El paso del tiempo y la danza de la naturaleza con las estaciones fueron sentidos muy de cerca por la gente medieval, cuyo sustento y bienestar dependían de ellos.

No obstante, durante muchos siglos, el conocimiento fue en gran medida local, y diversas historias y creencias llenaban el vacío dejado por la ignorancia científica.

Pero entonces llegó el Renacimiento y, con él, la exploración y una renovada curiosidad científica: la necesidad de medir, registrar y comprender la naturaleza, la estacionalidad, el paso del tiempo y el lugar de la humanidad en un mundo en crecimiento.

Todo esto estaba intrínsecamente vinculado con el arte, por supuesto, dado su potencial para capturar la naturaleza y momentos en el tiempo en un sentido estético y documental: el arte por el arte, el arte como demostración de la habilidad del artista y también el arte como portador y diseminador de información.

¿Cómo se relacionaban las personas en el Renacimiento con la naturaleza y el tiempo? ¿Cómo se plasmó visualmente esa relación en el arte? ¿Qué papel desempeñaron en este contexto las numerosas y fascinantes series de las estaciones o los meses producidas en la época?

Estas son algunas de las preguntas que siguen siendo válidas 500 años después, y que tratan de responder objetivamente los investigadores y curadores europeos mediante la exposición abierta desde marzo en Viena por el Kunsthistorishes Museum, titulada Arcimboldo – Bassano – Brueghel: El Tiempo de la Naturaleza.

La exhibición de más 140 obras curada por la historiadora Francesca Del Torre Scheuch, que incluye obras maestras de Pieter Brueghel el Viejo, Giuseppe Arcimboldo, Jacopo y Leandro Bassano, así como de muchos otros artistas innovadores del siglo XVI, como Alberto Durero y Leonardo Da Vinci, examina la conexión entre el ser humano y el medio ambiente en la Europa del siglo XVI, la intersección entre los aspectos histórico-artísticos de las obras y su contenido, así como las intenciones de los mecenas que las encargaron.

De hecho, analiza no solo el tipo de producción artística, sino también su contexto: la conexión entre lo retratado y el entorno sociocultural e intelectual imperante.

Por ello, entre las obras maestras pintadas, esculpidas o tejidas también se encuentran, por ejemplo, dispositivos científicos, globos terráqueos, manuscritos, grabados, calendarios y objetos similares que ilustran cómo el ser humano ha buscado orientarse y encontrar su lugar en el mundo.

Todos son medios para el estudio que favorecieron la representación de la naturalia, es decir, de "lo natural" o "lo propio de la naturaleza", una tendencia que alcanzó su apogeo en el siglo XVI y coincidió con la incipiente Revolución Científica que constituyó una piedra angular de la cultura visual renacentista.

Estas representaciones no solo sirvieron como herramientas clave para la difusión del conocimiento, sino que también proporcionaron ilustraciones claras y comprensibles para los tratados académicos. Así, la ciencia dependía del arte para documentar la naturaleza en su rica variedad.

Desde los Médici hasta el emperador Rodolfo II, ilustraciones, dibujos, grabados y pinturas de este tipo circularon libremente en las cortes principescas europeas, alimentando la curiosidad de mentes artísticas y científicas por igual. Así, los grandes artistas del Renacimiento utilizaron la naturaleza, la estacionalidad y el tiempo como motivos útiles en su proceso y expresión creativa.

Bassano y la Pastoral Bíblica

La fascinante serie de pinturas de los meses de Leandro Bassano, procedente de las colecciones del Kunsthistorishes Museum de Viena, desempeña un papel central en la exposición.

No obstante, en su colección se albergan 80 obras de la familia Bassano, la mayor en el mundo.

En sus Maraviglie dell’Arte, publicadas en 1648, el pintor y experto en arte veronés Carlo Ridolfi informó que Jacopo Bassano, artista activo en la región entre Bassano del Grappa y Venecia hasta finales del siglo XVI, envió al emperador Rodolfo II 12 pinturas que representaban los meses del año.

