Érase una vez un granjero llamado Brit que vivía con su fiel perro de caza cerca de una aldea apartada en las montañas. Aquella aldea había sido construida a lo largo de los años por gente llegada de todos los territorios de alrededor. Aunque habían existido desavenencias y disputas por sus diferencias, los aldeanos convivían en una relativa tranquilidad. La aldea era conocida por la crianza de pollos, en especial la granja de Brit donde se reproducían rápida y alegremente. Sin embargo, tanto Brit como los aldeanos no contaban con otros tipos de alimentos por las condiciones geográficas del lugar.

En aquellas montañas también se refugiaba una manada de zorros que sobrevivían a duras penas hurtando gallinas de las granjas. Un día, los zorros tramaron un plan para aprovecharse de los granjeros y mejorar su existencia. Uno de los zorros se disfrazó de un humilde gato y fue a visitar a Brit. Con dulces palabras le propuso la idea de ir en busca de otras aldeas e intentar intercambiar pollos por otros alimentos. Brit pensó que era un gran plan y así se lo transmitió a los aldeanos, los cuales, entusiasmados, estuvieron de acuerdo. De esta forma, comenzó una época de prosperidad. Pronto los caminos se llenaron de cargamentos de alimentos, las aldeas disfrutaban de una gran variedad de víveres, la gente compartía conocimientos y tradiciones y se movían y residían con libertad donde deseaban. Muchos se asentaron en la aldea de Brit que fue creciendo en diversidad, servicios y población.

Mientras los zorros llevaban a cabo su plan, robaban a hurtadillas pequeñas cantidades de alimentos a los cargamentos que transitaban los caminos sin que los dueños se percataran. Así, los zorros fueron engordando mientras los alimentos menguaban. Al cabo de un tiempo las pérdidas se hicieron notar, aunque nadie sabía exactamente cuál era la causa. Los aldeanos continuaban aportando la misma suma de pollos para el intercambio, pero poco a poco recibían menos alimentos. Aquello mermo las riquezas de la aldea y trajo una época de austeridad donde se empezaron a sufrir privaciones y escasez. El malestar y la desconfianza se extendieron por toda la región.

El granjero Brit no fue una excepción, la semilla de la sospecha también se había sembrado en su corazón y pasaba los días en conflicto pensando que tal vez aquel intercambio no había sido una buena idea. Un día cuando estaba cargando en su carromato descubrió a un zorro escondido entre los pollos. Inmediatamente alzo su escopeta y le apunto con intención de dispararle. Éste, aterrado, le suplico por su vida y le ofreció revelarle la razón que había llevado a la aldea a la austeridad si no lo mataba. Brit acepto y el zorro le explicó que la culpa era de las otras aldeas que daban mucho menos de lo que recibían. También convenció a Brit de que los forasteros que se habían instalado en su aldea se estaban aprovechando de los recursos sin dar nada a cambio y que estaban corrompiendo la identidad del lugar.

Brit entro en furia y sin recapacitar demasiado se reunió con los aldeanos y les comunico lo que el zorro le había relatado. Tras intentar negociar con las demás aldeas mejores condiciones y después de convocar una votación general sobre el asunto, los aldeanos decidieron terminar con aquella unión de libre intercambio y movimiento y echar a todos los que no eran originarios del lugar. En poco tiempo en la aldea se volvió a comer solo pollo, se impusieron las viejas costumbres y una vez más se quedó aislada entre las montañas, pero esta vez sin posibilidad de nuevos horizontes.

Después de aquello, una noche Brit se sentó en el porche de su granja para contemplar las estrellas. De repente, escucho un ruido extraño en el granero que no pudo distinguir y pensó que alguno de los lugareños forestaros había vuelto a robarle. Cogió su escopeta, camino entre la oscuridad hacía el lugar de donde provenían los ruidos y sin pensarlo disparo a un bulto que se movía. Al cabo de unos minutos se acercó para descubrir a su fiel y amado perro muerto con un zorro herido entre los dientes.

