Tengo la manía de prestar más atención a las noticias sociales, solidarias y humanas que al resto. Es como si cada día necesitase un impacto para recordarme de dónde vengo y, también, que puedo dar más, que puedo ser más humano y solidario con los que tenemos alrededor.

Desgraciadamente no hace falta rebuscar mucho. Día sí, día también, hay una o varias informaciones que impactan y ponen los pelos de punta. Las noticias sobre esa pobreza extrema que acompaña a muchos españoles prácticamente son diarias.

Parece que hemos superado el frío invierno, que el sol y la calidez llegan a nosotros y perdemos de vista noticias como esas que leíamos en las que, por ejemplo, una anciana de más de 80 años fallecía en un municipio al incendiarse su casa.

Mujeres que viven solas, con la luz cortada y que utilizan velas o lo que pueden para iluminarse o calentarse. Motivo de incendio, motivo más que importante para hacernos pensar.

Lo primero que me viene a la cabeza, con cierta rabia, es que cómo se puede cortar la luz a una persona y, más en concreto, a una persona mayor, porque no tenga dinero para pagarla.

No hace mucho escuchaba, también, que unos hombres que vivían dentro de una furgoneta murieron por inhalar aire contaminado por la estufa que les calentaba en esas noches de frío.

La pobreza existe y no hace falta ir mucho más allá de nuestras fronteras para tocarla. Existe aquí, cerca de cada uno de nosotros, al lado.

Parece que hablar de la pobreza, sobre todo en ciertos momentos, es, para algunos, hacer demagogia. Lo mejor, para la gran mayoría, es mirar hacia otro lado, como siempre.

Más de 13,3 millones de españoles, un 28,6% de la población, se encuentran en riesgo de pobreza y exclusión social y, de ellos, unos tres millones y medio permanecen en una situación severa con unos ingresos que no superan los 4.500 euros al año, unos 330 euros al mes.

España es el tercer país europeo donde más ha aumentado el riesgo de pobreza y exclusión social, después de Grecia y Chipre, con un incremento de 4,8 puntos entre 2008 y 2015. Esto significa que mientras el 23,8% de la población española era vulnerable entonces, el año pasado el 28,6% de los españoles estaban en riesgo de pobreza y exclusión.

Según la encuesta publicada por Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre), estos datos contrastan con la media registrada en el último año en toda la UE, que recuperó niveles anteriores a la crisis.

Uno de cada cinco españoles, en riesgo de ser pobre energético

¿Qué es un hogar en pobreza energética? Según la ACA, es la incapacidad de un hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios de la energía para sus necesidades básicas, como mantener la vivienda en unas condiciones de climatización adecuadas para la salud (de 18 a 21 grados en invierno y 25 en verano, según los criterios de la Organización Mundial de la Salud). Pero medir esa incapacidad es uno de los retos a los que se enfrenta este fenómeno. No poder pagar los recibos de los suministros básicos solo es una cara más de la pobreza que sufren las familias más afectadas y empobrecidas por la crisis económica.

¿Qué hacemos ante las desgracias de los demás, de nuestros vecinos? Yo tengo la respuesta, yo mismo lo he hecho a veces: mirar hacia otro lado, darnos la vuelta y seguir caminando.

Es cierto que muchos de nosotros colaboramos con ONG's que trabajan para erradicar la pobreza en el mundo, que 'apadrinamos' niños con el ánimo de saciar nuestra vena solidaria y enseñar las fotos que nos mandan, año a año, de cómo gracias a esos pocos euros un niño va creciendo y educándose allá donde mal vive.

Alguna vez, incluso, casi siempre cuando vamos acompañados de alguien y nos interesa sorprender con nuestro inmenso corazón, damos unas monedas a ese pobre indigente que, zarrapastroso y sucio, pide por la calle; cuando vamos solos evitamos y ni siquiera le miramos.

Pero están ahí. La pobreza existe. Por mucho que miremos hacia otro lado, está y no hay que irse a África para encontrarla.

Vivimos una sociedad individualista, en la que cada uno vamos a nuestro aire y nos preocupa bien poco los problemas de los demás.

En muchas ocasiones he dejado escrito por aquí mi amistad con el liberalismo social. Ni creo, ni defiendo, el liberalismo clásico que representa el más puro individualismo.

He conocido, he tenido como compañeros a personas que, incluso a día de hoy, llevan por bandera su defensa de las ideas liberales. Como he conocido de cerca a estas personas, como he convivido y sufrido de sus constantes tics, puedo afirmar no sólo que ni 'han ido' ni van conmigo sus proyectos e ideas, ni creo que ellos mismos sean consecuentes con lo que predican.

El liberalismo social surgió en Europa a finales del siglo XIX como respuesta a la visión individualista del liberalismo clásico y en contraposición a los movimientos socialistas surgidos en la Revolución Industrial. Es el más remoto antepasado del social liberalismo, del liberalismo progresista y de las corrientes socialdemócratas del liberalismo.

Supone superar el individualismo atomístico del viejo liberalismo dando pie en favor de la sociedad. Y por otro lado, propugna una intervención del Estado en el campo de lo social.

Es una visión solidaria de la sociedad, una relación permanente y continua entre los individuos que forman parte de una sociedad denotando la dependencia entre ellos. Derivando a un concepto de justicia, actuando de forma natural y generando que todos los individuos cumplan con lo que le deben a la sociedad.

El problema de nuestros semejantes es nuestro problema. Nadie debería dar la espalda a personas que viven en extrema necesidad o en riesgo de caer en ella.

La dignidad de las personas debería estar por encima de todo.

Son épocas en las que el consumismo nos atrapa, en la que la gran mayoría llenamos las mesas de nuestras casas con viandas que superan lo necesario. ¿Cuánta comida desperdiciamos y tiramos?

¿Cuánto ansiamos lo innecesario cuando otros que necesitan no tienen nada?

No sé por qué pero a veces deberíamos reflexionar sobre estas cuestiones.

Existen dos tipos de pobreza en nuestra sociedad: la económica y material, pero también la humana y espiritual.