Es tan monstruoso y exorbitante el bosque amazónico, que ni siquiera en 4 años pudo el entomólogo Francisco Fernández Yépez entender los 12,000 insectos que recolectó en solo 18 días de expedición al cerro Marahuaca (Río Cunucunuma). Temía que la muerte lo apresara con la rabia (y así lo lamentó ante algunos amigos) de no finiquitar la descripción de cada uno de estos ejemplares con tres pares de patas y uno de antenas.

Así comienza Vanessa Davies un artículo de 1997, detallando un proyecto liderado por la Fundación Terramar, el Instituto de Investigaciones Científicas y la Universidad de Cornell, en el cual estuve involucrado junto con varios científicos venezolanos pertenecientes a varias instituciones de investigación venezolanas. Estudiábamos la biodiversidad en un sector del bosque amazónico venezolano, y su potencial genético, entre otras cosas.

Aquel proyecto, de alguna manera, había comenzado casi un decenio antes al juntarse un grupo de amigos interesados en la conservación e investigación, estimulados por las ideas y el impulso de Pablo Anduze (1902-1989), reconocido entomólogo y naturalista venezolano. Durante varias expediciones multidisciplinarias realizadas al cerro Marahuaka, entre 1983 y 1985, fue invitado, y acogió la idea con gran entusiasmo, Francisco Fernández Yépez (1923-1986), padre de la entomología contemporánea venezolana.

El estudio de los insectos en Venezuela previo al siglo XIX fue definitivamente pobre, casi nulo. Comenzando ese siglo, nos visita el reconocido erudito, naturalista y explorador Alexander von Humboldt (1769-1859), junto al botánico Aimé Bonpland (1773-1858). Humboldt escribirá sobre algunos insectos venezolanos. Sus trabajos estimulan a otros naturalistas y exploradores, algunos entomólogos, para visitar nuestras tierras. Johann Wilhelm Karl Moritz (1797-1866, (naturalista, botánico y entomólogo, quien se quedaría a vivir en La Colonia Tovar) y Gustav Karl Wilhelm Hermann Karsten (1817-1908, botánico y geólogo quien, siguiendo a Humboldt, recorrería buena parte de Venezuela), Louis Daniel Beauperthuy (1808-1871, quien se nacionalizaría venezolano; verdadero descubridor de la relación entre zancudos o mosquitos y el paludismo, hoy considerado el padre de nuestra entomología médica), Auguste Sallé (1820-1896, de gran influencia sobre nuestro primer entomólogo nacido aquí) y Eugène Simon (1848-1924, quien realizó las primeras listas de insectos de Venezuela), Christian Friedrich y Hermann Starke, quienes terminarían residenciándose en San Esteban, Carabobo, dedicándose al comercio y venta de ejemplares de flora y fauna, incluyendo insectos. El hijo de Christian, Auguste, seguiría sus pasos), Karl Ferdinand Appun (1820-1872, escribiría el libro En los Trópicos luego de recorrer muestro país), Paul Hähnel (1843-1887, recolectó mariposas y escarabajos), Adolfo Ernst (1832-1899, el científico más importante de Venezuela en la segunda mitad del siglo y figura clave en la creación del Museo de Ciencias Naturales y la Biblioteca Nacional de Venezuela), y Anton Goering (1836-1905, destaca su obra Venezuela, el más bello país tropical), Alfred Russel Wallace (co-proponente de la evolución por selección natural) y David Dyson (1823-1856, hábil recolector de insectos, especialmente mariposas), Samuel M. Klages (1867-1951, explora y recolecta insectos en Venezuela entre 1899 y 1900, regresando un par de veces durante el siglo siguiente) y Theophile Raymond (18??-1922, llega a fines de siglo y planifica publicar un libro en varios volúmenes sobre lepidópteros de Caracas y sus alrededores; partes de obra se publicarían años después, de manera póstuma). Algunos inspirarían a los hermanos venezolanos, Carlos Eduardo Rojas (1834-1919, aficionado a los coleópteros) y Marco Aurelio Rojas (1831-1866, también coleopterólogo, considerado el primer entomólogo venezolano de nacimiento). El también venezolano Salomón María Briceño Gabaldón (1829-1912) recolecta aves e insectos para vender a museos europeos principalmente, sus hijos continúan su negocio durante el siguiente siglo.

Adolfo Ernst será la figura de mayor relieve para las ciencias en Venezuela. La segunda mitad del siglo XIX está marcada por su ímpetu y dedicación. Funda, entre otras instituciones, la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas y edita la revista científica Vargasia. En sus páginas y en las actas de la Sociedad encontramos numerosas menciones a insectos. Su muerte en 1899 cierra un período de gran actividad científica.

