Los isópodos son un grupo de pequeños invertebrados del grupo de los crustáceos, parientes distantes de los camarones y cangrejos. El isópodo que más reconocen quienes no están familiarizados con sus primos oceánicos son las cochinillas o bichos de la tierra y madera de unos 5 cm de longitud total máxima. Ellos son de cuerpo segmentado y con un par de apéndices caminadores o nadadores por segmento, además de tener dos antenas en la cabeza cerca de los ojos compuestos. Los reconocemos por su capacidad de hacerse una esfera a modo de protección, aunque su coraza externa les dé una relativa seguridad.

Volviendo a los marinos, muchos son parásitos externos de peces e incluso ballenas, es decir, viven de la sangre de sus presas. Para hacer esto, sus apéndices se adaptan en forma de garras que los mantienen aferrados a partes de sus huéspedes. Las piezas bucales de estos isópodos se parecen mucho al depredador de la película homónima, así que al verlos en la lupa dan esa terrorífica apariencia.

Sin embargo, hay un grupo de estos crustáceos quienes viven de los restos de organismos que se hunden en las profundidades y más allá, como lo son los del género Bathynomus que incluye una veintena de especies. Estos son realmente gigantes, alcanzando más de medio metro de largo y hasta casi dos kilogramos en peso. Estos bichos si son de temer en apariencia, aunque no se han reportado ataques directos en hombre porque obviamente viven en donde el ser humano no puede llegar sino solo con submarinos especiales.

Este género se ha reportado más en el Atlántico americano que el europeo, y en el Indo Pacífico. Los hallados en el caribe mexicano muestran las tallas más grandes, 76 centímetros. Casi un metro de una super cucaracha abisal. Fueron descritos para la ciencia por primera vez en 1879 por el zoólogo francés Alfonze Milne-Edwards (1835-1900) a partir de una colecta del suizo Alexander Agazzis (1835-1910) en el Golfo de México. Se encuentran en profundidades desde los 150 metros hasta más tres kilómetros bajo el nivel del mar.

Estos isópodos son la muestra de la gran adaptación de los organismos vivos a los extremos de presión, falta de luz y temperatura. Desde casi 3 grados centígrados, sin nada de iluminación y con 200 atmósferas de presión sobre ellos logran sobrevivir.

Los pescadores de profundidades los detestan porque cuando suben las redes, los Bathynomus destruyen gran parte de la pesca, estos isópodos no son muy rápidos, pero si tiene la presa cerca la destazan con facilidad gracias a sus potentes quelíceros, una especie de guadaña bucal en sus «maxilares». Con ellos logran devorar desde esponjas, gusanos de mar y cualquier organismo batial que logren atrapar. Pero prefieren la carroña de los abismos, menos esfuerzo de captura y así cumplen un papel ecológico de descomponedores.

Se ha confirmado que pueden tolerar grandes periodos sin alimentarse, estamos hablando de cinco años en animales retenidos en acuarios. Pero imaginen un gran cadáver de ballena que llegó a las profundidades, obviamente otros carroñeros abisales harán festín de esta proteína y grasa valiosa, solo que los Bathynomus llegan en decenas a centenas comiendo tanto que luego casi no logran caminar el fondo marino. Es todo un espectáculo de una película de ciencia ficción terror.

Muchos isópodos son hermafroditas, es decir, ambos sexos pueden estar en el mismo individuo, aunque hay cruce entre otros individuos con ambos sexos en ellos y puede ocurrir así una diversidad genética adecuada. En los Bathynomus los sexos están bien separados, hay individuos totalmente hembras y otros únicamente machos. La hembra produce los huevos de invertebrados más grandes de este grupo de organismos. El macho los fecunda externamente. Todo esto generalmente ocurre entre invierno y primavera que es cuando el alimento escasea y puede inducir la reproducción como mecanismo de supervivencia y dispersión de la especie. Así la hembra los lleva en una especie de marsupio donde nacen pequeños isopitos de unos pocos centímetros que luego alcanzarán las tallas monstruosas que nos impresionan.