Venecia vigila atenta al transeúnte mostrándole su superioridad espiritual, su majestuosidad. Ciudad intemporal de pasado irremovible, símbolo de aquella vieja ciudad europea, de aquella “ciudad misteriosa” de luces y sombras donde los rincones, calles o plazuelas han sido durante siglos centro de conexión de diferentes culturas.

No hace tanto tiempo, las ciudades eran espacios homogéneos donde se cultivaban las relaciones familiares, comerciales, humanas, culturales y políticas, y que la industrialización sometió a una descentralización social, conformando una dualidad maniquea, en la que se concentraron espacios de fuerte poder social frente a otros menos acomodados, una especie de “apartheid urbano”, que hizo desaparecer el entramado social en las ciudades.

Las metrópolis perdieron su identidad, transformándose en espacios homogéneos y funcionales, rodeados por infraestructuras industriales, circunvalaciones y ciudades dormitorio, despojando a la ciudad de su carácter vernáculo. Este urbanismo ha sido una herramienta en manos de las élites económicas y políticas que han visto en ello la manera de perpetuar su poder y relaciones de dominación. Y los auténticos centros históricos, que alguna vez fueron el corazón vibrante de la vida urbana, hoy están dominados por el turismo, la política y las grandes corporaciones. Esta dinámica ha desplazado a los residentes y asfixiado al pequeño comercio a base de impuestos, verdadero motor de la cohesión comunitaria.

Sorprendentemente, estas transformaciones que en los centros empezaron bajo políticas capitalistas han ocurrido principalmente en las últimas décadas bajo discursos de una reciente élite de progresismo burgués amparada en prácticas económicas neoliberales sometiendo al pueblo, que han acelerado la destrucción de la clase media trabajadora y el abandono de las personas mayores sin recursos. En nombre de una supuesta eficiencia económica, se han profundizado desequilibrios sociales graves, convirtiendo los centros históricos en bellos pero inhabitables escaparates, lejos de ser espacios vivos y accesibles para quienes los habitan.

Sin embargo, Venecia, por sus singulares características, se muestra todavía como testigo último del pasado, una suerte de museo al aire libre heredero de la cultura europea de la libertad, en contraposición a las metrópolis modernas convertidas en una gigantesca máquina tecnócrata e institucional que han terminado instaurando finalmente un fuerte nihilismo y cinismo sobre la sociedad.

La vida metropolitana actual ha transformado sus estructuras, convirtiendo al ciudadano en un simple transeúnte de espacios híbridos y complejos. A ello se añade que para el 2050, más del 84% de la población mundial, principalmente europea y americana, vivirá en áreas urbanas, impulsado en gran parte por una inmigración descontrolada, exceptuando países como África y Asia que mantendrán un equilibrio, según datos de la ONU. Esta realidad exige medidas urgentes para gestionar el crecimiento y sus consecuencias en el medio ambiente.

Mientras tanto, Venecia brilla como símbolo emblemático de esta transformación, reflejo de la tensión entre lo antiguo y lo moderno, convertida en un icono del coste de la belleza y del turismo; una perfecta e irónica metáfora para nuestras metrópolis contemporáneas. Ciudades que enfrentan ahora los efectos de la sobrepoblación urbana, la despoblación rural y, por consiguiente, el aumento de la contaminación. La 19ª Bienal de Arquitectura aborda cómo la arquitectura puede adaptarse a los retos del cambio climático y a los desafíos sociales y tecnológicos que trae esta nueva realidad urbana, buscando soluciones sostenibles y humanizadas para el futuro de nuestras ciudades.

¿Inteligencia colectiva o artificio político?

Comisariada por Carlo Ratti bajo el lema “Intelligens. Natural. Artificial. Collective.”. La bienal explora cómo la inteligencia humana, la tecnología y la naturaleza pueden unirse para conseguir soluciones sostenibles y colectivas en las ciudades. Con más de 750 participantes provenientes de diversas disciplinas, desde arquitectos hasta agricultores, presenta un espacio global de reflexión sobre el futuro urbano ante la actual crisis climática.

