Cuando nos imaginamos una cascada, la primera imagen que nos viene a la cabeza es agua cristalina corriendo por un río hacia un acantilado desde donde cae libremente al vacío; sin embargo, existe una catarata que, a diferencia de las más conocidas -como Salto Ángel de Venezuela, las del Niágara o las del Iguazú, situadas entre Argentina y Brasil- resplandece como si fuera una cascada de fuego: el espectáculo que ofrece Cola de Caballo, que así se denomina este torrente vertical en llamas, aunque dura un muy breve lapso de tiempo, incluye toda la magia que la naturaleza ofrece a quien quiera contemplarla.

Escondida en el Parque Natural de Yosemite, en California (EE.UU.), la catarata sólo puede deleitar al que la busca en el mes de febrero y en el momento exacto en el que coincide la temporada de deshielo de las aguas con los últimos rayos de sol del atardecer. En el preciso instante en el que los colores rojizos y anaranjados del astro rey iluminan la corriente convirtiéndola en un fenómeno natural único en el mundo.

Cuando el sol se pone en el valle de Yosemite, la cascada de El Capitán -formación de roca casi vertical que mide más de 900 metros- recibe sus emanaciones energéticas originando así una enorme y espectacular ilusión óptica, como si el fuego descendiera desde la cima del acantilado; de hecho, el efecto supone un manantial de lava incandescente cayendo al vacío. Sin lugar a dudas, uno de los placeres visuales más hermosos que se pueda imaginar.

Con todo, este maravilloso fenómeno, si bien sólo se puede esperar en los últimos días de febrero, necesita de más condiciones para realizarse. El agua y el sol deben estar perfectamente alineados y en el ángulo exacto; además, cuando los rayos rojizos se funden con la cascada no puede haber ningún tipo de estrato nuboso, amenaza lluviosa o estado meteorológico alguno que enturbie el ambiente porque, lógicamente, impedirían la culminación del fabuloso encuentro.

Así que, si se quiere ver el espectáculo en directo y en persona, nada mejor que una buena dosis de paciencia, ya que nadie puede garantizar de antemano que se den a cada momento todos los requisitos que necesita la magia de Cola de Caballo. Son muchos los que se acercan hasta las faldas de El Capitán -la gran roca desde donde cae la cascada- para inmortalizar ese inolvidable conjunto pero no todos lo consiguen puesto que, en el peor de los casos, hay que esperar varios días para que la catarata de fuego luzca en todo su esplendor. Pero quien logra semejante cometido explica la misma visión: un espectáculo de belleza increíble e irrepetible.

Existe también otro tipo de corrientes tan singulares como Cola de Caballo aunque, en esta ocasión, emanan agua de color rojo intenso desde las mismas entrañas de un glaciar y, al deslizarse sobre él, dan la impresión de que emerge sangre a borbotones, algo semejante a una enorme herida abierta en un paisaje gélido y polar. Son conocidas como las Cataratas de Sangre de la Antártida.

Fueron descubiertas por el geógrafo y explorador inglés Thomas Griffith Taylor en 1911, en la zona este del continente antártico, donde se hallan los famosos Valles Secos, un área que tiene la particularidad de no tener apenas hielo y es considerada por muchos como uno de los desiertos más secos y extremos del mundo debido a que nunca llueve.

En este entorno se encuentran varios glaciares, entre ellos, el glaciar Taylor, de agua salada, que es donde nace nuestra rojiza cascada. Esta inmensa y gigantesca mole de hielo de 54 km de longitud y 400 metros de altura “flota” sobre un lago cuyas aguas poseen una concentración de sal cuatro veces superior a la media de los mares y océanos del planeta y una saturación de hierro que, cuando sale al exterior por una de sus grietas como consecuencia de la presión del glaciar contra esta salmuera hipersalinizada y ferrosa, se oxida al reaccionar con el oxígeno, adquiriendo ese aspecto similar al de la sangre.

Los científicos afirman además que en este glaciar existen microorganismos que cambiarían la concepción que tenemos de las condiciones necesarias para la vida. En este sentido, se han encontrado al menos diecisiete tipos de microbios, todos ellos capaces de sobrevivir a lo largo de millones de años sin oxígeno y sin la luz del sol.

Finalmente, habría que destacar que existen otros lugares en nuestro Sistema Solar que presentan condiciones similares a las de las Cataratas de Sangre. Pero nos tendríamos que trasladar al planeta Marte o a una de las lunas de Júpiter, llamada Europa. El misterio del origen de la vida, por tanto, ahí sigue: sumergido en el glaciar Taylor...