Teotihuacan, la majestuosa ciudad de los dioses, sigue asombrando a los viajeros con su monumentalidad y misterio. Este sitio arqueológico, ubicado a tan solo 50 km de Ciudad de México, es un destino imperdible para quienes buscan adentrarse en las antiguas culturas mesoamericanas. Para llegar hasta ellas basta con tomar un autobús en la Terminal del Norte y en una hora se estará comenzando a pisar suelo sagrado de las antiguas culturas prehispánicas que allí habitaron. México es una tierra donde residen numerosos restos de grandes civilizaciones mesoamericanas pero quizá Teotihuacan es una de las más populares e imponentes.
En este lugar ancestral existió la cultura nahuatl, una de las más avanzadas de la antigüedad y de la cual sus monumentales piedras aún ocultan misterios por develar. Ha sido un centro religioso y ritual que fue construido bajo cálculos astronómicos de exactitudes impresionantes. Sus estructuras funcionaban como un reflejo del cosmos y servían para predecir los períodos de siembra y cosecha, épocas de lluvia, solsticios, equinoccios e inclusive eclipses, además de los usos rituales.
Se han creado muchos mitos alrededor del ritual de sacrificio humano en esta cultura; para poder entenderlo hay que acercarse a su forma de ver el mundo. Tenemos que pensar que la cultura nahuatl se regía por una compleja estructura mitológica que influía en todos los aspectos de su vida cotidiana, y parte importante de ello era alimentar a los dioses con corazones humanos para que mantuvieran al mundo y a sus ciclos funcionando. Los rituales eran sagrados y para los sacrificados era un honor ser ofrendado a las grandes fuerzas de la naturaleza.
Esta civilización que el tiempo sepultó bajo las piedras tenía conocimientos muy avanzados sobre física, química, acústica, sistemas constructivos, astronomía y mucho más. No tenían herramientas de metal ni animales de carga y por eso resulta impactante ver las estructuras que llegaron a construir solo con la piedra. Su conocimiento llegó a tales niveles que no es sorprendente que la ciudad esté erigida sobre un yacimiento de lava volcánica, lo que trae como consecuencia que los terremotos no se sientan en ese lugar.
Si se observa con detenimiento (o se recorre con guía) se pueden apreciar los grandes avances tecnológicos que tenían para la época. No solo el hecho de que las piedras se han conservado a lo largo de más de 1800 años, sino que las estructuras están diseñadas para poder observar el cielo y los eventos astronómicos. Asimismo, en algunos lugares, si se ubica en el punto exacto, al aplaudir el ruido rebota de una manera especial en la piedra y devuelve el sonido del quetzal, que en los tiempos prehispánicos tenía un fuerte significado cultural y religioso. Esto habla de que fue una cultura que entendía a profundidad las ciencias en muchos niveles.
La aventura comienza en la puerta de la zona arqueológica, donde se pueden conseguir guías que le orienten en las primeras horas del viaje, algunos son nativos del lugar (que son los más recomendados) y hablan también la lengua nahuatl. El lugar está muy bien preparado para el turismo. Tanto en la entrada como cerca del área de la pirámide del Sol y la pirámide de la Luna (las estructuras principales) hay ventas de bebida, comida, souvenirs y sanitarios. Se sugiere llevar ropa deportiva, protector solar y algún tipo de sombrero. La caminata es larga pero vale la pena.
Todo el lugar merece ser recorrido, pero las paradas obligadas son la pirámide de Quetzalcoatl (la serpiente emplumada, uno de los dioses más importantes de esta cultura) y Tlaloc (el dios del viento), la Avenida de los Muertos que es el eje principal de la ciudad, el templo de Quetzalpapalotl y la meta final suele ser llegar al tope de la pirámide del sol, que ha sido considerada un centro de peregrinación desde hace muchos años, al igual que la pirámide de la Luna, aunque con menor intensidad. La pirámide del Sol tiene 64 metros de altura y 260 escalones aproximadamente y la de la Luna, más baja pero con mayor inclinación, tiene 45 metros de altura. Desde los topes de ambas pirámides se obtiene una generosa vista de todo Teotihuacan.
Cuando se esté pisando la ciudad de los dioses hay que tener en mente todo lo que ese lugar significó para las culturas que allí habitaron, inevitablemente el lugar nos conecta con aquella sensación de eternidad. Se debe recordar que cada piedra que se vea tuvo motivos astronómicos, cosmológicos, rituales y mitológicos para ser colocada en el lugar y posición donde se encuentra. Cada elemento de la ciudad funciona como un código que debe ser interpretado, y en base a esta interpretación tal vez nos acerquemos a comprender cómo era su entendimiento físico y metafísico del mundo.
Teotihuacan no es solo un viaje al pasado; es un portal a una cosmovisión en la que el tiempo, la naturaleza y lo divino se entrelazan en perfecta armonía. Visitar este lugar es una oportunidad única de experimentar la grandeza de una civilización que, aunque desaparecida, sigue viva en cada piedra, cada templo y cada sombra que recorre la ciudad de los dioses.