Hace poco regresé al famoso club de las solteras, lo que me ha llevado a empezar a salir con nuevos prospectos de hombres con quienes pueda tener charlas largas, risas nerviosas, coqueteos sutiles y practicar el maravilloso arte de fingir que todo esto no da susto.

Salir al “mercado” no es fácil, pero debo confesar que me resulta un poco emocionante. Se me ha dado bien conocer gente y hasta hablar con extraños de forma natural. Me considero una mujer muy sociable, extrovertida, espontánea, amable y algunas veces esa amabilidad se confunde con coquetería, aunque la verdad es que sí me gusta hacerlo de vez en cuando. Sin embargo, estas características, las reprimí por mucho tiempo cuando estaba inmersa en mis relaciones.

Lo que te voy a contar a continuación no es la verdad absoluta pero es mi verdad que he venido descubriendo a partir de las experiencias que he vivido, de las cuales, me han enseñado a vincularme emocionalmente con los hombres desde una posición más amorosa conmigo y más consciente del “yo primero”. Y no, no considero que sea un acto de egoísmo, sino de amor propio.

Fui de esas novias eternas, de aquellas que presentaban a la familia y hacíamos planes los domingos y paseábamos juntos. Las pocas relaciones que tuve las puedo contar con los dedos de una mano y nunca me di la oportunidad de estar sola, pues salía de una relación a otra en un lapso muy corto. Dediqué mis últimos 20 años a estar inmersa en relaciones estables, no porque lo deseaba del todo, sino porque tenía miedo de salir de allí y enfrentarme al mundo sola.

Estar tanto tiempo en relaciones formales me pasó factura. Me di cuenta de que en todas ellas fui el reflejo del otro o mejor dicho, su espejo. Con esto me refiero a que por la necesidad nociva de encajar en el mundo de ellos, de no perderlos y permanecer en esa “estabilidad”, me dejé a un lado y permití anularme. En esa época no me di la oportunidad de reconocer mi propia identidad. Dejé a un lado mis amigos y mis planes por estar con ellos, dejé de vivir por vivir la vida de otros; hasta dejé de escuchar en alguna medida la música que me gustaba para reemplazarla por la de ellos. Lo peor de todo fue que nunca me pidieron que lo hiciera… lo hice por iniciativa propia.

Me enfrenté a esa realidad en la que no sabía ni siquiera lo que me gustaba y lo que no, ni cómo hacer las cosas a mi manera y hasta dejaba de salir debido a que por X o Y razón ellos no podían acompañarme, aunque las pocas veces que salía a “divertirme” sola con mi gente, no disfrutaba igual. En definitiva, no sabía estar conmigo sin el otro. Las personas no me reconocían por quien era, sino por haber sido la novia de... la esposa de…

Cuando me lancé al vacío y reconocí mi soledad no como una amenaza sino como compañera, comencé a disfrutar la aventura de la incertidumbre y de la osadía de enfrentarme a lo que realmente era, quería y necesitaba; primero conmigo y luego con el otro.

Es por esto que decidí empezar de nuevo este ciclo de vínculos desde una postura diferente a la que había tenido antes: aprender a relacionarme conmigo primero. Y si, suena a frase cliché pero en todo este camino me he dado cuenta de la lógica que hay en ese tipo de frases. Así de fácil y de difícil al mismo tiempo.

He empezado a poner esta teoría en práctica y últimamente me he empezado a sentir más cómoda en mi propia piel, a escuchar mi música y bailar con mis propios pies, lo que me ha permitido sentirme más segura para comenzar a abrirme a oportunidades de explorar vínculos con hombres, no desde la carencia ni por el afán de buscar validación con la versión que solía construir para pertenecer, sino por el deseo genuino de compartir con personas que resuenan con mi autenticidad.

¿Quieres saber cómo me fue? Pues bien, acá te comparto algunas reflexiones que aprendí con todo este cuento de volverme a conectar con los hombres emocionalmente:

Sé sincera y leal primero contigo, luego con el otro

¿Cuándo sé que estoy lista para comenzar “algo” con alguien más? Respuesta personal: cuando comiences a ser sincera contigo y ser consciente de qué tipo de vínculo quieres tener con alguien más y cuáles son tus NO negociables.

Toda esta situación de relaciones sin duda alguna y como lo he venido repitiendo, se trata de uno mismo, de tener las cosas tan claras que puedas expresarlas con total libertad y saber desde qué posición quieres “jugar”.

Si deseas tener una relación abierta, pasar solo el rato sin exclusividad, tener algo netamente físico, o lanzarte de una vez a una relación formal con alguien, etc., ¿por qué no hacerlo? Quién dijo que estaba bien o mal. Acá, no voy a entrar a discutir sobre los prejuicios sociales acerca de los diferentes tipos de relaciones que han venido surgiendo en el tiempo moderno, sobre todo si las protagonistas somos las mujeres, porque ya lo sabrás con seguridad. Vayamos directo al asunto, desde mi punto de vista lo que está mal es no saber qué quieres ni ser clara contigo y por ende con el otro. Si tú y aquel personaje están dispuestos a jugar con las mismas reglas, pues adelante. Eso sí, mantén siempre presente y cuiden la responsabilidad afectiva y sexual.

Ahora, ten en cuenta que hay dos caras de la moneda, ponte en el lugar también del otro y si después de saber las reglas que te propone y las aceptas pero sin convicción, no comiences pretendiendo buscar la forma de hacerlo cambiar de opinión en el camino. No es nada sano para tí crear expectativas y crearte una película en la cabeza cuando las cosas están claras desde el principio. No te permitas iniciar una relación esperando cambiar al otro. Error abismal. Si no te gustan las reglas o no te acomodas a lo que te proponen, ahí no es.

