Corría el mes de noviembre del año 1976, me encontraba en el Teatro Nacional como parte de la asistencia al “Simposio La Costa Rica del año 2000”. Escuché con atención a los ponentes y conferencistas, y en el marco de esas escuchas nació en mí espíritu el proyecto de escribir varios libros sobre la historia de la política costarricense. Desde entonces esa ha sido una de mis actividades. Para este servidor la política es un objeto de estudio en el cual se exterioriza algo mucho más profundo: el Poder. Y el Poder lo entiendo como una red de redes personales, económicas, financieras, grupales, mediáticas y religiosas, cuya presencia es envolvente y abarca la totalidad social en todas sus dimensiones.

El trabajo de investigación realizado en este ámbito desde 1976 me ha conducido a dos conclusiones básicas:

  • Primera: cualquier investigación donde no aparezca el Poder como red de redes se mantiene en un nivel superficial de análisis, y aporta muy poco, casi nada, a la comprensión de la dinámica política. La política es siempre una historia de historias entrelazadas, y descubrir esos entrelazamientos constituye el núcleo de un saber disruptivo, innovativo y transgresor de la normalidad establecida.
  • Segunda: cuando se analiza el itinerario político nacional se observa como los momentos de ascenso político y electoral de las organizaciones partidarias y de los liderazgos respectivos, acontece cuando sus narrativas (verbales y no verbales) transgreden la normalidad política del momento.

Tomando como raíz las dos conclusiones señaladas, en lo que sigue me concentro en la historia del movimiento social y político calderonista e identifico algunas constantes de su trayectoria.

1. El estigma de los “derrotados” y el arte de resistir

Finalizada la guerra civil de 1948, y materializado el exilio político, la represión policial y la persecución oficial en perjuicio de los calderonistas, tomó forma y fue interiorizada en la psicología social costarricense una narrativa ideológica según la cual el calderonismo representaba lo más negativo, oscurantista y destructivo en la vida del país. Según tal narrativa las características principales del movimiento calderonista eran las siguientes: estaba relacionado con los comunistas, y eso era muy negativo debido a la vocación dictatorial de la ideología marxista; se trataba de un sector político corrupto en sus métodos de gestión gubernamental; sus principales dirigentes se habían enriquecido de manera ilegal y disfrutaban una vida de opulencia en México, el país donde el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia se encontraba exiliado y, finalmente, era un movimiento político subversivo cuyo propósito se resumía en destruir el orden social y económico.

Sobre la base de estos elementos narrativos, entre los años 1949 y 1966 los movimientos vencedores de la guerra civil, en especial el partido Liberación Nacional, crearon una normalidad institucional y alcanzaron la hegemonía política, ideológica y cultural. En este período tiempo estos grupos se transformaron en el eje transversal de la normalidad política dominante, dirigieron la Junta Fundadora de la Segunda República y obtuvieron mayorías electorales y parlamentarias, todo en un lapso aproximado de 16 años. En la mayor parte de esos años (por lo menos hasta 1958) el movimiento calderonista se encontraba perseguido y reprimido a nivel nacional, mientras su principal dirigente político estaba exiliado. En tales condiciones el estigma de los “derrotados” en la guerra civil adquirió dimensiones monumentales muy difíciles de sobrellevar y de sobrepasar.

El calderonismo debió emplearse a fondo, con mucha inteligencia táctica y estratégica, a fin de resistir, vencer los estereotipos negativos predominantes en una parte de la población y lograr reinsertarse en la vida nacional como una organización política legal. Entretanto los vencedores en la guerra civil se consolidaron al interior del partido Liberación Nacional, y forjaron una visión estratégica sobre el desarrollo de la sociedad costarricense cuyos pilares eran la nacionalización bancaria, la eliminación del ejército, la Asamblea Nacional Constituyente de 1949, la consolidación de la fracción industrial y comercial del empresariado, la alianza con los representantes de la economía agrícola y la formación de una clase social media vinculada a la expansión de las actividades estatales.

Estos énfasis de política económica y social, así como los contenidos principales de la Constitución Política de 1949, no eran ajenos al ideario calderonista, todo lo contrario, pertenecían a su visión de reforma social, reforma agraria, reforma política y reforma económica perfilada desde 1940, pero en las difíciles condiciones prevalecientes, de represión político-policial y exilio, no lograron expresarse de manera autónoma y en términos partidarios y programáticos. Entre los años 1958 y 1962 el movimiento calderonista logró vencer los obstáculos que impedían su presencia legal en el país.

