Juan Manuel Orbea
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Juan Manuel Orbea

Nunca me fue sencillo hablar de mí, o destapar los secretos que incluso esconde -relativamente- mi currículum vitae. Pero allá voy: me llamo Juan Manuel Orbea, y ni siquiera hoy, sé muy bien quién soy (del todo). Aunque hay cosas difíciles de negar, como que nací en la Ciudad de México un 24 de mayo, a las 23.50, de 1971.

Sin embargo, aunque soy mexicano, también soy argentino, una nacionalidad que es herencia materna y paterna. Mi vida ha transitado entre ambos países, en diferentes momentos y circunstancias. Y supongo, sé, que soy un poco las dos cosas, y un mucho de ninguna. Podría decirse que, como muchos otros a quienes les tocó estar -y ser- de los dos polos opuestos de nuestra América Latina, soy eso que llaman “argenmex”. O sea: ni de aquí ni de allá.

¿Por qué estoy acá? Quizá porque me gusta escribir, contar historias, expresarme a través de la palabra, en general mi mejor aliada, aunque alguna vez ha sido mi peor enemiga. Pero además, escribir para mí es siempre una nueva aventura, como quien emprende un camino lleno de asombros, sorpresas y aprendizajes.

No fui aquél que leyó desde muy chico, y de hecho creo haber comenzado en mi adolescencia, aunque escribir fue siempre para mí una gran herramienta, la que me sacaba de situaciones difíciles, por ejemplo, en la escuela, cuando para zafar una situación difícil tenía que hacer una composición o escribir sobre algo, porque me permitía ‘chorear’ (como se dice en México ) o ‘chamuyar’ (como se dice en Argentina); es decir, hablar o escribir con facilidad y gran poder de convencimiento.

Mi infancia, eso sí, fue una etapa de grandes aventuras e insólitas vivencias, abocado a hacer muchos deportes, sobre todo futbol, bici y tenis, además de las interminables travesuras (de las que zafaba también, con el poder de las palabras), algunas un poco demasiado osadas. Creo que no fui a un reformatorio, o mínimo escuela militar, de milagro.

Luego, llegó el momento que la vida se abrió de par en par, dejándome ver más allá, y entendí que la existencia adulta no sería la torta -o pastel- de cumpleaños que tanto te prometen cuando sos (eres) niño, y descubrí cosas. Ahí otra vez la escritura fue mi salvavidas, para poder seguir siendo, y que me ayudó encontrar el camino que sigo andando y que me ha llevado, a través de la literatura, el periodismo, la publicidad y la creación audiovisual a nuevas formas de ver, entender e incluso de crear el mundo.

De Octavio Paz a Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar a Juan Rulfo, de Rodolfo Walsh a Fernando Benítez, de Leonardo Favio al Indio Fernández, y de otros creadores latinoamericanos, y de otras tantas nacionalidades me alimenté -y robé, pero “ladrón que roba a ladrón…-, y me influenciaron para querer ser escritor, hacerme periodista, o incluso cineasta. Mas ni una cosa ni la otra: tan sólo he sido un poco de todo eso. Escribí cuento, con el que gané un premio nacional por un libro en México, novela -varias guardadas en el cajón-, poesía (desde hace cinco años básicamente escribo poesía, muy mía, más allá de mi labor en varios otros medios y plataformas) y guion de cine, habiendo dirigido algunos cortos.

La escritura quizá la heredé de mi abuelo -y también del amor por las letras y libros que me contagiaron mi mamá y papá-: Horacio B. Oyhanarte, histórico político, escritor y abogado argento, Premio de la Academia Francesa, radical él -yo no-, de esa Unión Cívica Radical democrática y progresista, mano derecha de Hipólito Yrigoyen, y su Ministro de Relaciones Exteriores durante el primer golpe de Estado en el país en 1930. Quizá de ahí reside que jamás agache la cabeza antes los poderes hegemónicos, oligárquicos y antidemocráticos.

Podría seguir escribiendo de mí, justificando por qué estoy esta revista virtual. Sólo añadiré que soy papá de dos niños a punto de entrar a la adolescencia, y que serlo es tan increíble como un tormento (ja). Viví la mayor parte de mi vida en México, y hace 15 en Argentina, aunque viví en otras etapas en este sur -toda mi adolescencia, por ejemplo- tan surrealista y loco, que a veces no sé cual de ambos países lo es más que el otro.

Soy periodista en el Diario del Centro del País, en Villa María (Córdoba), hago trabajo independiente a distancia en dos agencias de publicidad, en una productora como guionista y funjo de escritor fantasma en una pequeña pero pujante editorial mexicana. Más si algo soy, es ser poeta.

En fin, soy una parte -no del todo- de quien esto escribe. Espero que lo que escribo acá, valga la pena la lectura, o les deje algo. Y quizá, sólo tal vez, les haga ver algo que nunca antes había visto, sea de política, cultura, arte, viajes, deportes… y otros temas que acá en Meer abordaré. Gracias por su tiempo.

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