A veces, lo que necesitas para saber qué quieres, es lanzarte a descubrirlo

En esta parte quiero hacer una excepción a lo último que dije anteriormente: tampoco tienes que saber todo el tiempo qué quieres, eso lo puedes ir descubriendo en el camino, pero es importante estar atenta para saber cómo vas reaccionando según vayan fluyendo o no las cosas. No olvides tomar decisiones en el camino si es necesario, siempre pensando en tu tranquilidad y comodidad.

Puedes trabajar en tí, reconocer los patrones que hicieron que terminara las anteriores y hasta tratar de curar las heridas pasadas para prepararte, pero solo vas a saberlo enfrentándote a la realidad. Nunca vas a estar súper hiper mega lista para una relación, para un nuevo trabajo o un nuevo reto, si no te atreves a saltar y descubrirlo por tu cuenta. De eso se trata la vida, de arriesgarte.

Si no te va bien, pues pasas el duelo, lloras, peleas contra el mundo, te desvaneces, haces todo lo necesario para sacar eso que tienes adentro; pero luego, te levantas y te abres de nuevo al mundo… y así las veces que sean necesarias. No dejes de vivir porque te fue mal o no fue lo que esperabas. Créeme, no todos los hombres y relaciones son iguales. De cada uno aprendes algo y te vas moldeando en el camino. Eso sí, se debe tener la humildad y al mismo tiempo valentía para reconocerlo y estar abierta a seguir en constante transformación. Solo hay que seguir en movimiento.

De una cosa estoy segura, y es que es muy poco probable que logres tener esa relación perfecta que idealizas (o tal vez si, uno nunca sabe), pero sí puedes tener la disposición de construir algo con otra persona, de aceptar tus errores, imperfecciones, entender que el otro tampoco es perfecto y que ambos tienen su luz y sombra. Tienes la opción de continuar creciendo juntos siendo consciente de que lo único que puedes hacer es acompañarte y permitir que te acompañen en el camino. Es cuestión de identificar a esa persona que tenga casi tu misma visión del mundo, disposición y madurez para emprender ese viaje, sabiendo que no se trata de llegar a un destino, sino de compartir el trayecto desde lo que son.

Tienes la opción de cambiar de opinión

Si al principio tenías claro qué tipo de relación querías, pero al día siguiente te encuentras con emociones diferentes, pues acéptalo, no luches contra eso, reconócelo y sobre todo hazlo saber, exprésalo y si el otro no siente lo mismo o no está en el mismo momento de vida, pues toma la decisión por ti de retirarte. ¿Dolerá? claro que si, ¿mucho o poco? eso dependerá de qué tanto tiempo te permitas ignorar o dejar que siga pasando. Más vale atacar el síntoma temprano que tarde.

A veces creemos que debemos mantenernos firmes en lo que dijimos al principio, como si sentir diferente después fuera sinónimo de debilidad o indecisión. Pero no. Cambiar de opinión también es crecer. También es escucharte. Lo importante no es quedarte en un lugar para demostrar que puedes sostener lo insostenible, sino tener la valentía de ser honesta contigo y con el otro, incluso cuando eso implique soltar.

No estás obligada a quedarte donde ya no vibras igual. Y si algo cambió en ti, entonces celébralo, porque eso quiere decir que estás viva, sintiendo, evolucionando. Habla, actúa y elige en coherencia. Porque quedarte callada por miedo a perder, también es perderte a ti.

Pero si decides nadar contra la corriente, es responsabilidad únicamente tuya de cargar con las consecuencias de tu decisión, no le eches la culpa al otro por su comportamiento o actitud, porque al fin y al cabo sabías que la otra persona no quería lo mismo que tú. No te hagas daño, piensa en ti y una forma de hacerlo es abandonar el lugar donde no te corresponden o donde ya no te sientes cómoda.

Dale valor a tu independencia y no pierdas de vista tu esencia

Haz tus planes como si estuvieras sola y si lo deseas, inclúyelo para que te acompañe, pero no dejes de hacerlo si no puede. No te permitas ser una opción sino una elección y tampoco lo hagas con el otro. Tu vida no debe ponerse en pausa por nadie. Estás aquí para coincidir con otros desde el deseo, no desde la carencia. Qué bueno es sentir que te eligen por convicción, pero no olvides que tú también puedes elegir desde la plenitud, no desde el miedo a quedarte sola.

Crear un vínculo con alguien no significa desaparecer. Reconocer que tus pasiones, tus tiempos y hasta tus silencios, también merecen espacio dentro de una relación, son la mejor forma de hacerte valer por lo que eres, porque tú no estás aquí para encajar en moldes, sino para ser.

Tu esencia no es materia prima para que otro la moldee. Es tu luz propia. Quien llegue, que se quede porque la ve y la valora, no porque quiera apagarla o modificarla. Que te acompañe, sí, pero sin invadir tu camino. Y que suceda esto o no, está en tus manos.

Puedo seguir compartiéndote todo lo que he aprendido en este camino y nunca terminaré, por ahora solo me queda decirte que este viaje hacia el autoconocimiento y la libertad emocional es un proceso continuo, pero una vez que aprendes a priorizarte, todo comienza a fluir de manera más auténtica y sana. Si te has reconocido en estas reflexiones, te invito a que sigas escuchando lo que necesitas, a que no te conformes con menos de lo que mereces y a que seas siempre fiel a ti misma. Tu vida, tus decisiones y tus relaciones están en tus manos. ¿Qué estás dispuesta a elegir hoy para y por ti?