Para entender lo sucedido, recordemos que a comienzos del siglo XX, Le Corbusier, como ejemplo, desarrolló el “Plan Voisin” en una sociedad que enfrentaba un incremento de la clase obrera en las ciudades, un plan urbanístico moderno que trazaba diferentes zonas funcionales, viviendas estandarizadas y separación de clases debido a los conflictos sociales que se empezaban a dar entre la burguesía y la clase obrera que convivían en las ciudades.

Un plan innovador, pero que fue rechazado porque recordaba al Haussmann que había provocado segregación social, encarecimiento de alquiler con el consecuente empobrecimiento de la población, desplazándola a la periferia y, sobre todo, se rechazó por el impacto que causaba sobre el centro histórico de París. En contraste, su proyecto anterior, la “Cité Frugès” en Burdeos, fue un modelo exitoso de ciudad obrera integrada con la naturaleza, actualmente considerado patrimonio y ejemplo de urbanismo humanista.

Hoy día, los cambios geopolíticos y económicos, junto con una inmigración masiva ilegal proveniente de países con bajos niveles de desarrollo educativo, plantea retos específicos de integración; al margen de otra inmigración trabajadora regulada, impulsando una nueva transformación urbanística, similar a la que provocaron en su día la industrialización y el éxodo rural. Sin embargo, esta nueva mano de obra se concentra en el sector terciario, debido a la desindustrialización y escaso desarrollo tecnológico en Europa, especialmente el turismo del sur de Europa.

Esto ha agravado el problema estructural de las viviendas en zonas turísticas o en áreas tensionadas por el aumento de demanda de trabajadores migrantes que llegan para sostener el sector. Esta doble presión encarece el acceso a la vivienda y amenaza con volver insostenible el crecimiento del turismo, que en 2023 representó en países como España el 12,8% del PIB. La Bienal de Arquitectura alerta sobre la urgencia de repensar las ciudades: cómo crecer sin expulsar a quienes viven o trabajan ante la llegada masiva de migración. Proponiendo soluciones centradas en la equidad, la construcción de vivienda asequible de alquiler social y la sostenibilidad como pilares del urbanismo futuro.

La muestra formula propuestas que se enfocan en los desafíos de la vivienda en estas zonas tensionadas, combinando sostenibilidad, respeto al entorno y soluciones sociales. Por ejemplo, el pabellón de Austria presenta “Agency for Better Living”, un proyecto que analiza modelos de vivienda social en ciudades como Viena y Roma, abordando cómo construir una vivienda asequible y una vida mejor en contextos urbanos saturados.

Por otro lado, el pabellón de España plantea iniciativas como “Ca Na Pau” en Mallorca y “Casas de Tierra” en Ibiza, un conjunto de 43 viviendas sociales, donde se utilizan materiales locales —como tierra balasto y posidonia— para construir viviendas que se integran armoniosamente en el paisaje, reducen la huella ambiental, abordan la necesidad de recuperar viviendas en entornos rurales abandonados y responden a la necesidad de vivienda accesible.

Las viviendas turísticas en España representan solo el 1,33% del total y la mayoría pertenecen a pequeños ahorradores que dependen de esos ingresos para vivir, especialmente personas mayores o dependientes para costearse una residencia, cuidadores o médicos. Criticar este tipo de alquileres desvía la atención del verdadero problema: la falta de políticas sociales efectivas, vivienda pública accesible y la inseguridad del mercado del alquiler tradicional.

La arquitectura debe centrarse en crear entornos adaptados e intergeneracionales, como advierte el economista Thomas Piketty. Aunque como señalan otros autores, sin culpabilizar a la actual población anciana o dependiente que ha labrado un patrimonio con esfuerzo y sacrificio que podría ver peligrar, sino reforzando la cohesión social y la solidaridad entre generaciones, así como invertir en tecnología e investigación para volver a generar riqueza, no deuda.