En ese período se producen los siguientes hechos fundamentales relativos al tema que nos ocupa: a) el retorno del Dr. Calderón Guardia al país, finalizando el exilio político de diez años; b) el calderonismo participa en la elección de diputados, encabezando la papeleta por San José el Dr. Calderón Guardia, y eligiendo un número mayor de diputados respecto a los designados por el echandismo y, c) la candidatura presidencial del Dr. Calderón Guardia en las elecciones nacionales de 1962, postulado por el partido Republicano. Estos hechos evidenciaron las profundas raíces populares del calderonismo, y el predominio del reformismo social calderonista respecto a la tradición liberal-conservadora del echandismo.

Debieron pasar muchos años para revertir los efectos negativos de la narrativa oficial sobre el calderonismo, obligado en tales condiciones a transgredir la normalidad política establecida por los vencedores de la guerra civil, y a forjar alianzas con otras fuerzas políticas no liberacionistas, incluyendo a quienes en la década de los cuarenta habían sido sus adversarios conservadores, seguidores de don Otilio Ulate Blanco. El estigma de los “derrotados” siguió siendo un elemento relevante en las luchas políticas calderonistas, y fue utilizado por sus adversarios en las estrategias de publicidad y comunicación por lo menos hasta las elecciones nacionales de 1990.

Conviene precisar lo siguiente: la derrota del calderonismo en marzo-abril de 1948 fue de carácter militar, no intelectual ni social ni política, pero en la normalidad establecida en aquellos años se interiorizó como una derrota política, intelectual y moral; esto explica la necesidad transgresora calderonista de alcanzar la plena reivindicación histórica de su movimiento, tal como ocurrió en febrero de 1990, cincuenta años después de haberse establecido el gobierno calderonista responsable de diseñar y ejecutar la reforma social de Costa Rica.

2. Periodización histórica del movimiento calderonista

A grandes rasgos la presencia del movimiento político y social calderonista comprende varias etapas. Son las siguientes:

Antecedentes históricos (1864-1940)

Si bien el calderonismo, en sentido estricto, surge a partir de 1940, sus antecedentes históricos se retrotraen hasta el 24 de octubre de 1869 cuando nace don Rafael de Jesús Calderón Muñoz, padre del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia y de Francisco Calderón Guardia. Calderón Muñoz fue uno de los fundadores de los partidos Unión Demócrata y Republicano Nacional, ambos de fuerte corte católico y conservador, vicepresidente de la República, diputado en varias ocasiones, ministro y diplomático. Respaldó la designación del reformista social Alfredo González Flores como presidente de la República, se vinculó al gobierno de Federico Tinoco Granados, y se desempeñó como presidente del Congreso Nacional entre los años 1931 y 1932. Cuando su hijo fue electo presidente de la República se le nombró consejero honorario de Costa Rica en los Estados Unidos de América y a su regreso realizó funciones como presidente de la Junta Directiva del Banco Nacional de Seguros hasta su fallecimiento en 1943, año en el cual fue declarado Benemérito de la Patria.

El estudio de los movimientos políticos y sociales a los cuales estuvo vinculado don Rafael de Jesús Calderón Muñoz constituye una rama de investigación relevante para mejor comprender los antecedentes del calderonismo y de la reforma social de los años cuarenta en Costa Rica. En esta misma dirección es clave efectuar estudios pormenorizados sobre las políticas sociales y económicas de los presidentes Cleto González Víquez, Ricardo Jiménez Oreamuno y León Cortés Castro, los tres vinculados a la tradición histórica liberal, siendo don Ricardo Jiménez y don León Cortés miembros del partido Republicano. Los movimientos sociales vinculados a la tradición liberal forman parte del ascenso político-electoral del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia. Constituye una tergiversación histórica de origen ideológico calificar a los movimientos políticos liberales de principios del siglo XX como economicistas de mercado sin énfasis sociales específicos, tal tesis invisibiliza la obra institucional de carácter social y redistributivo impulsada por González Víquez y Ricardo Jiménez.