Reino Unido, tierra de inmigrantes

Reino Unido, tierra de pasado colonial, de inmigración y de diversidad cultural, se ha ido construyendo a lo largo de las décadas a través de la llegada de personas de todas partes del globo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el vasto imperio británico se fue desmantelando, sus colonias poco a poco obtuvieron la deseada independencia y como herencia se creó la Commonwealth. Una organización intergubernamental que tenía como objetivo la cooperación entre Reino Unido y sus antiguas colonias, lo cual facilitaría la inmigración al país principalmente desde India, el sudeste asiático, Oceanía y Caribe. Este flujo migratorio fue promovido por el gobierno británico debido a la urgente necesidad de mano de obra para reconstruir el país tras la Segunda Guerra Mundial. Sus llamamientos atrajeron a miles de personas especialmente caribeños e hindús en los 50 y 60. A estas filas trabajadores también se unirían polacos y ucranianos desplazados durante la contienda mundial, y más tarde refugiados húngaros y somalís escapados de las guerras civiles en sus países de origen. El progresivo aumento de la población extranjera hizo que las leyes de inmigración se fueran endureciendo. Sin embargo, la sociedad británica ya contaba con una población de gran diversidad étnica y multicultural.

Aunque la incorporación de inmigrantes al mercado laboral británico fue la clave para la reconstrucción de un país devastado por la guerra y su posterior avance económico, no siempre han sido aceptados por la sociedad británica. Numerosos casos de discriminación y ataques racistas se han ido sucediendo a lo largo de las décadas hasta la actualidad. Al mismo tiempo, esta situación se vio contrarrestada desde los años 70 mediante el desarrollo de una serie de leyes de protección. Como resultado el Acta de Igualdad de Oportunidades de 2010 intenta asegurar la ecuanimidad frente a cualquier tipo de discriminación por raza, religión, edad, sexo, discapacidad u orientación sexual. Como en nuestra fabula, en la aldea se consiguió convivir en una relativa tranquilidad a pesar de las diferencias de una sociedad multirracial y cultural.

Unión entre uniones

Otra de las consecuencias derivadas de las dos grandes contiendas mundiales fue la intención de crear una unión de países europeos para evitar futuras guerras. El primer ministro británico Winston Churchill defendió esta idea en un discurso en la universidad de Zúrich en 1946. Cinco años después comenzaron a firmarse los primeros tratados para constituir lo que hoy conocemos como la Unión Europea. Esta unión ha ido construyéndose y ampliándose a lo largo de los años, aunque no sin dificultad, pasando de los 6 miembros iniciales a los actuales 28. Numerosas y difíciles negociaciones y tratados permitieron establecer el Mercado Único Europeo basado en cuatro libertades: la libre circulación de productos, capital, servicios y personas.

Reino Unido se incorporaría a la unión en el 73 secundando su permanencia a través de un referéndum dos años más tarde. Desde entonces las relaciones entre Reino Unido y la UE se han caracterizado por constantes discrepancias, arduas negociaciones y concesiones. Tras el Acuerdo de Schengen de 1995 se inició la eliminación de fronteras internas entre los estados de la unión. Gran Bretaña e Irlanda no se adhirieron a este acuerdo. En 1998 Reino Unido volvió a decidir mantenerse fuera de Unión Económica y Monetaria y la consecuente implantación del euro como moneda única. En 2011, Reino Unido fue el único miembro de la Unión que prefirió rehusar el acuerdo presupuestario europeo para apoyar a la Eurozona en su intento por salir de la crisis económica.

Un año más tarde en 2012, todavía en época de crisis y recesión, el presidente conservador David Cameron presenta por primera vez la posibilidad de realizar un referéndum para que Reino Unido se separe de la Unión Europea. En 2015, el parlamento británico concede el permiso para celebrar el referéndum y el presidente se compromete a llevarlo a cabo. A finales de ese mismo año, Reino Unido expone sus demandas a la Unión Europea entre las que se solicita un mayor control nacional sobre las leyes europeas, una menor regulación en el mercado único y la restricción de beneficios a los trabajadores europeos como medida para frenar elevada inmigración.

A pesar de que la UE le concede gran parte de sus peticiones, como la restricción de los derechos de los trabajadores europeos a través del llamado “mecanismo de alerta”, el referéndum determinaría la decisión final. El 21 de junio de 2016 los resultados muestran que el 51,9% de los ciudadanos del Reino Unido votaron salir de la UE. Así, una etapa de la historia europea se cierra para abrir un nuevo capítulo todavía incierto. Pero, ¿por qué se decidió celebrar el referéndum en ese momento?, ¿qué estaba pasando en Reino Unido para tomar tal decisión? Retrocedamos en el tiempo hasta el momento de las no desavenencias.