El siglo XX comienza con más visitas de investigadores y naturalistas extranjeros. Samuel y Edward A. Klages (1899-1925), Austin Hobart Clark (1880-1954), Melbourne Armstrong Carriker (1879-1965), Harold E. Box (1902-1934), George Blundell Longstaff (1849-1921), John Golding Myers (1897-1942) y William James Kaye (1875-1967), Cornelius Vogl (1905- ¿?). Todos interesados en insectos. El botánico y geógrafo Suizo Henri François Pittier (1857-1950) nos visita en 1913 y 1917, para quedarse entre nosotros luego de 1919, convirtiéndose en hito de nuestras ciencias.

Pero esos primeros 30-35 años del siglo XX marcan una transición. Hasta ahora, nuestros conocimientos entomológicos venezolanos han dependido de naturalistas y exploradores. Pero aquí comienza un desarrollo ligeramente tecnificado, especialmente en la entomología agrícola y médica. Vamos hacia una entomología más profesional. Regresa a Venezuela en 1935 el trujillano Arnoldo Gabaldón (1909-1990), graduado de Doctor en Ciencias e Higiene, el primer Curso sobre Malariología se dicta en 1936, y se crean en 1937 la Estación Experimental de Agricultura y Zootecnia y la Escuela Superior de Agricultura y Zootecnia. Es el inicio de la profesionalización de nuestra entomología.

Nuestra entomología profesional comienza en 1938 con Charles Herbert Ballou (1890-1961), entomólogo estadounidense graduado en la Universidad de Cornell, con experiencias en Cuba, Costa Rica y Colombia, es el primer profesor de Entomología y Zoología Agrícola de la Escuela Superior. En 1941 regresa también el venezolano Pablo Anduze (1902-1989), entomólogo médico de la Universidad de Cornell, con pasantía sobre enfermedades tropicales en el Instituto Gorgas de Panamá. En Venezuela desde 1933, el explorador, entomólogo, educador y pintor Rene Lichy (1896-1981), asociado al Museo de Ciencias Naturales de Caracas, conocerá a Ballou, entablan amistad y colaboran en actividades entomológicas. Anduze, Ballou y Lichy, junto con Enrique Guillermo Vogelsang (1897-1969) y Félix Pifano (1912-2003), entomólogo médico, fundan el Boletín de Entomología Venezolana en 1941. Ellos, Gabaldón y el naturalista estadounidense William Beebe (1877-1962) y su equipo de la Sociedad Zoológica de Nueva York (quienes establecerían una estación de campo en el abandonado edificio de Rancho Grande, en el primer parque nacional del país) crean la base para establecer la entomología contemporánea venezolana.

Francisco Fernández Yépez proviene de una familia amante de la naturaleza. Hijo de Agustín Fernández Herrera (1889-1956) e Isabel Yepes Jahnke (1893-1929). Agustín (1916-1977) y Alberto (1918-1970) son sus hermanos mayores. Los tres acompañan al padre en viajes de cacería a diversos lugares del país, preferentemente a los llanos. Los hermanos recorrían los alre¬dedores de El Valle, zona rica en bosques, riachuelos y granjas de hortalizas. Exploraban El Ávila o las serranías de la Cordillera de la Costa. Reconocen la relevancia de esos ambientes naturales, la fauna y flora que albergan, y la necesidad de preservarlos. En su madurez, Francisco, Alberto y Agustín, serán figuras muy relevantes de la entomología, la ornitología, la mastozoología, la ictiología y la piscicultura venezolanas.

En 1940, junto a Alberto, inicia Francisco estudios de Ingeniería Agronómica en la Escuela Superior en el Valle, graduándose en 1945. Habiendo conocido a Henri Pittier, se interesa en la botánica (más de una vez me comentó que hubiera querido ser botánico; igualmente expresaba, que para ser buen entomólogo había que saber botánica). Sin embargo, mientras estudia se interesa en los insectos. Charles Ballou, su jefe, maestro y tutor, nota su interés, estimulándolo a estudiarlos en profundidad. Ya desde su adolescencia, Francisco colaboraba con instituciones tales como la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle, la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales. Años despues, luego de su fundación a comienzos de los 1950, se incorporaría a la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia.

Al graduarse y con apoyo de Ballou es contratado como entomólogo auxiliar del Instituto Experimental de Agricultura y Zootecnia. Dicta clases de Entomología en su alma mater. Para mejorar sus conocimientos de inglés es seleccionado para estudiar en el Imperial College of Tropical Agriculture (hoy The University of the West Indies) en St. Augustine, Trinidad & Tobago. Allí conocerá Claire Ro-semary «Bonnie» Hingking (1924-1996), perteneciente a una familia de origen chino residentes en la isla (la recuerdo de buen humor, familiar, caritativa, y manejando velozmente en su Volkswagen por las calles de El Limón). Partirá a la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York, tutorado por William Trowbridge Merrifield Forbes (1885- 1968). Se casa con Bonnie, inseparable pareja desde entonces. Con la primogénita en brazos, la joven familia regresa a Venezuela y Francisco se incorpora activamente a la entomología. Asignado a la Sección de Reconocimiento de Plagas y Enfermedades del Instituto Experimental y eventualmente a la Facultad de Agronomía, se mudan a Maracay. Integra el comité editorial del Boletín de Entomología Venezolana junto a Anduze, Lichy, Ballou y Pifano.