Este impresionante ciclo pictórico del Renacimiento tardío ofrece numerosos hallazgos histórico-artísticos, sugerencias y perspectivas sobre los diversos contextos culturales, ideales para su presentación visual en una exposición.

Estas pinturas de gran tamaño estaban destinadas a residencias aristocráticas y, con su imponente formato, siguen impresionando hoy en día.

Su vibrante narrativa se enriquece con una multitud de objetos representados con precisión y utensilios—auténticas piezas de una naturaleza muerta— e iluminadas con vibrantes colores.

Estas obras son ciertamente únicas en la pintura veneciana y sirven de referencia para las obras de los meses posteriores.

Todas las pinturas están firmadas por Leandro, el tercer hijo de Jacopo Bassano, y aun así deben considerarse producto del taller familiar.

Para comprender la importancia de estas creaciones, es necesario examinar con más detenimiento la personalidad del padre, el ingenioso artista y fundador del taller. Hoy en día, es menos conocido por el público general que sus famosos colegas artistas, Tiziano Vecellio, Jacopo Tintoretto y Paolo Veronese.

Sin embargo, fue tan conocido y apreciado en los siglos XVI y XVII que toda colección importante de los siglos citados debía incluir pinturas de Bassano.

Los Médici, el emperador Rodolfo II, el archiduque Leopoldo Guillermo, los gobernantes de Francia y España, así como la aristocracia inglesa, coleccionaron cuadros de esta familia de pintores hasta bien entrado el siglo XVII.

El auge de un nuevo género contribuyó a su éxito: la pastoral bíblica, en la que se representaban episodios de la Biblia en entornos rurales.

La curaduría rastrea mediante la amplia exhibición de estas obras las razones del desarrollo de este tema, antiguo pero novedoso, reconstruyendo el contexto cultural del que surgió y situando sus raíces en la nueva visión de la naturaleza que se estaba consolidando en toda Europa a principios del siglo XVI.

Estos grandes lienzos sorprenden y deleitan al espectador con sus representaciones de paisajes, animales, frutas, aperos agrícolas y actividades rurales y ofrecen, además, una perspectiva única de la vida cotidiana en los territorios de la República de Venecia durante el Renacimiento.

En criterio de la curadora e historiadora, Francesca del Torre, “este enfoque revela un mundo cultural altamente interconectado que intercambiaba ideas y conocimientos constantemente gracias al desarrollo de la edición y, posteriormente, del libro ilustrado”.1

La exposición, organizada en 11 secciones, comienza con “una nueva forma de ver la naturaleza” mediante el óleo de 1568 El pastor durmiente de Jacopo Bassano, que aborda de forma impactante los temas principales de la exposición: naturaleza y humanidad.

Junto a ella, se exhibe la conmovedora escena del relieve romano de fines del siglo I antes de Cristo, de la Fuente Grimani, con la representación de una oveja con un cordero en un paisaje bucólico, que testimonia el amor de la cultura de tiempos del cesar Augusto por la naturaleza.

Mirar de nuevo la naturaleza

Desde finales del siglo XIV, se desarrolló una nueva conciencia de la naturaleza en las cortes del valle del Po y Lombardía, donde el estilo gótico internacional se había afirmado.

Giovannino de Grassi, pintor de varias cortes del norte de Italia, recopiló representaciones de animales en su cuaderno (Taccuino), que como obra histórica salió por primera vez de Italia desde 1948 para exhibirse en Viena.

Las imágenes incluidas en esta obra son sofisticadas y, al mismo tiempo, extraordinariamente modernas, ya que están representadas del natural.

Casi al mismo tiempo, el conocimiento sobre el mundo animal y vegetal, así como sus propiedades terapéuticas, se difundía por toda Europa y fue recopilado y sistematizado las obras enciclopédicas de carácter médico conocidas en el medioevo como Tacuina sanitatis.

Estas publicaciones describen, no obstante, las características y los efectos de las plantas, tanto con palabras como con imágenes, y se presenta su uso por parte de los seres humanos.

