Cuando uno se encuentra ante un obstáculo, problema o inconveniente, todos sabemos que lo primero que tendríamos que hacer es tranquilizarnos, respirar hondo y, como sugiere la tradición, contar por lo menos hasta diez. Sin embargo, y en la práctica, parece que llevar a cabo estos simples pasos, no es tarea fácil. A día de hoy, parece que todos perdemos los nervios a la primera de cambio y mantenemos un alto nivel de crispación ante el motivo más insignificante.

No obstante, los expertos tienen algo que decir cuando lo vemos todo negro y sin solución; de hecho, la idea principal sobre la que giran es entrenar el pensamiento positivo. Así, según Manel Reyes, director y socio de MRC International People Training, este tipo de disposición aumenta la longevidad y reduce el deterioro cognitivo de las personas; además, incrementa la cooperación, mejora la comunicación, potencia la innovación y reduce el estrés, el conflicto y las luchas de poder. ¿Alguien da más?

Pero, realmente, ¿qué significa ser positivo? Para Carlos Royo, profesor asociado de Esade, «ser positivo es la disposición para interpretar la realidad de forma que asumimos que somos capaces de conseguir algo; cuando se tiene una disposición positiva es más fácil ser ‘autoeficaz’, es decir, cumplir con las tareas y los retos a los que uno se enfrenta».

De forma paralela, Andrés Pascual, director del programa de bienestar corporativo de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir), comenta al respecto que «la evolución nos ha programado para prestar atención siempre a lo negativo, a fin de protegernos del peligro. Pero las personas resilientes, además de poner un ojo en las posibles amenazas, tienen otro para sintonizar con lo que le genera buenas sensaciones».

La vida, sin embargo, no pone fácil mantener siempre una actitud optimista ya que existen factores que contribuyen a generar un ambiente de pesimismo. Por ejemplo, una discusión de pareja o una mala noticia en el trabajo. «Son circunstancias que predisponen a uno a perder el control y actuar de manera poco asertiva», asegura Royo.

Así pues, una buena actitud en estos momentos consiste en prestar la misma atención a los pensamientos positivos que a los negativos. «Esto permite no ir amontonando un malestar que puede acabar generando un factor precipitante», apunta.

Además, para el profesor de Esade, hay unos circuitos neurológicos asociados con el optimismo. «Están localizados en el neocórtex prefrontal, donde está la frente. Ahí se sitúa la capacidad para afrontar el abatimiento ante situaciones difíciles», explica. Cuando estos circuitos se entrenan mediante el hábito, producen el cambio del pensamiento negativo al neutro y de este al positivo.

«Por ejemplo, si al levantarse por la mañana el primer pensamiento es negativo, del tipo: ‘¡Otro día más, todavía es jueves, qué lentamente pasa la semana!’, se está activando una actitud que lleva a un tipo particular de conducta», expone Royo.

Para acabar con esa tendencia pesimista, el mensaje matutino debe ser diferente: «¡Venga, un día más, vamos a ver qué cosas buenas pueden pasar hoy!», por ejemplo. Esto no significa, advierte Royo, que la vida vaya a cambiar de golpe. «La existencia no se volverá de color de rosa, pero se está alterando el circuito neurológico habitual». Se trata de un cambio que puede hacerse desde la parte cognitiva; desde la parte conductual, las cosas que se hacen; pero también desde la emocional, las cosas que se sienten.

Pero si no somos capaces de mantener esta disciplina mental porque los problemas que enfrentamos realmente nos superan, Pascual propone dos consejos para entrenar el pensamiento positivo:

  1. Recuperar la sensación de control. Es vital para mantenerse optimista. Por eso, se puede entrenar a través de la resolución de pequeños problemas cuya gestión está al alcance. Y, sobre todo, no perder el tiempo preocupándose por las cosas que están fuera del círculo de influencia, como las decisiones políticas o lo que los demás piensan.

  2. Potenciar la gratitud. Valorar desde el agradecimiento los pequeños avances que se vayan produciendo, en lugar de sufrir desde la frustración de todo lo que aún queda por resolver.

«Martin Seligman, padre de la psicología positiva, demostró que las personas que hacen una lista diaria de gratitud, anotando las cosas buenas que les han sucedido, experimentan niveles muy superiores de bienestar y muy inferiores de depresión», concluye Pascual.

Nota

Fernández, J. A. (2021). Entrenar el pensamiento positivo para reducir el estrés y mejorar el trabajo en equipo. El País. Mayo, 26.