I
Encontramos un sinfín de un brillante color amarillo. También unas gruesas telas pensadas como fondos para retratos y que aparecen repletas de pliegues que no cesan, que se curvan, se tuercen y se superponen entre ellos; en alguna ocasión, estas telas vienen acompañadas, además, por un grupo de hilos entrelazados que las recorren de arriba abajo y están rematadas por borlas de filamentos ordenados. Vemos también un encadenamiento de estructuras arqueadas que encierran un espacio con una perspectiva perfecta, preparadas para activar una escena. Por último, dos sargas, una decorada con figuras geométricas y la otra, con una serie de motivos religiosos, pero ambas pensadas para cubrir temporalmente fracciones de una arquitectura sacra.
Estas son algunas de las representaciones contenidas en las pinturas de Gloria Martín para esta exposición. Se trata de temas aparentemente dispares pero que pueden reunirse bajo un denominador común: establecer diferentes espacialidades para que la ficción, si acaso, suceda.
II
Al menos tres intereses de Gloria Martín se anudan en este proyecto y entran en juego a través de la práctica de la pintura. En primer lugar, la representación de elementos que en la Historia del Arte no han sido del todo atendidos (las sargas, los fondos para retratos, la cerámica como técnica normalmente supeditada a la arquitectura, etc.); en segundo lugar, una inclinación por plasmar los espacios que estos elementos generan; y, por último, y fruto de la unión de los dos primeros, un interés genuino por representar espacios vacíos y abiertos, dispuestos para ser completados por cuerpos. Todo esto, otorga al proyecto una dimensión abierta a lo por venir. Se abre así la posibilidad de dejar entrar a lo desconocido.
Y es que, además, Retablo, el sustantivo elegido para dar título a esta exposición, condensa las ideas que la muestra plantea. Derivado de la expresión latina retaulus, que procede de retro («detrás») y de tabula («tabla»), un retablo es una estructura arquitectónica que puede contener otros objetos, como la pintura y la escultura. Y funciona como soporte para disponer figuras que nos cuentan una historia.
III
Retablo es una propuesta continuista respecto a la práctica anterior de la artista. Gloria Martín siempre ha prestado atención a los motivos, a las prácticas y a los elementos que la historia del arte suele desatender. A Gloria Martín podríamos calificarla como una trapera —figura alegórica descrita por Walter Benjamin—: aquella cuya labor consiste en fijarse en los detalles, en los objetos olvidados y aparentemente nimios, en medio de la inconmensurabilidad del mundo, para con ellos reconstruir un sentido y que esos fragmentos desafíen al saber histórico-artístico unívoco. Para ello, G. Martín se vale de la pintura, una disciplina ampliamente reconocida en la Historia del Arte y que es desde donde, a su vez, la artista no deja de pensar.
(Retablo, por Blanca del Río)
















