Recientemente, entre los proyectos inéditos de Frank Lloyd Wright expuestos en el Museo de Arte Americano Westmoreland, concretamente los pertenecientes a la Casa de la Cascada o Fallingwater, se incluía un curioso edificio denominado como la capilla Rhododendron, en honor a la azalea o planta característica de esta zona de Pensilvania; un edificio de aspecto precolombino en tonos turquesa y rojos cobrizos que contenía además de la zona de oración, un refectorio, una sala de estar y varias terrazas. Proyecto cuyas características arquitectónicas alusivas a la cultura maya no son en absolutos casuales, ya que Wright, gran admirador de México y fascinado por sus vestigios incorporó tipologías de estas edificaciones en algunas de sus obras.

En este sentido, su búsqueda de un estilo norteamericano en sintonía con una arquitectura orgánica, llevó a Lloyd Wright a inspirarse principalmente en dos ciudades mayas: Chichén Itzá y muy especialmente Uxmal. Ambas le sirvieron como inspiración en “La Hollyhock House”, construida entre 1919 y 1921, o la “Ennis House”, construida en 1924 en el bohemio barrio de los Felices en Los Ángeles.

La capilla Rhododendron, diseñada entre 1952-3, tras el fallecimiento de la anfitriona de los Kaufmann, propietarios de la Fallingwater, invita a hilvanar no sólo elementos arquitectónicos, sino una coyuntura personal y profesional con los distintos actores que van reconstruyendo un atractivo puzzle en el que encontramos en diferentes ocasiones a Frank Lloyd Wright con Diego Rivera, y que nos sirve para enlazar con el Museo Anahuacalli.

El muralista y pintor Diego Rivera fue un gran admirador de Wright. Ya en 1952 existe una interesante correspondencia firmada por Wright y sellada con el membrete de Taliesin, en la cual el arquitecto confirma a Diego su interés de volver a reunirse. La carta está fechada el 12 de diciembre de 1952, dos meses después del encuentro entre ambos en el VIII Congreso Panamericano de Arquitectos realizado en México DF, y al que acudieron grandes personalidades de aquel momento como Diego Rivera y su hija Ruth Rivera, la primera ingeniera arquitecta en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), así como invitados especiales, entre los que estaban Wright, Walter Gropius, Richard Neutra, Alvar Aalto, Le Corbusier, Oscar Niemeyer, Carlos Lazo, Enrique Yañez, Félix Sánchez B. y Pedro Ramírez Vázquez.

Lloyd Wright, que había sido ya nombrado miembro honorario de la Academia Nacional de Arquitectura (México), en 1943. Creó gran expectación entre los asistentes con su atuendo, personalidad y con un discurso realizado sin ningún tipo de escrito. En esta reunión hallamos documentos gráficos en los que aparecen comiendo Wright junto a Rivera, imágenes pertenecientes al archivo del Museo Anahuacalli, al igual que las epístolas. Aunque también hay más imágenes de ambos en diferentes momentos en los archivos de la Fundación Wright.

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Lloyd Wright y Diego de Rivera, 1952, VIII Congreso Panamericano de Arquitectos realizado en México DF.

Todo nos hace sospechar que fue en este congreso cuando se fraguó la colaboración o asesoramiento de Wright junto a la hija del muralista en el proyecto del Museo. Ya que sería esta capacidad de Wright con la que había sintetizado la cultura prehispánica en algunas de sus arquitecturas, concediéndoles una novedosa impronta moderna, uno de los principales motivos por los que Rivera estaba interesado en involucrar a Lloyd Wright en su proyecto para el Museo Anahuacalli.

Por las fechas del encuentro existe también una interesante coincidencia con el inicio del diseño de la capilla Rhododendron y el comienzo de las obras del Museo Anahuacalli. Como la puerta de acceso al Museo Anahuacalli donde encontramos el mismo tipo de bóveda trapezoidal del interior de la capilla de Wright, así como el uso de tapiz textil cemento que ya había utilizado en The Millard House, pero que en la capilla iba a diseñarse con geometría evocadora de la cultura azteca. El conjunto de los muros en talud del museo y el coronamiento piramidal que acentúa el carácter del magnífico edificio, no deja también de evocarnos arquitectónicamente con algún guiño el carácter de la pequeña capilla.

