El origen de los tamales se remonta a tiempos prehispánicos, cuando eran uno de los platillos típicos e importantes de las diversas festividades de Mesoamérica. Como alimento icónico de la gastronomía mexicana, los tamales se han transformado a través del tiempo.

Tamal proviene del vocablo náhuatl tamalli, que significa «envuelto». Su base es el maíz, grano creador de civilizaciones, y cuya importancia en Mesoamérica fue vital para el desarrollo de las culturas que la habitaron.

Si bien no hay un consenso sobre dónde surgieron los tamales, sí hay evidencia literaria de que en el Anáhuac se preparaban de distintas maneras, lo que ha hecho pensar a los historiadores que ese pudo haber sido el lugar iniciador para luego ser llevado a otros sitios.

El historiador novohispano Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, en su obra Historia antigua de Méjico, dice que los tamales eran «una comida bien conocida en estos países, y muy usada, especialmente por los indios; son unos ‘pastelitos’ de masa de maíz, rellenos de diversos guisados de carne y pescado en figura de bollo, envuelto en las mismas hojas de las mazorcas del maíz, y cocidos dentro de una olla de barro sin agua» (Noriega, 2021).

Así mismo, el cronista e historiador español Fray Bernardino de Sahagún en su Historia General de las cosas de la Nueva España, mencionaba los distintos tipos de tamales que se preparaban durante los rituales festivos:

Comían también tamales de muchas maneras; unos de ellos son blancos y a manera de pella, hechos no del todo redondos ni bien cuadrados... Otros tamales comían que son colorados… Otros tamales comían que llaman «nexyo tamalli cuatecuicuilli»; quiere decir «tamales simples, que ni son muy blancos, sino medianos», y tienen en lo alto un caracol como los de arriba dichos. Otros tamales comían que se llaman «tamálatl cuauhnextli». Estos tamales no eran mezclados con cosa ninguna (Vela, 2011, p. 82).

En la antigüedad, los tamales eran un alimento ritual, cuya función era la de ofrendar: «Ofrendas de tamales, chocolate y sangre humana proveían las bases para crear relaciones amistosas con los dioses» (Pilcher, 1998, p. 14). Sin embargo, también se ofrecían en los mercados como alimento cotidiano «…pero en el agitado mercado de Tlatelolco, como en simples colonias, las mujeres tomaban los tamales calientes de la olla y los vendían a clientes ansiosos de consumirlos» (Pilcher, 1998, p. 12); y también como alimento para los altos mandos: «Para exclusivos banquetes en Tenochtitlán, anfitriones ostentosos pasaban canastas con tamales y molcajetes llenos de salsa de chile» (Pilcher, 1998, p. 12).

La alimentación ritual definía las afiliaciones comunitarias y los rangos sociales; así como conformaba parte importante de festividades específicas, tal es el caso del etzalli,1 el cual se cocinaba durante la fiesta veraniega de Tláloc; sin embargo, los tamales se consumían de manera habitual en los hogares y durante las celebraciones; lo que los llevó a ser un producto comestible fácil de transportar y de ser ingerido.

Durante la época de la conquista española, los tamales se mantuvieron como alimento asiduo, aunque perdieron un poco de ritualidad debido a los constantes enfrentamientos con los invasores ibéricos y a la llegada del trigo, con el que se comenzaron a preparar otro tipo de alimentos, así como a realizar mezclas de viandas y productos.

Siglos más tarde, durante el Porfiriato los tamales fueron considerados alimentos de clases bajas, lo que los llevó a ser consumidos por personas de bajos recursos y de aquellos empleados de los grandes explotadores, en su mayoría de origen indígena y mestizo. En ese momento el trigo y lo proveniente de Europa era lo que se encontraba en boga entre la clase alta debido a las aspiraciones occidentalizadas del presidente, quien pretendía dejar de lado la gastronomía popular mexicana y sobreponer la europea con la finalidad de darle estatus al país.

Debido a lo antes mencionado, los tamales retomaron su función comunitaria y salieron nuevamente a las calles a ser vendidos y consumidos por la colectividad como en tiempos prehispánicos.

Si bien últimamente se han convertido en objeto de imitación y de reproducción en los estratos sociales más elevados con la intención de ser «gourmetizados», este producto continúa siendo parte esencial de la dieta del mexicano de a pie, ávido consumidor de proteínas y calorías que aportan energía a su día.

Notas

1 Guiso de maíz y frijol sazonado con chile.
Noriega, J. L. (2021). Tamales en México: historia y origen. Milenio. Septiembre, 15.
Pilcher, J. M. (1998). ¡Qué Vivan los tamales! (1a ed.). University of New Mexico Press.
Vela, E. (2011). De las comidas que usaban los señores. Arqueología Mexicana, Edición Especial (38), 82-83. Abril.