Reforma Social y hegemonía político-electoral (1940-1948)

Entre los años 1940 y 1944, bajo la conducción del Dr. Calderón Guardia, se produce en Costa Rica la Reforma Social, cuyos contenidos incluyeron la creación del Seguro Social, la promulgación del Código de Trabajo, la fundación de la Universidad de Costa Rica y la aprobación del capítulo constitucional de las Garantías Sociales. Estas transformaciones, apoyadas por la jerarquía de la Iglesia Católica y por el partido comunista, colocaron las bases históricas del Estado de Bienestar y de la Constitución Política promulgada en la Asamblea Nacional Constituyente de 1949. La reforma social, el final de la Segunda Guerra Mundial y la extrema polarización política experimentada en Costa Rica en aquellos años condujeron a la guerra civil de 1948, luego de haberse denunciado la existencia de fraude en las elecciones nacionales de ese año.

En términos históricos, los movimientos y liderazgos enfrentados en dicho conflicto, a pesar de sus diferencias, contribuyeron a la desaparición del modelo económico-exportador de la República Liberal, y con sus aportes iniciaron una nueva etapa en la evolución costarricense. La hegemonía político-electoral del calderonismo durante esta etapa histórica se reflejó en las victorias electorales de 1940 y 1944, en la gigantesca movilización social en apoyo y defensa de la Reforma Social y en la fuerza política evidenciada en las elecciones nacionales de 1948, cuyos resultados fueron anulados.

Guerra Civil, derrota militar, exilio y retorno al país de Calderón Guardia (1948-1958)

El resultado militar de la guerra civil de marzo-abril de 1948, dio la victoria a los grupos vinculados al movimiento insurreccional de José Figueres Ferrer, mientras para los calderonistas y comunistas representó el inicio de un período muy complejo y difícil de represión policial, persecución y exilio. En tales condiciones el calderonismo inició un proceso histórico de resistencia social e intentos de reinserción civil y política, que en 1955 lo llevaron a buscar reinsertarse en el país a través de la vía armada.

El sentido de la incursión armada calderonista se comprende por dos causas:

  • Primera: los vencedores de la guerra civil basaban su ascenso político y electoral en la marginación, persecución, represión y exilio de los derrotados (calderonistas y comunistas), con lo cual se alteraba de manera artificial y forzada el equilibrio político de fuerzas, y esto generaba el deseo de reestablecer la estabilidad política y social interna.
  • Segunda: la narrativa ideológica de los vencedores, elemento fundamental de la normalidad establecida, legitimaba la marginación y represión de los grupos calderonistas y comunistas.

Ambas causas, poco a poco, llevaron a los calderonistas hasta la conclusión sobre el carácter inevitable de la incursión armada, y actuaron en consecuencia. Fracasado el intento insurreccional calderonista, el liderazgo de este movimiento optó por buscar alianzas con el partido Unión Nacional, cuyo principal dirigente era don Mario Echandi Jiménez, candidato presidencial para las elecciones de 1958. En términos históricos se produjo un acuerdo tácito entre ambos movimientos (calderonistas y echandistas), el cual hizo posible, por una parte, la victoria electoral de don Mario Echandi Jiménez, y por otra, el final del exilio del Dr. Calderón Guardia.

Es importante destacar lo siguiente: la alianza político-electoral en comentario expresaba una combinación de reformismo social (calderonismo) y conservatismo-liberal (echandismo), y esto implicaba la movilización de una parte muy considerable del electorado vinculado a la reforma social, y de los sectores poblacionales asociados a la corriente liberal-conservadora dominante en las décadas previas a la reforma social. Lo anterior no es un dato secundario.

En los años siguientes a 1958, el liberalismo y el reformismo social calderonista se esforzaron por unir y sintetizar sus fuerzas y méritos de manera orgánica, y esto sucedió en diciembre de 1983 cuando se fundó el partido Unidad Social Cristiana, acontecimiento precedido por otros intentos de unión entre el liberalismo y el reformismo social calderonista, como fueron la creación de la coalición Unificación Nacional en 1965 (integrada por los partidos Republicano y Unión Nacional), la fundación del partido Unificación Nacional en 1969, y el nacimiento de la Coalición Unidad para las elecciones nacionales de 1978. Cuando se repasa la historia costarricense desde 1821 hasta el presente es clara la presencia de un esfuerzo permanente por sintetizar corrientes liberales y sociales; en este sentido lo observado en la trayectoria del calderonismo es un rasgo permanente de la evolución nacional.

