Una parte del plantel del Fútbol Club Barcelona volvió al trabajo, luego de las vacaciones, el pasado lunes 4 de julio, y si en los próximos días se presentarán como nuevas incorporaciones al senegalés Franck Kessie y al danés Andreas Christensen, en todo caso son los mismos jugadores que ya se sabía que llegarían en condición de libres pero en el horizonte, no aparecen más estrellas que las que se prometen desde la boca de los dirigentes o desde los medios de comunicación ligados al club.

Como bien dice la periodista de la emisora Rac-1 de Cataluña Marta Ramón en su libro El legado envenenado de Bartomeu, en referencia al ex presidente del Barcelona hasta 2021, el club pasó de tener un ingreso de mil millones de euros anuales, a un déficit de 1300 millones en menos de un lustro, y eso generó que sus actuales dirigentes sostuvieran en una despoblada asamblea de socios que no había otro remedio que activar «las palancas» que permitieran obtener dinero fresco para fichajes que permitan terminar con los último años de sequía.

El Barcelona apenas ganó una Copa del Rey en tres temporadas en las que su economía se deterioró demasiado y es lo que dio lugar a que ahora su presidente, Joan Laporta, y sus principales dirigentes, se amparen en la figura de la «palancas» para justificarlo todo, con los diarios deportivos catalanes y otros medios de comunicación como justificantes ante el público de que «no había otro remedio» que vender parte de los activos de un club que pertenece a los socios (es decir, no es una sociedad de capitales privados) para fichar jugadores que determinen un mejor equipo.

La sensación es extraña y la contradicción respecto a lo ocurrido hace catorce años, enorme. De hecho, en 2010 la FIFA nominó a tres jugadores surgidos de la cantera azulgrana (Lionel Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta) como los candidatos a la terna por el Balón de Oro al mejor jugador del mundo del año. Ese fue uno de los grandes motivos de orgullo de los hinchas porque tres jugadores de la casa habían llegado muy lejos, a la cima del mundo.

Aquello que profundizó Josep Guardiola cuando llegó a dirigir al Barcelona B en la temporada 2007/08 y en la siguiente al plantel del primer equipo, sigue teniendo un correlato en estos días, cuando en 2021, Pedri recibió el premio Golden Boy al mejor jugador europeo sub-21, y ahora Gavi cuenta con muy buenas chances de quedarse con el galardón.

Sin embargo, no parece haber un gran replanteo sobre que la salvación para un equipo cuyo club se encuentra en una crisis económica tan fuerte pueda ser la cantera, no sólo con los jugadores mencionados sino con otros como Ansu Fati, Nico González, Alejandro Balde, Abde, o hasta el central uruguayo Ronald Araujo, llegado del Boston River al Barcelona B. Al contrario, se habla de enormes fichajes de mucho dinero (tanto, que se requiere vender parte de los activos para juntar el dinero) y en algunos casos, para contratar jugadores de más de 33 años, como es el caso del goleador polaco del Bayern Munich, Robert Lewandowski, en el que ya es uno de los culebrones del mercado de pases europeo, y ahora hasta comienza a instalarse la figura de Cristiano Ronaldo como Plan B, si es que los alemanes prefieren no ceder a su delantero aunque se quiera ir, esperando a que el 1 de julio de 2023 se marche con su carta de libertad pero ya cerca de cumplir los 35 años.

«Fichar a Lewandowski está muy bien, a un jugador así lo fichamos todos, pero la clave, aquí, es ficharlo a los 22 años, no a los 34», dijo uno de los pocos que en la asamblea informativa tomó el micrófono, el socio y ex dirigente Josep María Minguella, nada menos que quien trajo a Diego Maradona y a Lionel Messi al Barcelona. Y no deja de ser cierto.

En estos meses, desfilan por los diarios deportivos catalanes nombres como Raphinha, Jules Koundé, Lewandowski, Bernardo Silva (cuyo pase está tasado en los cien millones de euros), Marcos Alonso, César Azpílicueta, Matthijs De Ligt para una economía que si no vendía el diez por ciento de los derechos de TV a veinticinco años, volvía a tener en rojo su balance anual de la temporada 2021/22 y que ahora busca vender otro quince por ciento y hasta especula con desprenderse de un 489,9 por ciento de una de sus empresas, BLM (Barcelona, Licensing & Marketing) –que incluye la venta de camisetas de estrellas como Pedri o la considerada mejor futbolista del mundo, Alexia Putellas) para fichar a varios de los que aparecen en esas listas de candidatos.

¿Es así la situación? ¿No había otra salida que la de vender activos del club para traer jugadores veteranos con el objetivo de ganar algunos o varios títulos por dos temporadas? Llama poderosamente la atención que la ruta hacia los títulos deportivos obnubile tanto al entorno, al punto de preferir los éxitos inmediatos sin un proyecto claro, a una estabilidad institucional que como tantas otras veces, ayude a salir de la crisis.

Vendiendo las joyas de la abuela siempre se puede estar mejor, hasta que un día, ese dinero se termina. Y si no hay un plan para cuando llegue ese momento, muy posiblemente la crisis se intensifique.

¿El Barcelona puede salir campeón con los que lleguen (si es que llegan)? Claro que puede, pero tenemos que convenir en que el margen de fracaso es mínimo, porque debajo de lo que ocurra en la próxima temporada, no hay nada. O sí: que el club camine irremediablemente a manos privadas, y como sostuvo uno de sus próceres, el fallecido Johan Cruyff cuando advirtió sobre la publicidad de Qatar Airways en la camiseta, el Barcelona pasará de ser «Más que un Club» (como dice su orgulloso lema), a un club más.