El pasado 6 de mayo de 2020, con el propósito de aprovechar el tiempo durante el confinamiento provocado por la pandemia, ingresé a la videoconferencia promocionada como Turismo Cultural e Industrias Creativas. Esta contó con la introducción denominada: ¡Qué son las industrias creativas?

Dentro de la línea temática del evento, atrapó mi atención un capítulo dedicado a responder la pregunta ¿Para qué sirve el arte? En ella, la conferencista invitada, Paula Silva, dio una pista mediante una de las diapositivas de su presentación: «No es para lo que están pensando».

Su propuesta me pareció disruptiva, tan inesperada como la siguiente respuesta de su parte: «El arte no sirve para absolutamente nada».

Claro está, su intención era hacernos ver desde una mirada utilitaria y práctica, enfocada hacia la satisfacción del consumidor, e introducir la relación entre el sector cultural y el turismo. Asimismo, desde una mirada de la sociedad del consumo.

Minutos después, agregó que «El único fin del arte es nutrir un ejercicio mental, un ejercicio espiritual y un ejercicio estético. No tiene ninguna utilidad; si sirve para algo, es diseño, es una mesa, es una cafetera…».

Continuó su conferencia articulando este práctico sentir, con su intención de dar a conocer la relación entre las artes aplicadas y todo ese universo de moda, conocido internacionalmente como industrias creativas o economía naranja, y sus beneficios para el sector turístico.

Desde entonces, quedé con la inquietud, e inicié una búsqueda y reflexión sobre la tan discutida disertación: ¿para qué sirve el arte?

El arte y la belleza han sido analizados y abordados por múltiples teóricos, filósofos, poetas, educadores y artistas a lo largo de la historia. No obstante, aún siento la necesidad de buscar en esa incesante colección de pensamientos, frases y expresiones espontáneas, que pueden dar o no con la respuesta ante un momento específico vivido. En particular, me interesa la respuesta del espectador común, alguien despojado de teorías. Espectadores que van en búsqueda del disfrute, la experimentación de su sentir único y personal ante una obra de arte o puesta en escena.

Es así como emprendí una búsqueda para llenarme de muchas respuestas. Empecé por crear una base de datos que incluyó a 80 personas, de múltiples oficios y formación. Se trataba de peluqueros, masajistas, escritores, músicos, jóvenes estudiantes, pintores, psicólogos, rectores de escuelas, empresarios, entre otros de distintos ámbitos, la mayoría ubicados en Colombia.

Un viernes a las 6 p.m. y usando la frase popular: «Es viernes y el cuerpo lo sabe», me di a la tarea de enviarles la pregunta a los participantes incluidos en la base de datos. Con grata sorpresa, empecé a recibir muchas respuestas y algunas invitaciones a conversar sobre el tema, que me permitieron disfrutar de música y vinos mientras el sol se ocultaba en el bello mar Caribe y cartagenero donde me encuentro escribiendo estas letras.

Dado que no podemos volvernos expertos de la belleza y el arte basados en lo que dicen otros, me arriesgo a compartir algunas respuestas escogidas, las cuales resumen y le ponen nombre a esos sentimientos similares con los que coincido. La intención es que se generen espacios de conversaciones en torno al arte, sus múltiples y apreciativas miradas.

Para un cantautor cartagenero, «El arte es el artista, y los artistas sirven para remendar un poco el roto infinito que es la existencia»; según una estilista, «el arte sirve para generar emociones»; desde la perspectiva de una madre y pintora ocasional, «el arte sirve para alegrarte, motivarte, enamorarte e impresionarte»; una pianista respondió que «el arte sirve para consentir los sentidos, exorcizar los demonios y darle de comer al alma».

Una respuesta más elaborada, desde la mirada de un docente:

Representa la capacidad del arte de transformar vidas, reconociendo emociones y encontrando habilidades; pero, sobre todo, y sin lugar a dudas, es la mejor forma de expresión por medio de la cual se logra generar emociones creando un vínculo mediador, comunicando. Es una manera de hacer sentir, de reflexionar sobre lo que nos rodea. El arte da vida, emociona y te hace sentir...

Para un arquitecto y dibujante, «el arte sirve para comunicar una realidad de la vida o un sentimiento individual o colectivo». En cambio, para una gestora social, «el arte sirve para vivir experiencias a través de otros ojos». A su vez, según la rectora de una institución educativa, «el arte sirve para tener un nuevo lenguaje, ese que se aprende por la conexión de sentimientos y experiencias a través de tu percepción».

Desde la óptica de un empresario del sector químico, «el arte sirve para recordarnos que estamos vivos»; desde la mirada de un psicólogo, «el arte ofrece emociones que superan razones»; según un fotógrafo, el arte «sirve para conversar de tú a tú con uno mismo, y asombrarse de extraordinarias revelaciones».

Por su parte, un experto en trade marketing me escribió que respondía como un usuario o consumidor, no como un experto: «Me genera unos estados de bienestar anímico emocionales, de extremos que pueden ser polarizaos: alegrías, tristezas, indignación, nostalgias, añoranzas; en fin, un poli-biorritmo».

Una diseñadora industrial me envió este mensaje:

Para mí el arte es lo que siente el alma en toda su esencia manifestada. Para mí el arte es la muestra de lo que no define, de lo que sentimos, de lo que transmitimos. Y las ganas de cada día ser mejor en cada una de las cosas que hacemos. Arte y técnica. Es un concepto tan amplio, pero tan difícil. La música que llevo en las venas, lo que veo y transmito en una pintura. Eso para mí es el arte. El arte es la manifestación de nuestras vidas.

He aquí solo algunas de las que más acapararon mi atención y abrieron el camino para un debate extenso y enriquecedor, el cual merece muchos atardeceres y conversaciones.

En adelante, intentaré ubicar experiencias artísticas específicas que den respuesta y conecten con las respuestas dadas. ¿El paso que sigue? Una invitación abierta a no ponerle tiempo al tiempo que nos toma el deleite y entendimiento del arte.

Por mi parte, de momento les respondo que me sirvo del arte para conectarme con el otro y, en muchas ocasiones, darles nombre a mis más profundas inquietudes. Para dejarme sorprender y creer cada día más en la posibilidad de un mundo mejor, que le dé sentido a la existencia.

Antes de finalizar, quisiera agradecerle a Paula Silva, quien sin conocerla me introdujo en esta aventura que ha acaparado mi atención y la de otros a los que he conducido. También, al maestro Camilo Calderón, quien se tomó el tiempo para responderme desde su visión de artista, a propósito de los fines del arte:

Podría ser para aliviar las penas del alma. Sin arte, la sociedad sería un desastre, sublima el espíritu, y no conozco nada igual para lograr soportar el «m» en que vivimos. Y desde mi condición de creador, es la única alternativa para vislumbrar opciones paralelas a nuestro imperativo acontecer.