Esta inmigración creciente sin planificación habitacional ha tensado aún más el mercado del alquiler y empujado a los sectores populares a la precariedad, principalmente en países como el sur de Europa, que apenas tienen un 2% de vivienda social frente al norte de Europa, que en algunos casos llega hasta el 30%, siendo accesible incluso para clases medias y aun así están teniendo problemas con el aumento de población.

Al igual que conectar zonas rurales, el campo o entorno natural que promulgaron los arquitectos racionalistas. Por tanto, se necesita con urgencia un parque público de vivienda social y modelos arquitectónicos escalables, sostenibles y dignos. En lugar de enfrentar a población local e inmigrante, o provocar enfrentamientos intergeneracionales, algo que también está sucediendo en América, hay que recuperar una visión solidaria e inclusiva, aumentando la vivienda o nuevos proyectos, como se ejecutó en otras etapas de transformación demográfica del pasado.

Esto acrecentado por el preocupante aumento de emigración; por ejemplo, España en 2023, según el INE, fue de 608.695 personas con niveles educativos altos, lo que implicó una pérdida de capital humano cualificado para el país. Por tanto, es importante señalar que la inmigración irregular y poco cualificada, principalmente la proveniente de contextos empobrecidos del Sur global hacia zonas urbanas de Europa, está generando un colapso estructural.

Según analistas como Piketty, Bourdieu o Sassen, esta situación responde a intereses del modelo económico actual, que a menudo se apoya en mano de obra precarizada para sostener sectores de baja productividad o mitigar el envejecimiento demográfico. Sin embargo, algunos teóricos advierten sobre los desafíos que esto plantea a nivel de cohesión social e identidades culturales, ante lo cual la respuesta es la integración con políticas democráticas coherentes, solidas y la construcción de modelos urbanos inclusivos.

Este problema plantea importantes desafíos a la hora de planificar ciudades más inclusivas y sostenibles, capaces de absorber esta gran inmigración. La Bienal de Arquitectura reflexiona sobre la importancia de la inteligencia colectiva —la colaboración entre comunidades y expertos— para construir entornos más justos y resilientes. Al mismo tiempo, persiste en la necesidad de atención hacia grupos como personas mayores y dependientes, quienes siguen siendo vulnerables en el entorno urbano.

El Tecnológico de Monterrey participará por primera vez con “Fostering Care Ecologies”. Proyecto que promueve un urbanismo regenerativo como herramienta, pensando en la reparación de este tejido social. A través de lo que llaman laboratorios vivos, los arquitectos integran tecnología, arquitectura y participación comunitaria para mejorar la calidad de vida de personas mayores, dependientes y otros grupos vulnerables.

Liderado por las arquitectas Tatiana Bilbao, Anna Puigjener (MAIO Architects) y Marina Otero Verzier , la Santa Sede presenta “Opera Aperta”. Una iglesia veneciana transformada en centro social del barrio que contribuye a la inclusión de la comunidad bajo valores de ecología y dignidad humana, en línea con la encíclicaLaudato Si del Papa Francisco. El proyecto dirigido a personas vulnerables y ancianas demuestra que su integración en los barrios es viable, bella y necesaria.

La Bienal se ha sensibilizado también con propuestas de enfoque colaborativo e inclusivo, como el pabellón de Chile con “Inteligencias reflexivas” o la Biblioteca veneciana, que reconocen la importancia de la participación comunitaria y reflexionan sobre el uso de la tecnología como posible soporte en la búsqueda de un futuro más justo y resiliente.