Una capilla que nos retrotrae a las visitas de la familia Kaufmann a la casa Azul, a las memorias de Frida Kahlo y Rivera, así como de otro gran arquitecto, Juan O’Gorman. Diseñador de la casa de Frida y que pasaría también alguna temporada en la casa cascada, como se puede examinar en el archivo de la Fallingwater.

El Museo Anahuacalli o el templo dedicado a todas las artes

La obra del Museo Anahuacalli o Casa entre dos mares en su acepción náhuatl, empezó en 1955 y en ella participaron Ruth Rivera y Juan O’Gorman, cuya admiración por Wright debió ser determinante a la hora de su elección para ejecutar la obra y quedó reflejada también en muchos de sus textos:

La influencia de Frank Lloyd Wright en mi vida es importante. El gran arquitecto norteamericano, discípulo de Louis Sullivan, es el inventor de la arquitectura moderna, enemigo de la importada de Europa a los Estados Unidos por los grandes arquitectos europeos: Le Corbusier, Mien van der Rohe y Gropius. Lloyd Wright, autor de Taliesin y de cientos de casas extraordinarias en los Estados Unidos es, quizá, el artista plástico más importante y de mayor genio de nuestra época.

(Juan O’Gorman)

Como señalaba con anterioridad, la idea de volumen con arcos mayas y altas troneras son reconocibles en la obra de Wright. Así como la idea conceptual orgánica del uso de la roca volcánica, que fue un requisito clave en la obra del norteamericano, puesto que desde sus obras del siglo XIX, la mampostería fue esencial.

Si realmente se confirma la sospecha de la contribución del arquitecto norteamericano en el Museo de Diego Rivera, sería la primera realizada por Wright en suelo mexicano; algo bastante probable debido a la amistad y admiración mutua que se procesaban ambos. Aunque es bien cierto que el interés capitalista y económico de Wright debieron chocar con los ideales comunistas de Rivera que no tenía suficiente solvencia económica para llevar a cabo las obras, por lo que quizás se podría hablar de un amigable asesoramiento.

Finalmente, ni Rivera ni Wright vieron concluido el museo, que sería finalizado en 1963. Esta tarea fue llevada a cabo por O'Gorman, Dolores Olmedo, Pagelson y las hijas de Diego: Guadalupe y Ruth. Un trabajo en equipo en el que la función administrativa fue realizada por Olmedo, la ingeniería por Pagelson y la creatividad arquitectónica por O'Gorman y Ruth Rivera, probablemente siguiendo las directrices que habían marcado ambos genios.

Si bien la cubierta del museo debía ser más afín a la capilla de Wright, bajo la propuesta de Diego Rivera como señalaba en sus indicaciones debía ser más ligera:

Un coronamiento ligero, pues la pirámide truncada debe tener un nuevo cuerpo que dé al edificio un carácter vertical, contrastando con el carácter horizontal del monte y con el paisaje.

Para la solución propiamente técnica, Rivera pensó en un perfil metálico ahogado en concreto y el plano inclinado-vertical realizado con láminas ligeras de mármol delgado o tecali, que le proporcionará un aspecto más ligero al edificio. Aunque qué finalmente por motivos económicos no pudo ejecutarse y se remató con la bóveda trapezoidal que Le da un aspecto más robusto.

Si bien es cierto, el Museo se alza con todo su esplendor homenajeando a los dioses, inspirado en el concepto de Teocalli, que significa casa de los dioses o de la energía en el idioma náhuatl. La obra hoy día no sólo alberga su colección de piezas arqueológicas y de arte prehispánico de culturas del centro del país, tales como la Mexica y Teotihuacana, también de las regiones sur y oriente, como la cultura Mixteca, Zapoteca y Totonaca.

La parte central del edificio, que iba a ser destinada al estudio de Diego si no hubiese fallecido antes de su finalización alberga exposiciones temporales. Sin embargo, lo que Diego Rivera deseaba realmente era crear una ciudad de las artes donde los jóvenes pudieran conectarse con una vida artística en un lugar con fuertes raíces indígenas y de carácter popular. Un espacio donde convivieran arquitectura, pintura, danza, música, escultura, teatro, artesanía y ecología, más allá de un templo para una deidad antigua, sería un templo dedicado a la educación y a la libertad de creación, como deseaba el propio artista.

En su inauguración se grabó una piedra fundacional del Museo con la siguiente frase de Diego Rivera: Devuelvo al pueblo lo que de la herencia artística de sus ancestros pude rescatar.