Creo que nada es más abstracto e irreal que lo que tenemos delante1.
Cuando hablamos del sentido que persigue un proyecto artístico para transmitir aspectos que guardan relación con la vida propia del creador que los lleva a cabo, encontramos, sin duda, el elixir de abundancia orientado hacia el conocimiento. Se entiende todo y es enormemente placentero. También, porque recibir imágenes, texturas, colores y olores que nos satisfacen otorga calma; y todo esto Concha Ybarra (Sevilla, 1957) lo consigue.
Coherencia, constancia e innovación incesante van de la mano del trabajo de esta artista cuyo proceso -y resultado- en permanente florecimiento, se aclimata y prospera mediante su honesto método, basado en la capacidad de encontrar aliento, aliciente y modo en lo que vive, en aquello de lo que dispone, en el recuerdo, en lo aprendido y en lo aprehendido.
Respetando los recuerdos, las obras de Concha son siempre una amalgama sensible que combina el valor que da a las obras de arte que han marcado su vida, los paisajes que recuerda, las sensaciones percibidas, las experiencias atravesadas, con una alabanza al disfrute que encuentra en la creación y su capacidad innata para enaltecer el diminuto elemento aislado a través de su incorporación a su mundo.
En lo material, esta muestra recoge pintura, cerámica y dibujo. En lo formal, distintos formatos y soportes que constatan la versatilidad de esta artista. La pintura, sobre papel, arpillera, lienzo y saco lleva apliques de hilo bordado, terciopelo, encaje o borlas. Todos estos ornatos son, además de una novedad en su creación, un símbolo de refinamiento, de identidad cultural y de espiritualidad. Pero esto, no sólo lo refleja con la ornamentación añadida, también con la fingida, porque entre estas piezas vemos mosaicos ficticios, perlas simuladas.
Las nuevas formas de entender la pintura -expandida si se quiere operar desde una perspectiva cuidadosa- contando con una base de tradición. El Geist Hegeliano versión sevillian o como la artista moderna crea sobre la historia, el legado y la costumbre: Tradition and individual talent o demostrar desde la levedad que entre lo fugitivo y lo inmutable se renuevan los códigos de la experiencia plástica contemporánea.
Y en esta exaltación de la fragilidad, como en una metáfora de ella misma, la timidez y la valentía se dan la mano para concluir con un resultado que se manifiesta innovador siempre, hermoso siempre, en cada parte y en cada todo, porque de vuelta a todo este universo simbólico, en las obras de Concha, se mezclan los materiales y las técnicas, los recuerdos y los afectos, los saberes y los ritos, marcados de forma determinante por su delicadeza, por su formación, por su sensibilidad. Pero también por su origen, porque en estas nuevas piezas parecen ir a desembocar en sus sueños: los tapices, muy presentes en su vida, las labores hechas a mano en las que su madre era experta, la sensibilidad creadora de su tía pintora, el talento de su hermana, la diseñadora textil Coqui Ybarra... entre otras muchas otras historias por tejer.
(Texto por Patricia Bueno del Río)
Notas
1 Esta frase deriva de la circunstancia que unió profesionalmente a dos importantes artistas: Joel Meyerowitz y Morandi. Cuando Meyerowitz fue a fotografiar el estudio de Morandi reparó en sus objetos ordenados y describió verlos pintados con sutileza oriental, la luz de la tarde y una elocuencia silenciosa.