Además de estas propuestas sociales, encontramos una variedad de iniciativas que abordan la crisis climática y la urgencia de reflexionar sobre las ciudades y edificios frente al calentamiento global, proponiendo soluciones basadas en la naturaleza y la sabiduría ancestral. Nuevas estrategias y materiales en los que jardines y envolventes vegetales conviven con la arquitectura. Diseñado por Bas Smets, Bélgica propone un bosque en miniatura como sistema de enfriamiento urbano o Liz Diller, un filtro vegetal que potabiliza el agua de la laguna para el consumo humano. No menos interesante es “(Re) Invention”, que reivindica las prácticas indígenas de la Amazonía como base para una arquitectura más armónica con la biodiversidad.

Este año el León de Oro ha sido para el pabellón de Bahréin con su propuesta “Heatwave”, por su recuperación de técnicas tradicionales de refrigeración, tales como el uso de torres de viento y los patios sombreados, combinadas con materiales modernos para hacer frente al calor extremo del cambio climático.

También muy aclamado por su innovación ha sido el proyecto presentado por Islandia, que bajo el título “Lavaforming” revela un futuro en el que la lava volcánica es transformada en material de construcción sostenible, sustituyendo a la minería.

Afrontada no solo desde su potencial tecnológico, la inteligencia artificial se analiza desde perspectivas éticas, políticas y sociales. Bajo el título “Assembly”, Irlanda invita a reflexionar sobre la arquitectura como espacio para fomentar el diálogo ciudadano y la toma de decisiones colectiva. A través de una estructura inspirada en espacios de asamblea, se promueve una arquitectura participativa y horizontal.

Oriente: tradición, inteligencia artificial y robótica

La arquitectura de Oriente ha marcado un punto de inflexión en su percepción y representación. Asia, África y Medio Oriente, sin perder el respeto a sus tradiciones, proyectan una mirada hacia el futuro a través de la tecnología, la sostenibilidad y el compromiso social. La participación de países como China, Japón, Corea del Sur, Tailandia, India y Arabia Saudita, a los que se unen por primera vez Omán, Catar, Azerbaiyán y Togo, ha revelado una arquitectura que no solo responde a los desafíos contemporáneos, sino que también reinterpreta el patrimonio cultural con herramientas del siglo XXI.

China reflexiona sobre la armonía entre humanidad, naturaleza y tecnología en su proyecto Co-Exist. Su comisario, Ma Yansong, nos invita a un recorrido sensorial que combina inteligencia artificial, paisajismo digital y materiales naturales con la filosofía tradicional china, proponiendo respuestas arquitectónicas a las crisis ecológicas y urbanas actuales.

Mientras Japón investiga el papel evolutivo de la inteligencia artificial (IA) en la arquitectura con su muestra "In between". Comisariada por Jun Aoki, examina la creciente autonomía de la IA en el diseño arquitectónico, planteando preguntas sobre la cambiante relación entre la acción humana y la inteligencia artificial.

Espectacular es el Aeropuerto Internacional Gelephu de Bhutan diseñado por BIG, cuyo pabellón presenta "Ancient Future: Bridging Bhutan’s Tradition and Innovation". Cuatro enormes vigas de madera talladas a mano por artesanos butaneses y dos replicadas por un brazo robótico muestran cómo la inteligencia artificial permite ampliar la escala de la artesanía, pero el arte y las ideas siguen arraigados en la mano del hombre.

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Tailandia propone la instalación “Interwoven”, una serie de estructuras de ratán biodegradable tejidas a mano que respetan la estética de la artesanía local, moldeadas tradicionalmente y diseñadas para un futuro más sostenible.

"Curating Architecture Collective", comisarios del proyecto “Little Toad, Little Toad,” que rememora una canción tradicional infantil en torno al hogar lanza una crítica a un urbanismo que no respeta las tradiciones ni el entorno natural, invitando a repensar el territorio, la memoria y el pasado como claves para un futuro más equilibrado y respetuoso con la naturaleza.