Por ello, este conocimiento se incorpora en las representaciones de las cuatro estaciones y los 12 meses del año centrados en las labores agrícolas, la ganadería y el uso del ganado.

Además del conocimiento práctico de la Tacuina, la sistematización del conocimiento botánico se puede observar en los herbarios magníficamente ilustrados del valle del Po.

El texto y las ilustraciones que lo acompañan, aunque todavía esquemáticos, presagian lo que se perfeccionaría en el siglo siguiente con la llegada de la ilustración científica.

A principios del siglo XVI, la naturaleza adquirió un nuevo significado en las obras de dos destacados artistas: Da Vinci y Durero.

Leonardo da Vinci se había dedicado a la representación de flores, animales y fenómenos naturales desde su juventud, y la creación de estas imágenes fue fruto de una minuciosa observación.

Su extraordinaria capacidad creativa, que floreció bajo la influencia del gótico internacional, se desarrolló aún más durante su estancia en Milán, donde encontró un entorno fértil y una marcada sensibilidad por la naturaleza.

Las dos magníficas láminas de la Biblioteca Real de Windsor —estudios preparatorios para las flores y plantas de Leda y el cisne, pintadas en Milán— muestran cómo la reproducción precisa de los elementos naturales se acompaña de una profunda comprensión de los valores atmosféricos, expresada en un delicado claroscuro, resultando en pura poesía.

Leonardo dejó tras de sí no solo pinturas y dibujos, sino también una representación de una magnífica vegetación ingeniosamente entrelazada que parece sustituir partes de los elementos arquitectónicos de la Sala delle Asse del Castillo Sforzesco en el que Leonardo trabajó bajo el patrocinio de Ludovico Sforza, el duque de Milán, realizando pinturas y diseñando elementos decorativos.

Además, se le atribuye el diseño de una red de túneles que podrían haber formado parte de las defensas militares del castillo.

Contemporáneo de Leonardo, Alberto Durero capturó las maravillas de la naturaleza en sus dibujos con meticulosa precisión, creando representaciones de un atractivo particular que a menudo desarrolló en sus pinturas y grabados.

El Ramo de Violetas y el brillante plumaje de la Carraca Europea Muerta evidencian no solo su maestría artística como pintor, sino también su interés por la naturaleza y su exploración.

La precisión del dibujo de sus representaciones realistas convirtió a Durero en un modelo a seguir para sus numerosos sucesores, quienes reprodujeron sus estudios y proporcionaron material para ilustraciones científicas.

Un ejemplo de ello son los comentarios sobre la Materia médica de Dioscórides, que fueron publicados primero en latín y posteriormente en italiano por el médico sienés Pietro Andrea Mattioli, quien también trabajó al servicio de los Habsburgo. Estos comentarios se complementaron con más de 500 ilustraciones en la edición de 1554.

Por otra parte, Conrad Gessner añadió ilustraciones a su enciclopedia de cinco volúmenes, Historia animalium (1551-1558), que a su vez fue utilizada como fuente por artistas que buscaban representar animales en sus pinturas.

Esto completó un proceso esencial. Las ilustraciones se convirtieron en un complemento indispensable de los textos, ilustrando claramente la diversidad característica de las plantas y las formas animales.

El mundo, con todos sus fenómenos y habitantes, se había convertido en objeto de investigación y estudio, y el arte en un instrumento útil para la difusión del conocimiento.

Por ello, no debe extrañar que numerosos artistas, como Giorgio Liberale, Giuseppe Arcimboldo y Jacopo Ligozzi, pusieran su arte a disposición de académicos, naturalistas y coleccionistas de curiosidades como Ulisse Aldrovandi, de Bolonia, un diligente científico que mantuvo contacto con colegas de toda Europa, con quienes intercambió información, descubrimientos, curiosidades e ilustraciones.

