El proyecto de seleccionar siete obras de arte de igual número de artistas visuales sobresalientes en Costa Rica saldrá a la luz en una carpeta de obras producida por Grupo Gráfico perteneciente a Irvin González, galerista, gestor de arte, coleccionista, diseñador gráfico graduado en la Universidad de Costa Rica e impresor especializado en técnicas digitales y artes gráficas. Con esta plausible iniciativa se propone impulsar el coleccionismo artístico en el país.

Importa en este comentario definir qué es una colección o a qué se le llama la acción de coleccionar arte: se denomina a un conjunto de piezas artísticas recopiladas, adquiridas, o recibidas en donación por una persona, empresa o institución con el interés de preservar la cultura, mantener un fondo de inversión que posee un importante valor de cambio o plusvalía.

La pregunta relevante es ¿por qué las personas coleccionan este tipo de valores patrimoniales que pueden ser heredadas, vendidas, o recopiladas; que proceden de una investigación cultural sustentada por un profesional afín a las artes visuales, curador o historiador de arte? Se pueden señalar las siguientes razones: estéticas personales, afición a un determinado arte o artista, para apoyarlo, validarlo y motivar a crecer su carrera profesional artística incidiendo en el valor de la obra. Pero otro factor muy importante de coleccionar es ser un vehículo seguro de inversión.

Lo cierto es que puede que algunos de estos inversores de arte no sean conscientes del potencial del coleccionismo cultural, que no tengan consciencia de su raíz filantrópica para beneficiar a las comunidades, a la investigación académica enfocada en los museos, universidades e instituciones culturales incluso privadas las cuales elaboran programas para la producción del arte en un país.

La acción del coleccionismo no tiene sentido si se piensa en el arte como un producto inerte, decorativo y sin trascendencia. Requiere investigarse, preservarse, restaurarse, exhibirse, proyectarse a la comunidad al ser incluida en una propuesta curatorial de una muestra, o que se escriba acerca de su trascendencia en propuestas editoriales tales como revistas, libros y anuarios. Tanto como el artista que la creó, la obra necesita visualizarse, que no esté eternamente sumida en un lugar donde nadie la vea.

Los siete seleccionados sobresalientes en Artes visuales 2023 son Cristina Gutiérrez, Marcia Salas, Fabio Herrera, Mario Maffioli, Gabriel Riggioni, Juan Carlos Camacho y Alejandro Villalobos, cada uno con su praxis creativa de rigor y sazón profesional, distinguidos además para impulsar esta carpeta de impresiones «giglés» de alta calidad, y con ello incentivar el coleccionismo de arte en Costa Rica.

Cristina Gutiérrez

La artista recién expuso en la Galería Nacional «Graphos en la arena», una enorme colección de obras sobre diversos soportes y papeles con trazos gestuales de los surcos observados por ella en las arenas costeras que dejó una criatura marina, generando actividad creativa pues ella los reprodujo con gran sensibilidad y la experticia que le deja estar inmersa en esta investigación visual, al situarlos en la dinámica estructural del cuadro.

Pienso que el arte nos inserta en el imaginario como si viajáramos con un visor al interior de una ola desde en sus diversos ritmos de crecer, decrecer, reventar y regresar de vuelta a las aguas profundas, ahí ella observa lo que hacen los cangrejos al trazar esos gestos tan singulares en la arena.

Expuso además un catálogo con reflexiones suyas acerca del poder de la impronta o huella gráfica en un refinadísimo libro con el mismo nombre de la exhibición Graphos, (200 páginas en pasta dura y todos los rigores editoriales), además, creó una instalación en la sala principal de ese museo capitalino utilizando troncos, piedras, arenas y la emocionalidad que ella aporta como artista capaz de colectar la memoria marina, demostrando que la naturaleza necesita también que todos pongamos nuestro visor en ella.

Marcia Salas, en la exposición «Grana»

Es poseedora de un imaginario poblado de símbolos de lo natural, de los nenúfares en el espejo de agua, en el río interior, o la laguna de sus sueños, pero también de los mitos e inventiva personal que aprendió de sus seres cercanos en una poética relacional, como la sirenita de los mares verdeazulados, y las criaturas de ese entono acuoso como el caballito de mar.

Pero también le interesa una heráldica descubierta quizás en libros de lo fantástico e imaginativo que centran con la idea de lo cartográfico, del mapa del tesoro grabado en su memoria que la motiva a crear, a dibujar, a documentar, a salir en su búsqueda, pero que no está fuera de su ámbito de visión, no lo encontrará fuera de sí, pues son su lenguaje, la jerga discursiva con la cual nos habla todos los días, son su mantra de lo sagrado, lo que recrea con esos trazos en la xilografía cada día para buscarse a sí misma dentro de la emocionalidad de su interna meditación.

Juan Carlos Camacho: sustancia acuarela

Este acuarelista es poseedor de una destreza muy suya por la impostación compositiva del paisaje: casonas, barrios, detalles urbanos, pero también entornos marinos con botes y lanchas en ríos, estuarios o esteros son un imaginario de símbolos que pueblan esos cuadros titulados «Antropología de la luz», exhibidos en el Museo Municipal de Cartago.

