Esta pandemia viral probó que el mundo, incluso los países desarrollados no estaban preparados ni sanitaria ni social e, incluso, ni económicamente para atender problemas de esa magnitud, amén, de que se comprobó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no tenía la autoridad para investigar adecuadamente las dificultades sanitarias en los países, como sucedió con la aparición de esta pandemia en China, supuestamente en noviembre del 2019, y por ello se tardó en dar la alarma, probándose además, que, lamentablemente tampoco tenía la experiencia y la capacidad para aconsejar qué hacer y cómo hacerlo para protegernos en forma inicial en estos casos.

En sus inicios este virus llamado SARS-CoV-2 parecía ser un virus tipo apoptósico (el organismo tiene genes de apoptosis que le ordenan a las células enfermas autodestruirse u ordena a sus vecinas que la destruyan), pues afectaba a los viejos y sobre todo a los enfermos graves o con problemas de inmunidad. Después de muchos meses de estarse reproduciendo en el cuerpo de los seres humanos, sus cambios o mutaciones tipo variante delta, han dejado ver que puede convertirse en uno más contagioso y atacar a personas de todas las edades incluyendo a jóvenes y niños.

Este virus es un enemigo muy caprichoso debido a sus nuevos cambios, lo que ha dificultado a la ciencia poder predecir qué hacer para no contagiarse. Por esta razón la ciencia ha tenido dificultades para hacerle frente, pero esta realidad nos muestra que, así funciona la ciencia mediante «la prueba, el error y la corrección», por eso, es lento el camino para lograr mejorar en sus descubrimientos. Eso tiene frustrada a la gente y ha permitido que existan dudas sobre el valor de las vacunas, los peligros de ellas, cómo se han aplicado, cuántas dosis son necesarias, en cuánto protege al vacunado para no contagiarse, cuándo usar la mascarilla, cuándo abrir las escuelas y los mercados, etc. Pero es que su efectividad nos lo dirá no la ciencia, sino los cambios que tiene el virus, y entonces toca a la ciencia adaptarse a esa realidad y resolverla. Todo ello forma parte del consenso científico normal. Por esa razón hay discrepancias entre los directores de las instituciones de salud de Los Estados Unidos (FDA y CDC) en cuanto a poner una tercera dosis a todas las personas.

Felizmente, el ingenio humano y su creación la ciencia dieron lugar a la aparición de vacunas para evitar contagiarse y, sobre todo, enfermar gravemente; sin embargo, este virus parece haber recibido una orden de la naturaleza, de acabar con la especie humana, como venganza de parte de ella por estar el hombre ocasionado la destrucción de la naturaleza y de las especies que pueblan el planeta Tierra, acelerando el cambio climático. El hombre insiste en no acordarse de que, la naturaleza no necesita de los seres humanos, son estos los que necesitan a la naturaleza.

Fue de esta manera, como apareció, en noviembre del 2019 o antes, este contagioso y hasta letal virus, el cual, ante las respuestas de los humanos para defenderse ha generado una serie de cambios o mutaciones para neutralizar las defensas humanas, con el agravante de que, entre más tiempo se tarde en vacunar a toda la población, van a surgir más variantes además de la llamada delta, con más velocidad para infectar y matar y hasta con capacidad de resistir a las vacunas y de crecer exponencialmente si no son controladas en un tiempo adecuado. Ya apareció la variante lambda y estamos a la espera para ver cómo se conduce. El asunto es que las vacunas actuales no están preparadas para lograr controlar eficientemente las nuevas mutaciones del virus. La inmunidad dada por las vacunas depende en mucho de la forma cómo responde el sistema inmunitario de cada persona. Por eso, en unas personas es muy alta la respuesta a la vacuna y en otras no.

Como señalamos antes, las fallas y la reactivación actual de esta pandemia, así como la serie de ineficiencias mostrada por la sanidad mundial deja muchas dudas respecto a su capacidad para organizarse en su defensa y cooperar en conjunto para la destrucción o desaparición de este virus. La medicina estadounidense, supuestamente la mejor del mundo, se mostró llena de debilidades en los inicios de la pandemia y eso contribuyó a la falta de buenas tomas de decisiones en sus inicios al más alto nivel. A la de mi país Costa Rica le pasó igual.

Un problema grave y presente es el hecho de que mucha gente en todos los países no desea vacunarse por diversas razones, producto de una mala información y, para oponerse a ello, señalan que obligarlos constituye una violación a la libertad individual y su derecho humano a rechazarla. Sin embargo, la sociedad como un todo desde hace años sabe que la libertad para pensar y sobre todo de expresarse y actuar en diferentes formas tiene limitaciones, ya que es bien sabido que «la libertad de uno termina donde empieza la de los demás». Si una persona no se vacuna se constituye en una posible fuente de contagio para otras personas y podría poner la salud y la vida de ellas en peligro, ya que incluso puede causarle la muerte o una incapacidad posterior al contagio.

