El acontecimiento artístico del año, al menos en Europa, ha sido la creación de Dismaland, parque temático por tiempo limitado, de la mano del artista contemporáneo más influyente, Banksy. En él han participado 58 artistas elegidos por el propio anfitrión, entre los que están Jimmy Cauty, Paco Pomet, Robin Gunningham, Nettie Wakefield, Shadi Alzaqzouq y Axel Void entre otros. El parque y sus obras estaban dedicados realmente a la creación de un arte de protesta, denuncia social y conciencia.

Este acontecimiento artístico, en lo que al arte se refiere, se enmarca dentro de aquello que conocemos como Street Art, una práctica que saca el arte de dentro de las salas de museos y galerías para exhibirlo públicamente a pie de calle, donde todo el mundo queda sujeto a participar de la experiencia, a veces de manera espontánea, a veces de forma activa. Esto sin duda contribuye a divulgar el arte separándolo de ese cierto elitismo que puede tener lugar en ocasiones en los circuitos más “oficiales”. Además, esta práctica suele ir de la mano de la denuncia social y política, expresándose a menudo como la “voz del pueblo”, siendo común en sus temáticas, el retrato de personajes locales, como por ejemplo en obras de C215, Os Gemeos, Vhils o Berok.

Gracias a la época dorada que está viviendo en cuanto a aceptación pública, influencia y seguimiento, se conocen muchísimos artistas que desarrollan esta “nueva” disciplina, muy rica en cuanto al desarrollo de su arte y sus técnicas.

Una vez dejado de lado el manido debate de si es arte o vandalismo –el graffiti es una técnica y el arte lo hacen los artistas-, existen verdaderos talentos dentro de esta práctica que cuenta, por suerte para nosotros, con varios nombres españoles, entre ellos el Niño de Las Pinturas, Boa Mistura, Pejac, Suso 33, Man-o-Matic, El Tono y más. Y esta es una simple excusa para hablar de otro artista de este lenguaje, el jienense Belin.

Belin es la ventana tecnológica a la obra del artista del mismo nombre. De él se puede leer en cuanto a datos biográficos que es de Linares y que su talento le ha llevado al reconocimiento mundial. Como baremo de este reconocimiento, Belin es uno de los pocos artistas del graffiti con sponsor, de mano de la casa 'Montana Cans', habiendo creado incluso nuevos colores para los mismos. Esta ventanita permite apreciar sus trabajos dentro del mundo del graffiti, de la escultura y dentro de la pintura en su concepto más tradicional, que termina siendo expuesta en las paredes de las galerías (creando un círculo de exhibición de la obra en exterior-interior, cada vez más común en la obra de los artistas graffiteros). Internet permite que el espectador conozca prácticamente toda la evolución de este artista, dejando apreciar los cambios temáticos y el desarrollo de su arte, que aglutina a lo largo del tiempo diferentes conceptos como surrealismo, animaladas, tecnología, las ilusiones ópticas creadas a través de la pintura y nuevas temáticas.

Sus primeros pasos parten prácticamente desde el mismo punto de partida que el del resto de los graffiteros, bombardeando con letras las superficies urbanas. Éstas, las letras y los retratos pueblan la mayoría de sus pequeños mundos creados en paredes. La cosa se pone interesante a partir del 2004 donde se aprecia no sólo la mejora en la calidad del dibujo y sobre todo del retrato, sino también en la introducción de un motivo decorativo, una señal que haga la diferencia, un marco, una perspectiva diferente. Crea retratos, a menudo impresionistas, pero no queda en una revisión de antiguos lenguajes técnicos, ya que también se hace eco de las nuevas tecnologías, pues a menudo sus motivos se asemejan a composiciones más propias del diseño gráfico, marcando diferencias cromáticas que ayudan en la riqueza compositiva. También crea marcos que introducen distintos planos de realidad, dialogando el muro soporte con la pintura y con la ilusión de soporte pintado.