Por otro lado, Arabia Saudita con “The Um Slaim School: An Architecture of Connection”, diseñado por "Syn Architects", es una exposición que da a conocer un archivo vivo y un espacio interactivo creado por las arquitectas Sara Alissa y Nojoud Alsudairi del estudio Syn Architects con el comisariado de Beatrice Leanza. Mediante historias orales y documentación visual, explora un cambio crítico hacia marcos participativos para futuros urbanos e imaginarios ecosociales de adaptación y renovación.

Aunque estos países no enfrentan grandes flujos migratorios como Occidente, muestran un creciente interés por la integración social y la vivienda asequible. Propuestas como “Bayti Beytak” o mi casa es tu casa del pabellón catarí, el trabajo sobre la sostenibilidad de la arquitecta paquistaní Yasmeen Lari con un refugio abovedado hecho completamente de bambú o la revitalización de los barrios comunitarios o “Mahalla” en Uzbekistán son un ejemplo de cómo fortalecer a través del diseño urbano la diversidad y vulnerabilidad social.

Oriente brilla en la Bienal no solo por su riqueza cultural, sino por integrar modernidad y tradición. Sus proyectos demuestran que la tecnología puede ser una extensión del pasado, no una ruptura. Mientras la arquitectura occidental se enfoca en estética y eficiencia, Oriente ofrece una visión más profunda: una arquitectura que conecta con la memoria, protege el entorno y mira al futuro sin perder su identidad.

Norman Foster: Vehículos acuáticos, diseño, sostenibilidad y simbolismo

Sin ostentación, sin yate ni helicóptero. Sólo él, el agua y el pedaleo. Así fue la entrada de Norman Foster a la Bienal de Venecia, en hidropedal. Toda una declaración de intenciones en un acto de resistencia a la rapidez, el ruido y la contaminación en favor de la sostenibilidad y respeto al patrimonio de la ciudad de los canales.

Visionario, provocador y con un fuerte compromiso con el bienestar humano para mejorar la calidad de vida en entornos urbanos, Foster integra de forma excepcional diseño, ingeniería, tecnología y sostenibilidad. La iniciativa “The Art of Dreams”, concebida por la Fundación Norman Foster en colaboración con Porsche, ha destacado como una de las intervenciones más innovadoras con el proyecto “Gateway to Venice’s Waterway” (Puerta a las Vías Acuáticas de Venecia). Una estructura modular ligera y resistente de 37 metros realizada de aluminio reciclado que fusiona diseño biomórfico y tecnología.

La instalación que descansa sobre el muelle del Arsenal, con un puente que conduce a un pontón flotante utilizado como lugar de amarre para motos acuáticas y barcos a motor diseñados por Porsche. Según el equipo, fue diseñado para "evocar la red histórica de puentes de Venecia" y al mismo tiempo actuar como puerta de entrada a Venecia.

Según declaraba en la rueda de prensa:

Soñar proporciona posibilidades ilimitadas y el valor para concebir lo que aún no existe. Se trata de imaginar soluciones audaces a retos aparentemente insuperables. En este proyecto, soñar significaba imaginar una Venecia en la que coexistieran la conservación histórica y la movilidad avanzada. Hemos creado un plan para la innovación urbana que respeta el pasado y abraza el futuro.

(Norman Foster)

Esta obra no solo actúa como un puente peatonal, sino también como un hub para embarcaciones eléctricas, simbolizando la transición hacia una movilidad urbana más limpia y conectada.

En conjunto, aunque destacando el genio de Norman Foster y la excelencia de Oriente. La Bienal en general refleja una transformación profunda en la arquitectura contemporánea, que se aleja en Occidente meramente de lo estético o funcional para asumir una postura más ética, inclusiva y regenerativa.

A través de proyectos que integran tecnología, saberes locales, ecología y participación, se traza un camino hacia ciudades más humanas y resilientes, capaces de responder a los grandes desafíos del presente y del futuro.