A veces reflexiono acerca del paisaje como un terreno vivo que pulsa, un cuerpo que se consagra justamente por que en los recuerdos se bordan las fronteras reveladas.
En esta travesía me propongo trazar un diálogo entre la abstracción sensible y los paisajes rememorados, tal vez un puente entre lo contemporáneo y lo ancestral. Me interesa recorrer la superficie a través del bordado las tintas y el dibujo, buscando configurar una propuesta visual evocativa de las prácticas textiles remotas de América del Sur, reinterpretando sus pisadas y relanzándolas hacia el presente. Las operatorias constructivas que labro despliegan un entramado simbólico que remite a territorios espirituales entre el onirismo y las constelaciones en sus múltiples detalles.
La fragilidad del papel, en contraste con la fuerza de los tejidos tradicionales, me permite ampliar la textura de estos panoramas, reconfigurándolos, ofreciendo un espacio para la contemplación y el reencuentro con lo íntimo. Desde el concepto, estos trabajos sortean la representación literal para invitar a una lectura alegórica del entorno global de la muestra, una topografía de lo profundo que nos habita.
Considero la abstracción que se revela aquí una suerte de plano vibrante, ya no como una extensión palpable, sino como un manantial de signos, memorias e historias. Dentro de este relieve sensible el horizonte actúa como portal: línea de cambio entre lo visible y lo oculto, lo terrenal y lo trascendente, una narrativa que traduce lo inascible en lenguaje visual.
Sumergirme en la contemplación de lo mínimo es celebrarme en el paisaje como sonido vivo, aquel que podemos construir y nos interpela observándolo desde un estar, donde el recuerdo no es solo aquello que hemos guardado, sino una tejeduría presente que vibra como gesto y se convierte en una silenciosa invocación.
(Texto por Diego Miccige. Buenos Aires, mayo 2025)