De la prosperidad económica a la austeridad

Como en nuestra fábula, existió un periodo de prosperidad. Durante 15 años consecutivos, entre 1997 y 2008, la economía británica experimentó un constante crecimiento convirtiéndose en la nación europea más rica. Una política económica neoliberal, ya iniciada en los 80 por Margaret Tatcher, basada en la liberalización financiera, la privatización de servicios e industrias públicas, la desregularización del mercado laboral y la desprotección social, fue la clave de éxito. La libre circulación de productos, bienes, servicios y personas que la UE ofrecía favorecieron la prospera tendencia y contribuyó a cubrir la demanda de trabajadores.

En 2004, 10 nuevos países de Europa de Este se incorporaron a la Unión. Muchos de los antiguos miembros restringieron temporalmente el acceso a los trabajadores europeos por miedo a una oleada masiva de inmigración. Sin embargo, Reino Unido no se sumó a estas medidas de precaución sino que, por el contrario, daba la bienvenida a los recién llegados, tan necesarios para poder satisfacer la necesidad de mano de obra de una economía en auge. Incluso durante esta época hubo un acercamiento del Reino Unido a la UE. En 2005, el presidente Tony Blair expresó la posibilidad de unirse al euro si se daban las apropiadas condiciones económicas en un futuro, y en 2008 el parlamento británico aprobó el Tratado de Lisboa, un proyecto para asegurar el mejor funcionamiento de la Unión.

El plan tramado por los zorros había sido todo un éxito. Fue una época prospera en la que ni la inmigración europea ni la política de la UE eran un problema para Reino Unido. Un crecimiento económico que si bien engroso los bolsillos de los más ricos, también incrementó el nivel de pobreza y desigualdad en el país. Desde que las medidas económicas neoliberalistas comenzaron a implantarse a principios de los 80, el número de personas en el umbral de pobreza casi se duplicó alcanzado a 13 millones y medio de británicos. Pero lo peor estaba por venir, la crisis financiera mundial también golpearía fuerte en el Reino Unido y acabaría con el espejismo de un constante e inquebrantable crecimiento económico.

La crisis financiera iniciada en Estados Unidos en 2008 con el estallido de la burbuja inmobiliaria se extendió como la pólvora a los países europeos. En Reino Unido, como en otros estados miembros, el gobierno tuvo que salir al rescate para evitar que el sistema bancario colapsara. La recesión económica con la caída estrepitosa de la libra esterlina y la vertiginosa pérdida de empleo fue el comienzo de una nueva época caracterizada por una austeridad que todavía continúa. Las elecciones del 2010 establecen un gobierno de coalición entre los partidos Conservador y Laboralista británicos, con el líder conservador David Cameron como Primer Ministro. Empiezan a imponerse una serie de medidas de austeridad para intentar estimular la economía y reducir el déficit. Se aplican los mayores recortes de gastos públicos desde la Segunda Guerra Mundial en servicios sociales como en la sanidad, la educación, ayudas al desempleo o a los menos favorecidos.

¿Quiénes son los zorros?

Estos recortes por parte del gobierno de coalición británico han provocado el incremento acelerado del desempleo en el sector público, afectando especialmente a las mujeres, quienes constituyen el 68% de esta mano de obra. Como consecuencia el poder adquisitivo ha disminuido, la ventas al por menor han caído, las economías locales se resienten, las deudas y la imposibilidad de cumplir con pagos de hipotecas han aumentado y cada vez más personas viven al borde de la pobreza. Sin embargo, mientras que la población obrera ve como sus salarios se devalúan, las grandes corporaciones engrosan sus ganancias. Son los beneficios de la privatización de grandes sectores de la economía, la progresiva desregularización de los mercados, la estratégica evasión de impuestos corporativos y la restricción de la voz de los sindicatos.

