El conflicto entre los hutus y los tutsis es uno de los más conocidos y trágicos en África Central. Durante siglos, estos dos grupos étnicos habían coexistido en la región en cierta paz, pero las tensiones tuvieron su culmen en el genocidio de los tutsis en 1994.

El historiador Gérard Prunier explica que la identidad étnica en Ruanda y Burundi se ha construido a través de la historia, y que la división entre hutus y tutsis es una construcción social. Según Prunier, «los hutus y los tutsis tienen una lengua y una cultura comunes, y la diferenciación étnica no se basa en diferencias biológicas, sino en criterios culturales y sociales» (Prunier, 1997, p. 18).

La identidad étnica en la región se ha basado tradicionalmente en la posesión de ganado y en la estructura social. Los tutsis, que originalmente eran pastores, poseían más ganado que los hutus, que eran agricultores. Debido a su riqueza, los tutsis se convirtieron en la élite gobernante y establecieron una monarquía en Ruanda en el siglo XV. Los hutus, por otro lado, trabajaban la tierra y servían a los tutsis. Sin embargo, durante la colonización europea, la posición de los tutsis cambió. Los belgas favorecieron a los tutsis y los utilizaron como intermediarios para el gobierno colonial. Los tutsis fueron educados en la cultura europea y se les permitió participar en la administración colonial. Esta preferencia por parte de los belgas aumentó las tensiones étnicas en la región.

Pero el punto de inflexión ocurrió con la independencia de Ruanda y Burundi en 1962. En ambos países, los hutus tomaron el control político, y muchos tutsis ante la posible amenaza de una revancha, emigraron a países vecinos. La presión por parte de los hutus aumentó, y la tensión entre los dos grupos étnicos se intensificó: El genocidio de los tutsis en Ruanda en 1994 fue el punto culminante de décadas de tensión y violencia, los hutus extremistas llevaron a cabo la mayoría de las matanzas, que tuvieron lugar en un período de cien días. En su libro We wish to inform you that tomorrow we will be killed with our families, el periodista Philip Gourevitch describe la brutalidad de los asesinatos:

Los asesinos querían que los tutsis sufrieran antes de morir. Muchos fueron mutilados, torturados, violados y humillados antes de ser asesinados. Se les hizo caminar sobre vidrios rotos, se les hizo comer sus propias heces, se les cortaron las extremidades y se les arrancaron los ojos. Fue una orgía de violencia y crueldad sin sentido (Gourevitch, 1998, p. 91).

El genocidio de los tutsis en Ruanda en 1994 fue uno de los episodios más trágicos de la historia africana moderna. Aunque se puede argumentar que las tensiones étnicas entre ambos grupos eran el resultado de un legado colonial, el genocidio en sí fue un acto de extrema violencia y crueldad. La mayoría de los tutsis fueron asesinados por milicias hutus conocidas como Interahamwe, que eran apoyadas por el gobierno de Ruanda. La comunidad internacional fue ampliamente criticada por no haber actuado con suficiente rapidez para detener la violencia. En su libro Shake hands with the devil, el general canadiense Romeo Dallaire, quien lideró una fuerza de paz de las Naciones Unidas en Ruanda durante el genocidio, describe la frustración de no haber recibido la ayuda necesaria para detener la violencia:

La impotencia que sentí no fue porque no tuviéramos los medios militares para hacer algo, sino porque los medios políticos no estaban disponibles. No había voluntad política. Los estados miembros de la ONU no estaban dispuestos a comprometerse en el terreno en Ruanda y asumir el riesgo de pérdida de vidas de sus soldados (Dallaire, 2003, p. 23).

La falta de intervención por parte de la comunidad internacional en el genocidio ha llevado a un debate sobre la responsabilidad de la comunidad internacional en este proceso. La idea sostiene que la comunidad internacional tiene la responsabilidad de proteger a los civiles de los abusos graves de los derechos humanos, incluido el genocidio. Sin embargo, su implementación sigue siendo controvertida. Es por ello por lo que este genocidio es un ejemplo de cómo la construcción social de la identidad étnica puede llevar a tensiones y violencia. La preferencia colonial por los tutsis exacerbó estas tensiones, y la independencia de ambos países aumentó la presión sobre los tutsis. El genocidio de 1994 fue posible en gran parte debido a la falta de intervención y a la indiferencia que quienes miraron y voltearon el rostro.

Notas

Dallaire, R. (2003). Shake hands with the devil: The failure of humanity in Rwanda. Random House Canada.
Gourevitch, P. (1998). We wish to inform you that tomorrow we will be killed with our families. Farrar, Straus and Giroux.
Prunier, G. (1997). The Rwanda crisis, 1959-1994: History of a genocide. Columbia University Press.