Venecia como referente

Como ciudad estratégica para el comercio en el Mediterráneo y con Oriente, Venecia fue durante siglos un lugar de encuentro de culturas, un espacio de desarrollo y difusión del conocimiento a través de la publicación y la cartografía, un lugar de intercambio y distribución, no solo de bienes valiosos, sino también de curiosidades, animales, plantas y esencias que llegaban al puerto.

Los Tres Filósofos de Giorgione, presente en la muestra, dan testimonio de este encuentro cultural y del marcado interés por la ciencia de la aristocracia veneciana.

Un verso proveniente de un poema latino conocido en el renacimiento apareció en la pintura de Giorgione alrededor de 1520, y dice: "Vive de las obras de la mente; la muerte se encargará de todo lo demás".

Los tres hombres representados parecen reunidos en un paisaje evocador para ocuparse en las obras de la mente. Al menos eso es lo que sugieren los instrumentos matemáticos y los escritos astronómicos que portaban en sus manos.

Esto nos lleva a los temas de astronomía y cartografía, junto con objetos extraordinarios como los magníficos Mapas del Cielo de Alberto Durero (1515).

En estas representaciones observamos el firmamento desde arriba. Los 12 signos del zodíaco se pueden ver en el arco del cielo norte. En las esquinas, vigilando, están cuatro precursores de la astronomía. El cielo austral, menos conocido en Europa, está mucho más vacío.

Los mapas de Durero sirvieron de base para las versiones impresas de los globos celestes tridimensionales de Gerhard Mercator, que también se exponen en la muestra.

Hacia finales del siglo XV, se desarrolló una particular sensibilidad por el paisaje, tanto en la literatura como en el arte, en los territorios de la República de Venecia.

La obra literaria Arcadia de Jacopo Sannazaro (1504) inspiró no solo la poesía, sino también la pintura. Celebraba el paisaje rural en imágenes que atestiguaban la armonía entre el hombre y la naturaleza, que conocemos por los versos de Virgilio. Sobre el tema pastoral en el paisaje hemos apuntado su influencia en la pintura paisajista romántica.2

El apacible paisaje veneciano encuentra eco en las pinturas de Giovanni Bellini, Giorgione y Tiziano.

Los sutiles dibujos de Tiziano, difundidos en xilografías y grabados icónicos, como el Paisaje con la lechera, fueron cruciales para el desarrollo de la pintura de paisajes en Venecia en el siglo XVI.

A finales del siglo XV y principios del XVI, floreció el interés por la representación de las cuatro estaciones como personificaciones basadas en la iconografía de la antigüedad clásica.

Hasta entonces, predominaban las representaciones de los 12 meses, que se adaptaban mejor a las necesidades decorativas de los entornos monumentales.

Estrechamente vinculadas a la tradición cristiana, estas imágenes adornaban los portales de las catedrales, así como los espacios cortesanos en forma de tapices y frescos.

Tres innovadores de las estaciones

A mediados del siglo XVI, los tres protagonistas de la presente exhibición en Viena, Pieter Brueghel “El Viejo”, Giuseppe Arcimboldo, y Jacopo Bassano, exploraron, casi simultáneamente, la relación del hombre con la naturaleza en representaciones sobre el tema de las estaciones.

Como intérpretes de un nuevo espíritu de la época, llevaron las estaciones a las paredes de espacios íntimos destinados a la conversación y al intercambio intelectual.

Las Estaciones de Pieter Brueghel “El viejo” (1525-1569), pintadas para la finca del empresario y coleccionista Nicolaes Jongelinck, asignan un papel central al paisaje y, por ende, a la naturaleza.

El paisaje, impregnado de luz y atmósfera, es el verdadero protagonista de sus representaciones de las estaciones. Allí, los seres humanos parecen sumergirse en sus actividades estacionales y fundirse con él.

El Ciclo de las Estaciones es la única serie verificada de pinturas de Pieter Brueghel "el Viejo".

Desde principios del siglo XX, las pinturas se han conocido tradicionalmente como El Día Sombrío (principios de primavera, la pintura de la primavera se ha perdido), La Siega del Heno (principios de verano), Los Segadores (finales de verano), El Regreso del Rebaño (otoño) y Cazadores en la Nieve (invierno).