Cuando se estableció el uso de los cinturones de seguridad en los automóviles, so pena de una multa, pese a que es una violación de la libertad individual, se llegó a aceptar pues se probó que salva miles de vidas en los accidentes. La vacuna le puede salvar la vida incluso a esa persona que no desea que se le ponga, ya la prensa ha mostrado la muerte de personas anticovid-19, por causa de este virus. Toda sociedad bien organizada implica la existencia de diferentes prohibiciones de la libertad individual para poder funcionar mejor.

Por otro lado, tenemos que los países pobres tienen índices de vacunación muy bajos por falta de recursos económicos, mala educación y deficiente sistema de salud o por falta de apoyo de las naciones ricas aportándoles vacunas. Finalmente hay que señalar que, a la fecha de este artículo, no se estaban vacunando a menores de 11 años, sin embargo, ya estaban siendo contagiados y, si bien la mayoría era asintomática o con síntomas moderados, ya algunos estaban siendo internados en las UCI. Por esa razón esperamos que se les pueda aplicar la vacuna a ellos lo más pronto posible.

Los médicos y enfermeras de las UCI saben muy bien que la mayoría de los enfermos que llegan ahí, no han sido vacunados, y los que mueren también tienen esta distinción. Son ellos, los que escuchan los arrepentimientos de los enfermos por no haberse vacunado. Es paradójico que ese personal exponga sus vidas para salvar las de otros, llegando incluso a estar agotados mental y físicamente por el inmenso esfuerzo, mientras que grupos de personas se niegan a recibir la vacuna, recargando sus servicios y poniéndolos en peligro.

Los miembros de una sociedad organizada saben que se debería obligar a cualquier miembro, aun contra su voluntad, a vacunarse si, al no aceptar esto, se convierte en un peligro para los demás. Y, por cierto, contagiarse y enfermar tiene el problema de que la mitad de los que se recuperan relatan molestias incapacitantes, en especial respiratorias, fatiga, insomnio, memoria, cefalea, problemas renales y cardiacos, etc., hasta por un año o más. No debemos olvidar que aun vacunados podemos ser contagiados, pero usualmente los síntomas suelen ser leves; lo que la vacuna evita es enfermarse gravemente y morir por la COVID-19.

La desinformación sobre lo peligroso de este virus y sobre la eficacia de las vacunas ha ocupado lamentablemente parte de la prensa mundial y de las redes sociales. Increíblemente, una parte del partido Republicano de los Estados Unidos, encabezada por los gobernadores de Florida, Texas y otros, a pesar de que la nueva ola mutante del virus llamada delta azota esa nación y agrava el problema, ellos haciendo política se oponen al uso de mascarillas en las escuelas y colegios, cuyo uso evita difundir o contagiar el virus. Por esa razón, desde el principio a los países del Asia, muchos de ellos con sociedades colectivistas como China y otros democráticos como Corea y Taiwán, les ha ido mejor, por la obediencia de la población en aceptar las medidas para evitar los contagios; por ejemplo, desde diciembre del 2019 ya usaban mascarillas. A Japón, otra sociedad colectivista pero democrática, le ha ido mal por la lentitud en vacunar a la población. La realidad es que este virus se va a convertir en estacional, por lo que su presencia obliga no solo a vacunarse sino a estar usando la mascarilla y la distancia social por mucho tiempo. De hecho, ya se señala la necesidad de una tercera vacuna para diferentes grupos poblacionales y nada raro que, al convertirse en estacional, todos tengamos que aplicarnos una tercera dosis.

Insisto, los rumores falsos difundidos por parte de la prensa han ayudado a crear temor e histeria y rechazo de las vacunas y de las medidas para protegernos de la propagación del virus; eso incluso ha sucedido en una nación rica como los Estados Unidos, como señala Joseph E. Stiglitz. Premio Nobel de Economía. Esta es una auténtica tragedia pues en esa nación sobran las vacunas, pero no se ha logrado vacunar a toda la población, ya que, aunque se supone es una nación con una población bien educada, hay muchas personas, áreas o poblaciones resistentes a ser vacunadas debido a que su educación en el campo científico es muy deficiente, porque así fueron sus programas de estudio, los cuales no incluyen la evolución como algo sabido, rechazan la existencia del cambio climático, temen que las vacunas van a controlar sus vidas, o también por ser fundamentalistas religiosos, o por estar politizados como ya vimos.