Establece una colección entomológica, con insectos de su propiedad. Incluye, además, ejemplares compartidos por Anduze, Lichy, Gastón Vivas Berthier (1920-1976) y Carlos Julio Rosales (1929-2021). Francisco siempre consideró lamentable que colecciones de gran valor histórico, de investigadores o aficionados, como las de José María Vargas (1786-1854), de Adolfo Ernst, de Theophile Raymond, y de Marco Aurelio y Carlos Eduardo Rojas, entre otros, se perdieron o deterioraron irremediablemente. La colección de insectos que fundó para la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela se enriquecería y permanecería en el tiempo, convirtiéndose en la más importante colección entomológica institucional del país, reco¬nocida internacionalmente. Hoy lleva su nombre.

Apoya a su hermano Alberto, para crear la Estación Biológica de Rancho Grande, en el Parque Nacional Henri Pittier, por la cual sentía especial cariño. Allí, varios de sus discípulos aprendimos a aplicar sus enseñanzas y consejos, y nos fuimos convirtiendo en entomólogos. Si desde algún lugar en El Limón o la Facultad había posibilidad de ver el área de Portachuelo y Rancho Grande, con seguridad quien le acompañara le escucharía comentar si era no un buen día para subir a recolectar insectos.

Su casa, cercana al Parque Nacional Henri Pittier, acogedora, de puertas abiertas, con hermoso Jardín planificado y «construido» pacientemente, con cada planta y cada piedra colocada con visión futurista de total equilibrio estético. Hogar amistoso, con espacios armónicos, de agradables tertulias, de reflexiones en las conversaciones con cualquiera de los miembros de la familia.

Francisco consolidaría en Venezuela el estudio de los insectos como ciencia, crea escuela. Fue brillante maestro de ideas claras y precisas, de palabras profundas y bien documentadas. Hombre, además, de gran bondad y generosidad, apacible, sencillo, sincero, probo. Su labor docente e investigativa le permitió formar estudiantes, aficionados y profesionales orientados tanto en la entomología agrícola, como en la sistemática. Francisco, además, siempre tuvo tiempo para compartir y proveer un consejo apropiado a quien se lo pidiera.

La opinión de Francisco siempre fue escuchada y acatada por sus razonamientos justos, ecuánimes y honestos… Dejó la huella imborrable de su amor por las cosas lindas y sencillas de la vida… la sencillez, humildad y el brillo de los conocimientos, eran sus más relevantes características.

Este mes de diciembre se cumplió el primer centenario de su llegada a este mundo, el de Bonnie, su esposa, será en enero. ¡Dr. Francisco y Sra. Bonnie, feliz cumpleaños!

Notas

Davies, V. (1997). La Farmacia Verde. Ciencia y Tecnología, El Nacional. p. 1, mayo 22.
Fernández Badillo, A. y J. M. González. (2021). Alberto Fernández Yépez (1918-1970) mastozoólogo y ornitólogo venezolano. Anartia, 33: 77-87.
Fernández Yépez, F. (1978). Contribución a la historia de la entomología en Venezuela. Revista de La Facultad de Agronomía, Maracay, Alcance 26: 11-27.
Fundación Polar (ed.). (1997). Diccionario de Historia de Venezuela. 2a ed. Caracas: Fundación Empresas Polar.
González, J. M. (2005). Los Insectos en Venezuela. Caracas: Fundación Bigott. 149 pp.
González, J. M. y A. Fernández Badillo. (2020). Francisco Fernández Yépez (1923-1986). Entre el vuelo de las mariposas y la sencillez de la sabiduría. Biografía y bibliografía comentada. Anartia, 30: 49-61.
Hermoso, D. A. (1986). Adiós a Francisco Fernández Yépez. El Siglo. p. 3.
Pacheco, G. (2006). La construcción de la Entomología Agrícola en Venezuela y la Facultad de Agronomía de la UCV: una visión histórica. Bitácora-e, 2: 45-68.
Röhl, E. (1987). Exploradores Famosos de la Naturaleza Venezolana. Caracas: Fundación de Promoción Cultural de Venezuela. 221 pp.
Texera Arnal, Y. (2003). La Zoología en Venezuela 1936-1970. Una historia social. Caracas: Fundación Polar. 208 pp.
Venegas Filardo, P. (1983). Viajeros a Venezuela en los siglos XIX y XX. Caracas: Monte Ávila. 204 pp.