En cada una de las obras del ciclo, Brueghel guía al espectador en un proceso paso a paso a través de cada paisaje.

Así, por ejemplo, en su óleo sobre madera de 1565, El regreso del rebaño, los campesinos en primer plano conducen un rebaño de vacas de vuelta al valle; la vendimia, que tradicionalmente tiene lugar en otoño, se extiende a media distancia, y las oscuras nubes de lluvia presagian la época fría del año.

Este ciclo constituye el punto culminante de su obra y un hito en el desarrollo de la pintura paisajística europea.3

La división del año en seis cuadros, que hoy resulta extraña, era una forma común de dividir el ciclo anual en los Países Bajos, ya que, en aquella época, se distinguían el comienzo de la primavera y la plenitud de la primavera, al igual que el comienzo del verano y el pleno verano.

La serie de las estaciones de Brueghel fue pintada en 1565, cuando el pintor (probablemente tenía más de 35) ya estaba establecido en Bruselas.

El género siempre se había considerado una de sus principales áreas de interés, primero como dibujante durante sus viajes por Italia, y más tarde como pintor.

Según el biógrafo y pintor neerlandés Karel van Mander, los dibujos que Brueghel realizó durante su viaje a Italia (1552-1554) y los grabados posteriores fueron decisivos para su precisa representación de la naturaleza.

Van Mander describe estas representaciones con elogios:

Dibujó muchas vedute [se refiere a una pintura muy detallada, generalmente a gran escala] de la naturaleza durante sus viajes, tanto que se decía que, cuando estaba en los Alpes, se tragaba todas las rocas y montañas y las volvía a escupir sobre lienzos y tablas de pintura al regresar a casa; tan cerca estaba de la naturaleza en este y otros aspectos”.4

Giuseppe Arcimboldo (1526-1593), por su parte, optó por la iconografía cortesana tradicional de la personificación, diseñando sus cabezas compuestas como alegorías de los elementos que caracterizan cada estación.

En sus obras vienesas, Arcimboldo celebra la dinastía de los Habsburgo y a sus gobernantes como factor de equilibrio y continuidad, lo que se refleja en la naturaleza cíclica de las estaciones.

Johann Neefe, médico de Augusto de Sajonia, confirmó los ambientes cordiales en los que se disfrutaban las obras de Arcimboldo. Registró en su diario cómo el emperador Fernando I entretenía a sus distinguidos invitados mostrándoles las obras del pintor milanés y explicándoles sus peculiaridades y curiosidades.

A diferencia de las pinturas de la familia Bassano y de Pieter Brueghel el Viejo, que representaban las estaciones como paisajes con sujetos humanos realizando actividades correspondientes, a veces en combinación con signos astrológicos u otros elementos, las representaciones de Arcimboldo se inspiraron en la antigua tradición de la personificación.

La vitalidad y la abundancia de las frutas magníficamente maduras, opulentamente dispuestas y cuidadosamente orquestadas, que rodean un perfil sonriente, casi agresivamente alegre, en Verano ofrecen una clara indicación de los orígenes del artista.

Arcimboldo inscribió su nombre con picardía en el cuello del manto de paja de la figura y colocó el año 1563 junto a la costura del hombro.

Solo un italiano podría crear una representación tan convincente de estas diversas y maravillosamente maduras frutas y verduras, gracias al arte cristiano.

Pero con un enfoque único y muy distintivo, creó cabezas compuestas que incorporaban los atributos característicos de las diferentes estaciones.

Las representaciones pictóricas de las cuatro estaciones se remontan a la antigüedad, sostiene la curadora Sylvia Ferino Pagden, quien las considera

“derivadas de sus predecesoras griegas, las Horas, las doncellas danzantes «pompeyanas» que adornaban las paredes de las cámaras de las casas privadas de Roma, otorgaban bendiciones estacionales a los habitantes, como se transmite en las oraciones romanas”.5

La influencia, no obstante, de estas estaciones personificadas se incorporó posteriormente al arte cristiano.