Tanto es así, que para 2005 ya deja la boca abierta gracias a una peculiar mezcla de realismo fotográfico, a veces caricaturesco, y dibujos de tintas planas bidimensionales que no rompen la ilusión, sino que la acrecientan, mezclando conceptualmente a través de la pintura técnicas muy diversas. Esto se crea mediante un refinado gusto por el detalle que parece alcanzar sus mejores cotas en el retrato de personas mayores (nunca ancianos, ya que exudan vitalidad) con los motivos decorativos de sus ropas bien definidas, gracias no sólo a lo plano de sus estampados sino también por el grueso perfil negro. Esto, a la par que lo relaciona con el graffiti de los primeros tiempos, también hace pensar en otros lenguajes de comunicación gráfica como el cómic.

No es extraño encontrar gente mayor en la obra de Belin, unas caras agrietadas por el tiempo pero no por ello cansadas o malhumoradas, sino todo lo contrario, llenas de vitalidad y humor, algunas viviendo casi una segunda juventud, y con un cierto encanto inocente, a pesar de que sus arrugas sean testigos de su experiencia. Sus niños, por otro lado, son extraordinariamente ricos, tanto en texturas, como en expresión, morfológicamente, y un largo etcétera. Lo cierto es que la obra de Belin posee tanto brillo en el más puro sentido vital que todas las edades del hombre pueden convertirse en cualquier punto en una celebración de la vida, ya que a cualquier edad se grita, se juega, se expresa y se disfraza.

Sus trabajos expuestos en galerías mezclan técnicas y estilos en una constante evolución de su arte, que le lleva tanto a deformaciones de la figura humana como a la hibridación, pero también, y de manera muy marcada, pasa por una revisión de las artes y los artistas del pasado. Su relación con el arte y su historia es tan íntima que no sólo practica diversas técnicas como el anteriormente mencionado impresionismo, sino que la investigación de distintos puntos de vista al más puro estilo cubista dentro de una misma superficie tiene lugar también en su obra, desintegrando el espacio y reconstruyéndolo en distintos niveles. En él, el cubismo alcanza la tercera dimensión de una forma real y física, representando estos diversos puntos de vista en distintos soportes que une, a su vez, en forma de collage para conformar una sola imagen que bascula entre estos dos mundos picassianos, conociendo, asimilando, reconvirtiendo y renovando distintos géneros y distintos universos, pues también posee mucho de surrealismo.

Este surrealismo se aprecia no únicamente en la libre asociación de muchas de sus ideas y conceptos, en la creación de mundos posibles sólo en la imaginación y exteriorizados a través del poder de la pintura, sino que también sus deformaciones poseen algo en común con artistas como Dalí. Aunque si en éste estas deformaciones parecen deberse a su existencia en estos mundos fantásticos, en Belin da la impresión que responden, por un lado, a una economía de recursos en cuanto a pintadas en la pared y, por otro lado, a un concepto situado en el lado diametralmente opuesto a éste, a una constante búsqueda del más allá, a un reto constante contra la técnica y contra sus propias capacidades, al más difícil todavía. Sin embargo, su gran talento hace que rápidamente lo más difícil se convierta en fácil, así que termina saliéndose del marco, y dándole al hiperrealismo nuevas formas deformadas.

Con el paso de los años continúa explorando el soporte y la ilusión pictórica, el 2D, y el 3D, estirando sus figuras, deformándolas y creando también seres híbridos, proporcionando sensaciones y texturas. El disfraz le permite crear distintos planos y hacia el 2008 sus pinturas se pueblan de seres extraños y extraordinarios y de caricaturas y/o retratos, introduciendo una especie de anormalidad en lo común, creando una ilusión de realismo en seres fantásticos.

Con el tiempo se harán común en sus retratados los coloretes y las máscaras, que le sirven para crear series como “Superhéroes en crisis” o “Superhéroes enfadados”, retratos de gente de la calle o personajes históricos, que llevan esta máscara como señal de que todos llevamos un superhéroe dentro. En estas series emplea diferentes técnicas pictóricas, como el uso de la pintura acrílica, técnicas mixtas sobre tabla y spray sobre lienzo, lo que siempre enriquece el grueso de su obra.

Los campos de acción del arte parecen estar determinados a salir a la calle y definitivamente Belin es un disfrute para aquellos que gocen del buen hacer, pudiéndose haber visto su obra en diversos países como Italia, Reino Unido, Alemania, Holanda, Estados Unidos, México o Brasil.