La selección española estará en el próximo mundial, y se clasificó de forma directa, pese a los problemas experimentados a lo largo del camino. La buena reacción de España en estos últimos tiempos, con la final de la Liga de Naciones y la reacción en el grupo de clasificación para el mundial, ha supuesto otro revés para los numerosos enemigos que el asturiano tiene en España.

Siendo honestos, los enemigos vienen por el perfil y magnitud de un personaje, el del seleccionador, enemigo declarado del Real Madrid y del circo mediático, enorme, que lo rodea. Y lo es desde que salió del equipo, siendo jugador, en dirección a Barcelona. Junto con su carácter y carisma, ese cambio convirtió a «Lucho», para siempre, en un ídolo azulgrana y en el diablo para los madridistas.

Ese odio estaba más o menos en orden mientras Luis Enrique entrenaba a equipos más pequeños que los dos gigantes, como el Celta, o en el extranjero, la Roma, y especialmente alineado cuando entrenó, con mucho éxito, al Barcelona.

Pero su llegada al banquillo español — la cual sinceramente creo que es la mejor opción para la selección junto con Guardiola— hizo trastabillar todo. Se generó un ruido y una animadversión enorme, insólita para cualquier país, y más cuando se trata de poner a un entrenador capacitado y con buen palmarés al cargo del equipo nacional. Incomprensible para alguien de otra nación.

Su presencia dirigiendo a un país tan cainita como España estuvo interrumpido por una desgracia familiar que lo obligó a aislarse unos meses, pero cuando volvió todo empezó de nuevo. Y a medida que dejó de llamar a jugadores del Madrid, porque no juegan demasiados españoles en el equipo blanco y Ramos tuvo muchas lesiones, se armó la marimorena. Quejas absurdas de toda índole, que no se daban cuando había entrenadores de la cuerda madridista.

Pero España, con juego digno y pocos goles, dio la cara y salió adelante. El camino fue duro y difícil, pero se logró unas meritorias semifinales de la Eurocopa, y mereciendo más ante Italia, se entró a la final de la mencionada Nations League, mereciendo más ante Francia, que ganó con ayudas arbitrales, y después el equipo nacional levantó una situación complicada, que amenazaba con llevar al equipo a la temida repesca.

Lo cierto es que la selección de Luis Enrique ha tenido momentos mejorables, pero suele jugar bien y con estilos reconocibles. España es un equipo sólido que muestra carácter, le pese a quien le pese. Un equipo que sabe competir y que vale la pena apoyar, algo que los españoles no tenían desde la Eurocopa de 2012, cuando se logró el último título.

Pero las polémicas siguen, y seguirán, con muchos madridistas autodenominados patriotas queriendo que ganen selecciones como Francia o Portugal, por la presencia de sus ídolos blancos en esos equipos, proliferando en redes sociales y medios de todo tipo, lo que deja claro que solo asocian España con el Real Madrid y todo lo que le rodea. El resto les es ajeno. Esta es la España mediática que triunfa. Lamentable.