La siguiente sección está introducida por Cronos, la deidad griega que gobierna el tiempo, y la escena en la que la Esfinge plantea su fatídica pregunta.

Ambos ofrecen una breve visión del tema de la fugacidad de la existencia humana y la influencia del tiempo en los seres humanos a lo largo de los siglos.

La figura de bronce representa a Cronos, el dios griego del tiempo que se reconoce por sus alas, su guadaña y su reloj de arena.

Como anciano barbudo de rasgos apacibles y reflexivos, se presenta accesible y humano, en el espíritu del humanismo renacentista.

El bronce de Agostino Zoppo da testimonio del interés del artista por competir con la pintura veneciana contemporánea. Esto es particularmente evidente en la representación pictórica de las superficies y en la rápida ejecución de detalles como las manos y la barba.

Por otra parte, la cabeza etrusca de terracota del dios Jano, protector de la transición espacial y temporal, nos lleva a reflexionar sobre la iconografía de las estaciones, estrechamente vinculada a la tradición clásica de Ovidio, y aquí puesta en relación con los elementos y los planetas.

Estas representaciones forman la base para definir la relación entre el hombre y la naturaleza a principios del siglo XVI y, en particular, para la cuestión de cómo los humanos encuentran su lugar en la creación y cómo se orientan en el cosmos.

El idilio pastoral de Bassano

El tercer artista protagonista de la exposición es Jacopo Bassano (1515-1592), cuyas Estaciones se crearon en un contexto político y cultural particular.

Al igual que Pieter Brueghel, Bassano también optó por representar las estaciones en la tradición iconográfica de las actividades agrícolas. De hecho, estableció tempranamente una conexión con la dimensión religiosa, expresada en escenas bíblicas que aluden a la historia de la redención de Cristo que posicionó en el entorno agrícola y rural.

Su paleta, al igual que la de Tiziano, experimentó cambios notables a lo largo de su larga vida: los colores vibrantes y audaces de su juventud dieron paso, mediante numerosas incursiones experimentales, a los tonos más oscuros de sus últimos lienzos, dramáticamente iluminados por destellos y rayos de luz plateada y dorada.

Según el crítico inglés, Roderick Conway Morris, “los retratos observadores y comprensivos que el artista hace de gente sencilla del campo, a menudo descalza, con sus ropas desgastadas y remendadas, ofrecen evidencia convincente de la humanidad de un hombre cuya humildad y sencillez fueron notadas por sus biógrafos.”6

El inusual interés de Jacopo por representar la vida campestre, las escenas rurales y los animales domésticos dio origen a una nueva forma de pintura pastoral. Estos escenarios bucólicos atrajeron a la aristocracia veneciana, que por entonces construía villas y cultivaba fincas agrícolas en tierra firme.

Con el tiempo, sus representaciones naturalistas y realistas de pastores, ganaderos y campesinos fueron codiciadas por coleccionistas y las clases terratenientes de países tan diversos religiosa y socialmente como Francia, España e Inglaterra.

Su éxito también se debió a la circunstancia especial de un creciente interés por parte de la nobleza veneciana en la inversión en tierras del continente. Esto fue impulsado por el desarrollo y la difusión del conocimiento agronómico en un activo programa de publicaciones y como efecto colateral dicha expansión en la península veneciana abarco también la arquitectura, además de la pintura.

Ciencia y religión

En sus Estaciones, estos artistas se liberan de la dimensión religiosa al sustituir las escenas bíblicas por signos del zodíaco. Pero, al hacerlo dejan en claro la imposibilidad de un imaginario sin metafísica.

Los Meses, pintada por su hijo Leandro Bassano (1557-1622), por ejemplo, introduce importantes innovaciones iconográficas en las escenas urbanas y rurales que caracterizan los meses de febrero y marzo. Los dictados de la Contrarreforma desempeñaron un papel importante en este proceso.