Por otro lado, la crisis también trajo una nueva oleada de inmigración europea al Reino Unido. A los ciudadanos que fueron llegando tras la ampliación de la Unión Europea en 2004 y la incorporación de Bulgaria y Rumanía en 2007 se han ido sumando miles de europeos del resto de países miembros que intentan escapar de la crisis y de un futuro incierto. Durante la última década, la inmigración europea ha ido en aumento aproximándose en número, 270.000 personas, a aquellos provenientes de otros países no europeos, 277.000, a finales de 2015. La cifra total de inmigrantes alcanza las 630.000 batiendo records históricos. De esta forma, a aquellos que en épocas de prosperidad se les daba la bienvenida, en tiempos de crisis se convierten en un polémico y grave problema.

En este paisaje de austeridad, recortes, inseguridad social y masiva inmigración europea, no es de extrañar que ciertas ideas xenófobas y partidos políticos anti europeístas hayan adquirido gran popularidad. Es el caso de UKIP, Partido de la Independencia del Reino Unido, liderado por Nigel Farage desde el 2006. En los últimos años este partido ultraconservador ha ido ganando apoyos obteniendo mayor representación tanto en el Parlamento Europeo como en las últimas elecciones británicas del 2015. Su objetivo principal es que Reino Unido abandone la UE. De ahí que el UKIP haya sido el gran patrocinador de la campaña a favor del Brexit durante el referéndum del pasado junio. Sus argumentos insisten en que la UE impone regulaciones y costes excesivos en contraste con lo que el país recibe a cambio. También defienden la idea de recuperar el control de sus fronteras, disminuir la cantidad de inmigrantes con los mismos derechos a los ciudadanos británicos y las ayudas que estos reciben del gobierno. Asimismo, abogan por recuperar su soberanía y la identidad cultural británica basándose en su distinción cultural e histórica con respecto a Europa.

Un país dividido, un futuro incierto

Esta campaña de tintes xenófobos y claramente anti europeísta consiguió un gran apoyo popular, en especial en localidades rurales sin precedentes migratorios, donde se habían asentado numerosos europeos del este tras la ampliación de la UE, como demostraron los resultados del referéndum. Las consecuencias a largo plazo de esta decisión del pueblo británico todavía están por determinarse, sin embargo ya se pueden observar algunos de los efectos de la separación. Incertidumbre económica, depreciación de la libra, huida de empresas, división y enfrentamientos entre la ciudadanía, aumentos de ataques y disturbios racistas… son solo el atisbamiento de una nueva era para Reino Unido y Europa.

Una nueva era que comienza con una separación, pero no sólo a nivel político o económico sino también entre los que conforman un país, los que supuestamente decidieron, el pueblo. Hay quienes persisten en la ruptura, convencidos de que la Unión les robo su identidad y riquezas; son aquellos que piensan que su subsistencia depende del cierre de las fronteras a los que un día ayudaron a construir sus casas. Hay quienes sufren los ataques y desprecios de estos temerosos; son aquellos que, como el amado perro de Brit, se ven vapuleados por sus coetáneos por parecer o ser extranjeros. Hay quienes hace generaciones llegaron para asentarse y, encerrados en su miedo y confort, se sienten amenazados por sus semejantes, son aquellos que se niegan a otorgar la oportunidad que una vez se les brindó. Hay quienes dudan, no saben la razón que les llevó a colocar aquel voto en la urna y sorprendidos por las consecuencias buscan explicaciones a deshoras; son esas miles de personas que teclearon ¿qué es la UE? tras los resultados. Hay quienes se arrepienten y en su común retractación se unen para pedir una segunda oportunidad, un segundo referéndum; son el movimiento Breget. Hay quienes lo tuvieron claro y se mantuvieron fieles al refrán “la unidad hace la fuerza”; son, por ejemplo, miles de escoceses. Hay quienes no tuvieron voto y tienen que resignarse y aceptar lo que otros decidieron; son los jóvenes menores de 18 años que no podrán descubrir su continente libremente. Hay quienes siendo parte del reino no tuvieron voz; son aquellos cientos de europeos que viven y contribuyen al país desde hace décadas. Hay quienes con pasaporte británico no pudieron pronunciarse; son aquellos millones de ingleses que residen fuera. Hay quienes persisten en expresarse y ser personas del mundo; son aquellos que se reflejan en el lema que adorna los subterráneos londinenses: “La dignidad no tiene nacionalidad”.