Reinserción política y social (1958-1982)

Es en este largo período histórico de veinticuatro años, posterior a la fase de resistencia, represión policial y exilio, cuando inicia la reinserción nacional del calderonismo, siendo los momentos claves de este itinerario la formación del partido Unificación Nacional, la victoria electoral en las elecciones de 1966, la creación de la Coalición Unidad, la victoria electoral en las elecciones nacionales de 1978 y los muy positivos resultados obtenidos en la elección nacional de 1982. En estos años, como he dicho, la principal característica de la táctica política calderonista fue impulsar la formación de alianzas políticas y sociales con los movimientos no liberacionistas, exceptuando con los comunistas, quienes habían sido aliados en los años cuarenta, pero luego de la guerra civil siguieron una ruta distinta a la calderonista.

La experiencia calderonista en la formación de alianzas constituye uno de sus patrimonios históricos; si bien este aspecto también ha sido importante en la historia de los grupos políticos no calderonistas. En el período de veinticuatro años caracterizado como de reinserción política y social, el calderonismo tenía un objetivo táctico (la formación de alianzas multipartidarias) y un propósito estratégico (alcanzar la plena reivindicación histórica).

Ascenso político-electoral, reivindicación histórica y nueva hegemonía (1982-2004)

En el período histórico comprendido entre los años 1948 y 1982, la hegemonía política e ideológica perteneció al partido Liberación Nacional, mientras el calderonismo buscaba transformarse en una alternativa real de poder frente al liberacionismo. El proceso conducente a esa metamorfosis inició en diciembre de 1983 al fundarse el partido Unidad Social Cristiana, organización donde se fusionaron las agrupaciones pertenecientes a la Coalición Unidad (partidos Unión Popular, Republicano Calderonista, Demócrata Cristiano y Renovación Democrática). Dicha fusión mostró, una vez más, la versatilidad política del calderonismo al realizar negociaciones de alto nivel con el entonces presidente de la República Luis Alberto Monge Álvarez.

Figuras centrales en aquellas negociaciones fueron Rolando Laclé Castro, Bernal Jiménez Monge, Luis Alberto Monge Álvarez y Rafael Ángel Calderón Fournier, mientras el Lic. Danilo Chaverri Soto reforzaba aquel proceso siguiendo una línea denominada como “oposición responsable”, a un tiempo crítica y cooperante con la Administración Monge Álvarez, desde la Asamblea Legislativa. Los resultados principales de aquel diálogo negociador fueron, por una parte, la aprobación de la legislación favorable a la fusión de los partidos políticos de la Coalición Unidad, y, por otro lado, el apoyo del nuevo partido Unidad Social Cristiana a las políticas económicas de la Administración Monge Álvarez.

Este panorama llevó a las siguientes consecuencias: consolidación del bipartidismo histórico; reorientación económica y social respecto a la estrategia de sustitución de importaciones, reemplazada por la promoción de exportaciones y el modelo de desarrollo hacia afuera, y reivindicación histórica definitiva del calderonismo cuando en las elecciones nacionales de 1990 resultó ganador su candidato presidencial, el Lic. Rafael Ángel Calderón Fournier.

A partir del año 1990 la hegemonía político-electoral se trasladó al calderonismo, y así hasta el año 2004, pero incluso antes, en la década de los ochenta, ya existía esa hegemonía en el plano programático y de ideas. Dicho ascenso hegemónico se hizo por completo evidente entre los años 1990 y 2002 cuando el partido Unidad Social Cristiana, donde el calderonismo representaba su principal fuerza histórica, obtuvo la victoria electoral en tres ocasiones, de cuatro en disputa.

Crisis, división, decadencia y posibilidad de experimentar un nuevo ascenso (2004-2024)

Es en el año 2004 cuando se produce una grave división al interior del partido Unidad Social Cristiana, y se inicia la decadencia de esta agrupación política, cuyos desempeños político-electorales acumulan desde entonces cinco derrotas político-electorales seguidas (2006, 2010, 2014, 2018, 2022), y al presente no se observan posibilidades de frenar, por sí sola, tal tendencia derrotista. En este marco algunos miembros de la agrupación impulsaron la formación del partido Republicano Social Cristiano, separándose de la Unidad Social Cristiana, y otros han buscado ubicarse en los gobiernos del partido Acción Ciudadana, o en los partidos Liberal Progresista y Unidad Social Cristiana.