Maneja la luz como un baño de vital energía con un tratamiento del color nada temeroso, que conduce nuestro visor hacia zonas preponderantes en sus espacios. Constituye el espacio con grandes primeros planos, en tensión perceptiva con los fondos y otros detalles en la zona intermedia donde sitúa leñosas casonas que son como su firma, un gesto simbólico, una idea graficada en convivencia con la luz y el color.

Pero la poética del agua que fluye fusionando con el pigmento es una sustancia propia de esa técnica, que no se produce cuando uno quiera si no cuando el tiempo decide, pues, aunque el artista tenga una enorme experiencia, esos flujos son ingobernables y dependen de lo azaroso de otra forma de la luz, de la temperatura que seca la pincelada en el instante justo.

Fabio Herrera

Explora para esta propuesta, la imagen de un ser que viene centrando su interés creativo desde hace tiempo, la cual eternizó en el reciente Salón 2023 del Museo de Arte Costarricense donde obtuvo una mención de honor: el rostro del loco, del enajenado taciturno quien silencioso recorre la ciudad en busca de su sino despojándose de trajes y caretas que le impuso la sociedad, en tanto los vectores de su configuración visual chocan en la espacialidad del cuadro para ataviar esa figura de energías lumínicas ejercidas en la dinámica y poética de lo continuo.

Este carácter se explica en el uso del contraste de colores puros, en este caso de los primarios, que lo vuelve popular, engancha a un encadenamiento con el espectador para congraciarse con esa locura divina a la cual accede el ser al conducirse a la eternidad.

El arte de este inquieto maestro lo lleva a probar todo: desde la abstracción en grandes formatos, hasta el paisaje de luminosas obras con todos los componentes: luz, color, composición, trazo, por lo que esta pintura en particular redime y vuelve inclusivo lo que todos andamos buscando, conocer o saber el sino de nuestro destino.

Mario Maffioli

Es un pintor de la espacialidad; en lo abstracto y en la figuración, demuestra que le interesa la carga de sensaciones luminosas cuando se sabe extasiar el color, aprovechar la tectónica de las superficies, la luz o vibraciones cromáticas que se traducen en libertad de movimientos en el cuadro, así lo demuestra en su obra Naturaleza.

La pintura seleccionada para este motivo es un «no-paisaje», utiliza una retícula de fondo con relieve que le infunde la noción de lectura musical, para hacernos sentir el amarre y fortaleza del formato, ataviado con el contraste de colores complementarios entre el verde y rojo, provocando alta tensión perceptiva y que intenta apaciguar ante tanta energía con que lo impacta aquella mancha oscura que lo ancla.

Este es el Mario Maffioli que conozco desde sus primeros pasos en el arte, un explorador del todo: el color, la forma, la composición, los flujos vitales que se convierten en lenguaje, jerga para atrapar nuestra visión y sintonía con vibrantes notas en dicha musicalidad.

Gabriel Riggioni

Propone una imagen crítica a los discursos de medios de masas, imaginarios que emboban sobre todo a las capas más jóvenes de la juventud, y eso no es malo ni bueno, es la lógica evolución de la comunicación visual en tiempos de crisis, pandemia, guerras, y grandes transformaciones culturales y sociales.

Se trata de un dibujo a color del ratón Mickey, de nombre Mickey Mark que, a su vez, está elaborada por todas esas figuritas que se captan en la TV, que se imprimen en pegas, botones, camisetas u otros discursos caricaturescos del universo de la imagen y que revoluciona la visualidad actual.

Quizás son los mismos discursos que trasformaron el arte abriéndolo hacia lo contemporáneo en los años noventas del siglo pasado, irrupción en la escena de los museos de un arte basado en las tiras cómicas, caricaturas y medios de masas que fueron apareciendo y subvirtiendo el arte clásico europeo, descolonizando la cultura de masas e interesando a pintores como Roy Liechtenstein, que de pronto amplió una caricatura a escala a los grandes formatos en la pintura aumentando el punto de la impresión litho-offset como una metáfora de la tecnología anterior ante los nuevos discursos.

Alejandro Villalobos

En sus últimas experiencias creativas como artista pintor, grabador y docente de las artes se ha sumido en lo profundo de la naturaleza con sus obras, y por ende en el paisaje. Esta pieza seleccionada, una monotipia llamada Solitario procede de una gráfica experimental de la imagen que posee muchos anclajes en el paisaje húmedo y seco, pero también de lo que ocurre con el tiempo atmosférico, con el viento, el sol, las lluvias, cuando remueve esa capa vegetal que recubre la tierra; la madre tierra que tanto debemos proteger hoy ante el impacto de los contaminantes, prácticas extractivas que deterioran el medio, lesionan no solo la biocultura de estos territorios cuyos clanes originarios fueron y son los verdaderos defensores de la naturaleza.

Esta propuesta para incrementar el coleccionismo artístico, tan delimitado por los estertores de la pandemia y la crisis de la economía global, las garras de la guerra y los colmillos del mercado global que han debilitado la luminosidad de los paisajes, implica no solo a la cultura, sino que también a la biótica de estos territorios, y el artista con su arte enciende la conciencia de protección, como dije, no solo de la naturaleza, pues también interesa fortalecer nuestra cultura a nivel general, el aprecio hacia la estética, lo bello, lo lleno de significado plasmado por estos grandes exponentes del arte, además de ser personas destacadas en la sociedad y, sobre todo, diestros maestros del color, textura y composición.