, como de los proyectos decorativos del Palacio Nuevo, de los Sitios Reales de La Granja, Aranjuez, El Pardo y El Escorial, y de las iglesias unidas a la corona. De ese origen son asimismo las pinturas de los artistas españoles, desde Antonio González Velázquez, Francisco y Ramón Bayeu, Mariano Salvador Maella y José del Castillo, entre los más singulares, y que ejercieron a su vez cargos de relieve en la corte y en la Academia de san Fernando.

La segunda mitad del siglo revela el influjo decisivo de Mengs y de su teoría del arte, en que primó el neoclasicismo. El conjunto de los cartones de tapices para los sitios reales, es el más importante fondo del Prado del siglo XVIII, que cuenta con la serie excepcional de Goya. Por sucesivas adquisiciones y legados el Museo enriqueció las colecciones que procedían del rey, y entraron así a partir de fines del siglo XIX numerosas pinturas de otros artistas, como las del exquisito representante del rococó, Luis Paret y Alcázar, que contrastan con los retratos, las escenas de género y las Pinturas Negras de Goya.