De nuevo el calderonismo histórico debe resolver tres desafíos análogos a los enfrentados en otras fases de su trayectoria: cooperar en la unidad de los movimientos socialcristianos o de raíz socialcristiana; esforzarse por sintetizar, en las condiciones del siglo XXI, el reformismo social calderonista y el liberalismo; y, finalmente, intentar forjar una coalición de fuerzas políticas y sociales capaces de ganar una elección nacional. La condición histórica actual es, sin embargo, distinta a la experimentada por el calderonismo entre los años 1948 y 2004. El bipartidismo histórico ha desaparecido; el tradicional partido Liberación Nacional (su adversario principal hasta el 2004) se encuentra en franca decadencia o retroceso; se ha consolidado un sistema político multipartidista; el modelo de desarrollo de promoción de exportaciones y Estado promotor del desarrollo experimenta una transición hacia una nueva estrategia de desarrollo; por primera vez, desde 1948, se encuentran en el ejercicio del Poder Ejecutivo unas fuerzas políticas y sociales proclives a desconocer los méritos históricos del pasado, y cuyo propósito estratégico es modificar, con la mayor radicalidad posible, el paralelogramo de fuerzas sociales y políticas.

A tales condiciones se agregan factores internacionales inexistentes en las décadas previas, tales como la guerra global en curso entre bloques liberales y autoritarios; la fusión de ciencia, tecnología y biología, típica de la cuarta revolución industrial, y la transición productiva, social y política de las economías de mercado y de los sistemas institucionales vinculados a los Estados Constitucionales de Derecho.

Estos nuevos contornos históricos plantean al calderonismo, y a las otras fuerzas políticas costarricenses, la necesidad de transgredir la normalidad política establecida, y para lograr ese cometido con sentido de futuro, el esfuerzo político, intelectual, organizativo y programático adquiere dimensiones monumentales. En el caso del movimiento calderonista su trayectoria histórica atesora experiencias exitosas análogas a las exigidas en la actualidad.

Epílogo: sobre el programa de investigación y el valor positivo de la transgresión política

Un programa de investigación sobre el movimiento social y político calderonista debe incluir, entre otros asuntos, los siguientes: raíces familiares, historia de los partidos Republicano Nacional, Republicano Calderonista, Unidad Social Cristiana y Republicano Social Cristiano; gestión política para evitar el reduccionismo economicista de mercado; síntesis de los énfasis sociales y redistributivos de la riqueza económica con los principios de eficiencia, eficacia, crecimiento, productividad, rentabilidad y mercados de bienes y servicios, tan importantes en las tradiciones liberales; influencia en los modos nacionales de gestionar la sociedad de la información, la sociedad del conocimiento, la revolución científico-tecnológica, la fusión de lo biológico, científico y tecnológico, y el advenimiento de los nuevos contenidos sociales, ecológicos y de derechos humanos en el desarrollo en la sociedad nacional durante el siglo XXI. Parafraseando un pensamiento atribuido al creador de la teoría de la evolución de las especies (Charles Darwin): mucha luz ha de producirse sobre la historia y presencia del calderonismo en la historia de Costa Rica.

Por otra parte, conviene destacar en la historia calderonista su capacidad transgresora como fuente de experiencias de ascenso político y social. En este sentido la propuesta de reforma social en los inicios de la década de los cuarenta y el sistema de alianzas sociales y políticas propiciadas en aquel tiempo, transgredieron la normalidad política de la época; lo mismo cabe decir de lo acontecido en las fases de persecución, represión y exilio, reinserción política y social, y reivindicación histórica. Me pregunto: ¿no será necesario perfilar otra transgresión política como fuerza inspiradora para volver a experimentar un ascenso político, electoral y social del calderonismo y de las organizaciones donde se expresa este movimiento? ¿Cuál es el contenido de esa nueva transgresión respecto a la normalidad establecida? Conviene leer a Michel Foucault. Este conocido filósofo francés sostiene un principio clave: una transgresión exitosa debe ser capaz de trascender la “episteme epocal”, es decir, las sensibilidades e ideas dominantes. Tanto el calderonismo, como otras formaciones políticas costarricenses, debe resolver este desafío de re-creación, re-invención, disrupción y creatividad.