La confrontación transcurre en el momento de exponer en público mi trabajo, allí es donde busco obtener una cualidad artística que me permita sobrepasar mi propia timidez. Encontrar nuevas formas para que mis emociones engendradas y reproducidas en privado, puedan ser vistas por los demás. Ponerme a prueba a mí misma, confrontarme y obtener el coraje que requiere la performance para transmitir lo que me ha tocado vivir. Arrastrar en ese momento el espectro de mis sensaciones dolorosas y, además, el poder transgresor ante ciertos acontecimientos.

(Illimani de los Andes)

Cuando acudimos a la histórica pregunta sobre si el o la artista nace o se hace, encontramos ciertas particularidades en las cuales cada creador o cada talento puede describir el proceso con base en su propia experiencia. Del cómo llegó a la capacidad de crear, y cuándo fue el momento o punto de partida respecto a su propia inspiración. Existe un primer contacto, el cual suele suceder en la infancia; cuando descubrimos a otras personas ejecutando alguna expresión creativa que nos maravilla, que nos complementa y emociona, y nos genera el deseo de querer acercarnos y adentrarnos en esto, como si naciera un nuevo instinto.

En este acercamiento a la obra performática de la artista nicaragüense, Illimani de los Andes, podemos encontrar ahí una sutil llama que permanece contemplando un duelo, como un ojo interior que necesita canalizar cierto sentido de culpa y desasosiego. Nos dice que, en su caso, es por esta razón que ella llega a las artes, porque aquí yace el único refugio compatible que conecta su mortalidad y el vacío del tiempo, con «sus ancestros» cuyos cuerpos etéreos trascienden para encontrarla a ella misma en este plano terrenal.

Es conocido que muchas veces el o la artista se esconde ante la hostilidad de un mundo que solamente él percibe, y oculta su voluntad bajo el halo de la sensatez. En ocasiones existe en sus adentros algo que lo sofoca y lo ataca de forma constante. La sensibilidad juega un rol a favor, o en contra; se siente en un entorno caótico, hasta que este vierte dicho panorama a través de sus creaciones, como una aversión a un mundo que no puede cambiar, pero sí, al menos, revelar y superarlo momentáneamente bajo ciertos códigos.

Partiendo de esta condición, podemos encontrar ciertos aspectos que se acercan al argumento que discierne la obra de la artista. Ella recurre de forma sistemática a un tipo de reencuentro ante la muerte de sus seres queridos, principalmente hacia una pérdida que soportó hace varios años, y cuyo dolor se prolongaría día y noche atrozmente en su existencia, lo más hermoso que la vida le había entregado, y que de repente esta se volcó a arrebatarle, su pequeña hija.

Al predominar esta carencia, en los años sucesivos se abrió una puerta hacia una necesidad de calentar el pasado que se convierte en frío y distante, dejando entrever el anhelo de la esperanza. Además de conectarse con la tierra que alberga los cuerpos de los que ya no están, surge una extrapolación de una pérdida personal, familiar, hacia una visión colectiva de la historia; la introspección del dolor ante la flagelación y el tránsito de los ancestros.

Llegando a este punto, en esta línea, podemos describir bajo este contexto, parte de las obras performance que la artista ha realizado, tres de sus trabajos en los cuales recurre al uso de lágrimas, hielo, y flores. Así como también otros dos que nos sirven de muestra en otra perspectiva de su acción dentro del arte contemporáneo.

Feliz cumpleaños

Aquí colocan sobre su cuerpo una escultura de hielo, esta previamente solidificada en el molde de un pequeño féretro que conserva la dimensión del original, conocido por la artista. Sobre el ataúd de hielo se superponen flores violetas y amarillas. Una vez este colocado a la altura del pecho y el cinto de la artista que lo espera tendida sobre el suelo, ella lo mantendría sobre sí misma hasta que el bloque se deshaga y vuelva a su estado líquido, solamente quedarán posando las flores sobre su torso, abrazando estas su cuerpo, el cual soportaría el hielo hasta derretirse. La traslación de un estado a otro duraría varias horas.

Illimani nos cuenta la alegoría de esta performance, en cuanto a la experiencia que ella tuvo. Un trance devastador mientras abrazaba durante muchas horas a su hija ya sin vida, casi un día, perdiendo toda noción del tiempo y negándose a la realidad; sumergida en el trauma y sintiendo que el calor que ella pudiera proporcionarle evitaría el enfriamiento de su pequeño cuerpo y detendría su partida.

Retrotraer el frío que pudo sentir la pequeña y la capacidad de poder abrazar y calentar esa sensación perdida entre las flores, es lo que le genera un grado de liberación del dolor a través de la metáfora. Una acción cuyo trasfondo era desconocido por la mayoría de los visitantes en esa noche. Un encuentro íntimo entre ella y el asiduo dolor que aún llama desde su pasado.

La acción que la artista mantuvo largo tiempo ante la audiencia suscitó diversas reacciones. Nos relata que mientras su cuerpo tiritaba en el suelo hubo quienes la abrazaban compartiéndole calor, otras, por el contrario, le tiraban agua, o cerveza, para intensificar el frío, o se acercaban expresándole en sus oídos frases y palabras desagradables.

Flores en Xibalbá

En un acto mediante la extensión de su cuerpo en territorio guatemalteco, acostándose sobre ciertas superficies en las cuales se contiene una historia, usó lágrimas congeladas de mujeres que, al igual que ella, han sobrellevado procesos de pérdidas, incluyendo madres de desaparecidos bajo la dictadura de Ríos Montt. Esto le permite sentir y ser parte corpórea y palpable de ese fragmento histórico mesoamericano al cual pertenece. Poder acercarse, oler, digerir y traspasar sutilmente a través del rito y la memoria el frío que subyace.