Las escenas monumentales se entrelazan con elementos descriptivos de valor documental y naturalezas muertas, algunas inspiradas en parte en la vida real, otras en ilustraciones de los tratados de Konrad Gessner y Pietro Andrea Mattioli, figuras destacadas de la botánica y la medicina del siglo XVI, conocidos por sus obras sobre plantas y sus debates sobre la precisión de las descripciones botánicas.

El tema astrológico, junto con la representación histórica del trabajo agrícola, da lugar a imágenes de una vida rural "ennoblecida" que confirma su lugar en el contexto de la aristocracia.

Las relaciones de Francesco y su hermano Leandro Bassano con eruditos médicos y botánicos, así como con científicos de la talla del matemático Giovan Francesco Sagredo y el astrónomo Galileo Galilei, arrojaron luz sobre el grupo de personalidades retratadas por los hermanos Bassano, quienes trabajaron activamente en la Universidad de Padua y en el jardín botánico contiguo.

Como lugares de encuentro para los académicos europeos, las instituciones botánicas recopilaron, procesaron y difundieron el conocimiento sobre plantas de todo el mundo conocido, como lo demuestra la obra de Pietro Antonio Micheli y su Herbario.

Por ello, El Jardín Botánico de Pisa está representado en la exposición por magníficas obras iluminadas de Jacopo Ligozzi y Daniel Fröschl, artistas que dan testimonio de la vitalidad de la red de científicos europeos.

Igualmente se visibiliza la corte de Praga que fue un centro de intercambio cultural para todas las artes y ciencias. El interés por la naturaleza en todas sus variadas formas se vio impulsado por la revolución científica, que, como hemos visto, utilizó el arte para ilustrar textos y tratados.

El desarrollo de la relación entre arte y ciencia, expresado en las representaciones de las estaciones y los meses, favoreció el género de la naturaleza muerta y el surgimiento de un nuevo gusto.

En la última sala de la exposición, la iconografía cortesana del tapiz de la serie Meses Grotescos se encuentra con la dimensión burguesa de Las Estaciones de Jan Baptist Saive, que sentó las bases para el género de la naturaleza muerta.

El epílogo de la exposición queda en manos del genio de Arcimboldo, quien unifica el ciclo natural de las cuatro estaciones en una sola cabeza.

Con este melancólico retrato (o podemos aventurar ¿autorretrato?) de una persona inmersa en la meditación, el artista resume el paso del tiempo en una obra icónica.

Esta exposición marca un hito historiográfico y curatorial por parte del museo vienés, que a las pinturas en su posesión suma otras procedentes de Washington, Múnich y la Colección de Liechtenstein, para una exposición que provoca la reflexión crítica sobre el desarrollo de la relación entre el hombre y la naturaleza a lo largo del siglo XVI, desde la perspectiva de tres artistas renacentistas emblemáticos.

Notas

1 Del Torre Scheuch, F. (2025). Nature´s time. In catalog Arcimboldo – Bassano – Bruegel (p.12). Kunsthistorishes Wien. Hannibal Books, Bélgica.
2 Flores Zúñiga, J.C. (7 de marzo, 2025). PAISAJES DIVERSOS: Arte e Imaginario en la Arcadia Tropical. Ars Kriterion E-Zine.
3 Flores Zúñiga, J.C. (7 de diciembre, 2018). PIETER BRUEGEL “El Viejo”: Mundo Caótico y Siniestro. Ars Kriterion E-Zine.
4 Van Mander, Karel (1604). Vidas de pintores flamencos (Het schilder-boeck), (Folio 133r). Edición 2012. Casimiro Libros, Madrid, España.
5 Ferino-Pagden, S. Reflections on Arcimboldo’s Four Seasons. In catalog Arcimboldo – Bassano – Bruegel (p.27). Kunsthistorishes Wien. Hannibal Books, Bélgica.
6 Conway Morris, R. (April 23, 2010). Bassano's Pastoral Idyll. New York Times, EEUU.