Aceptamos que la pandemia alteró la forma como vivimos y trabajamos, cambiando en muchos sentidos nuestros hábitos de vidas y, aunque la mayoría cree que se volverá a los viejos tiempos de antes, la verdad es que, posiblemente, esto no sucederá en muchos aspectos. Además de la gravedad de las pérdidas de vidas a nivel mundial (casi 5 millones en menos de dos años), y del grave descalabro sanitario y económico, a ello se suma la desaparición de millones de puestos de trabajo y que se hayan cerrado cientos de miles de pequeños negocios. El Banco Mundial estima que más de 50 millones de personas caerán en la pobreza y muchos millones más se endeudarán seriamente. Por esa razón, se va a requerir una reorganización de los procesos de estudio y trabajo a diferentes niveles, en escuelas, colegios y universidades, así como los negocios y las empresas, lo que incluso va a significar recortar puestos de trabajo con los trastornos para las familias donde esto suceda. Los gobiernos tendrán que ordenar el gasto público buscando una solución al déficit fiscal que están presentando con el imperativo de resolver las desigualdades existentes. Otro problema es como hacerle frente al cansancio físico y mental de la población en su conjunto debido al aislamiento social obligatorio; no está siendo fácil mantener el orden y la disciplina, sobre todo en los jóvenes, que organizan fiestas y reuniones.

Durante muchos meses la relación de la población ha sido virtual y a distancia mediante Internet y las redes sociales, perdiéndose el contacto entre estudiantes y maestros o trabajador y cliente, en muchos sentidos ha sido beneficioso, pero en otros no. Por ejemplo, ese distanciamiento afecta a los niños, por lo que, pese a la persistencia de la pandemia se les está enviando a escuelas y colegios con mascarillas y distancia. Y como la tecnología de la comunicación va a seguir avanzando muy rápidamente, el estudio o el trabajo presencial en la escuela o negocio, cada día será menor. Este es uno de los problemas a resolver postpandemia. Otra situación es si se podrá volver a hacer amigos y mantener una amistad cercana, pasando ratos juntos, o si se podrá ir a una fiesta, al estadio o al cine sin temor a un nuevo contagio.

Un problema sanitario mundial como secuela de la pandemia (en griego significa «todo el pueblo») por la COVID-19, se debe, al exceso de pacientes que ha contagiado y obligado a internar en los hospitales; eso ha dejado de lado a millones de pacientes que requerían tratamientos especializados u hospitalarios, como es el caso de algunas cardiopatías, problemas digestivos, urológicos, ortopédicos, oftalmológicos, pulmonares, mentales, el sida y muchas enfermedades más. Estos no han sido atendidos a tiempo por falta de espacio o por temor al contagio, por esa razón sus patologías se han ido agravando y continuarán así, de no proporcionarles una oportuna atención. A eso se agregan los millones de pacientes nuevos no diagnosticados ni tratados aún. Y ni que decir la falta de campañas contra las «pandemias sociales» como el alcoholismo, el tabaco, la drogadicción, la diabetes, la obesidad, la hipertensión arterial, la tuberculosis, la desnutrición infantil y muchas otras que hay que volver a vigilar oportuna y adecuadamente.

Debemos recordar que, pese a todos los grandes avances de la medicina moderna, en el siglo XXI aún estamos sufriendo de las llamadas enfermedades crónicas y degenerativas de los tiempos de Hipócrates, hace más de 2,400 años, como: la artritis, la hipertensión, la ateroesclerosis, la diabetes, la gota, las cardiopatías, las bronquitis crónicas, el enfisema pulmonar, las neumonías, la tuberculosis, la malaria, el dengue, el cólera, los infartos del corazón y del cerebro, las depresiones nerviosas y la esquizofrenia y otros problemas cerebrales. Y ni que decir de las otitis y meningitis, la epilepsia, y diversas infecciones por bacterias, virus y parásitos y además, el estrés que afecta a las personas a diferentes edades como consecuencia no solo de la duración y gravedad de esta epidemia, sino por la violencia callejera, aumentada por los problemas socio económicos de las familias, problemas casi todos con las cuales la escuela de Hipócrates tuvo que luchar y ahora tenemos que continuar atendiendo agregado a los enfermos de la COVID-19.

La lección que debemos aprender tras la COVID-19 es que, si tenemos un mercado mundial abierto a todos y una economía global, necesitamos que cuando surja en el campo de la salud un problema sanitario local, pero peligroso por su poder para generalizarse, este pueda ser pronto globalizado para solucionarlo rápidamente y no permitir su expansión. La razón para aceptar lo anterior es que, tarde o temprano tendremos otra pandemia viral o bacteriana, pues como se ha venido diciendo, los trastornos del cambio climático y la deforestación están aún a la orden del día y requieren soluciones globales muy difíciles de aceptar (aunque prometen hacerlo), por países con una energía dependiente del carbón y del petróleo que afectan el ambiente, lo que incluye a la fecha a: la India, China, Rusia, Polonia, los países africanos y los suramericanos y hasta los Estados Unidos.

Algo esta, muy claro, mientras persista la pandemia viral, con sus contagios, hospitalizaciones y muertes o, para mejor decir, mientras la pandemia no esté controlada, la economía de un país o la mundial no volverá a la normalidad. Este virus nos tiene a la defensiva, pero lo superaremos con la vacuna, la aparición de medicamentos efectivos contra el mismo y adaptándonos a nuevas costumbres. Y si no aprendemos la lección, nuestra especie está condenada a la extinción.