Las flores amarillas, nos dice, representan la esperanza y la sabiduría ancestral, por lo cual, las colocó dentro del pequeño bloque de lágrimas congeladas, permitiendo que se derritieran en sus ojos y luego el agua vuelva a la tierra y se evapore. El suelo guatemalteco figura para la artista como un espacio donde la selva interactúa con la energía viva de los templos mayas; donde aún se mantiene la raíz de nuestros pueblos.

Lágrimas de renacimiento

Para esta escena, la artista acude al plano de la foto performance. Habiendo recolectado flores del camposanto en donde moran su tío, abuela, abuelo y su hija, usa nuevamente lágrimas transformadas en hielo con flores en su interior; esta vez, es su vientre tibio el que se encargará de calentar el frío y encarnar una metamorfosis.

La desnudez de su cuerpo y su pubis representan la fertilidad femenina, una vez que las lágrimas se derriten sobre su vientre, se transformarían en líquido amniótico, aludiendo a la gestación. Así realiza el ciclo que viene de la creencia prehispánica acerca de la muerte que vuelve a fertilizar la tierra, donde todo renace.

La imagen revela en una sola mirada la sucesión del tiempo; es capaz de narrar una poesía de feminidad y esperanza, en donde la artista acoge a la ternura y la belleza que encuentra en factores externos, y los mezcla con la calidez de su vientre, alcanzando una nomenclatura sagrada. Acaricia la fuerza y pureza de la naturaleza para consolidar de esta forma un espacio de equilibrio.

Detrás de las palabras

A través del encuentro entre el lenguaje y el pensamiento podemos advertir y reconocer el carácter y particularidad de un individuo o una sociedad, el uso de este como parte de la cultura. También las palabras se perciben como signos o símbolos para designar los conceptos de las cosas, sean estas palpables o impalpables. Por otro lado, el «mal uso» del idioma o de las palabras puede conllevar a acciones de segregación, marginación, o discriminación.

En esta performance realizada por primera vez en México y posteriormente en Guatemala, Illimani solicitó a la audiencia que en una hoja de papel escribieran una palabra de uso común, la cual ellos consideraran que está mal dicha, o bien, una que juzguen peyorativa. Una vez que se conformó una lista de estas, ella se introdujo en una tina de baño, empezando a leer cada palabra escrita. Fuera de la bañera permanecía sentada una mujer de tez blanca y cabello rubio, quien le lavaría la boca cada vez que esta leyera un trozo de papel y pronunciara la «mala palabra». La acción termina cuando los labios de la artista denotan claros signos de inflamación y empiezan a sangrar.

La contraparte de la «mala palabra», o sea la «buena palabra», corresponde al vocabulario delimitado por la Real Academia Española (RAE), de esta forma la artista justifica el hecho de que sea una persona de raza blanca la que hace la corrección y se encargue de limpiar literalmente aquella imperfección.

Una de las aristas de esta performance consiste en reflejar el látigo histórico impuesto por la conquista española que acabó entronando los preceptos de la RAE y devastó la mayor parte de la diversidad de lenguas originarias del continente. En otra perspectiva, el cómo las sociedades hispanohablantes a su vez se subdividen en estratos sociales tales como: campesinos, indígenas, citadinos, migrantes, analfabetas, callejeros, pandilleros, etc.… marcados cada uno por su propia jerga y acentuación. En un tercer enfoque, a través de las palabras escritas (muca, chacha, cabrona, peperecha india, güerita, perra, gonorrea, entre otras), se perciben ciertos patrones de conducta general tales como la misoginia en México y el racismo en Guatemala.

La trinidad de Quetzalcóatl

En la elaboración de pequeños sarcófagos de barro (materia de uso precolombino y de simbología espiritual), la artista representa la simbiosis entre las dos cosmogonías más poderosas que se han constituido en Mesoamérica, la creencia prehispánica de Quetzalcóatl (Serpiente Emplumada) y la creencia postconquista de Cristo Redentor. Los grabados al interior y algunos en el lateral exterior de las pequeñas esculturas manifiestan la imagen de la Serpiente Emplumada, deidad de suma exaltación entre importantes civilizaciones prehispánicas como la mexica, tolteca, teotihuacana, maya, olmeca. Posteriormente la revelación de Padre, Hijo y Espíritu Santo proveniente de la fe cristiana que, de forma violenta y radical, llegó a sustituir el temple de esa deidad indígena.

Surge una nueva cosmovisión ante el clamor de una fuerza creadora y de salvación omnipresente. En esta pieza la muerte y resurrección de Cristo, que ha sido figurada en la trinidad del clérigo, realiza una traslación hacia la muerte y resurrección de Quetzalcóatl sobre el cadáver de miles de indígenas, al pasar de una creencia a otra. Quetzalcóatl murió, pero ahora alcanzando su propia trinidad, despeja un renacimiento latente en el inconsciente colectivo de una sociedad contemporánea. Estas pequeñas piezas son una invocación y homenaje a la cosmovisión ancestral mesoamericana.

Finalmente, después de este breve pero crucial recorrido, inferimos que la performance de Illimani, sutil o agitada, siempre retomará un lugar en donde poder decirnos algo, en esa búsqueda y conjugación de psicología, historia y espiritualidad. Nos revela que, a pesar de la distancia, las lágrimas encuentran su lenguaje para los que ya no están; como un viento de esperanza que persigue el rito, allí donde se pone el cuerpo, y donde la metáfora traspasa el hielo y sostiene eterno el calor que estos en vida dejaron.