Se está observando la presencia de ictus o accidentes cerebrovasculares (ACV) en adultos jóvenes (menores de 50 años) sin factores de riesgo cardiovascular que sufren COVID-19. Es decir, personas sin la edad ni los factores de riesgo suficientes como para esperar un ictus. Se especula si realmente hay un aumento significativo, pues aún se han descrito pocos casos, o si realmente la infección favorece el desarrollo de estos.

En un artículo publicado en The Lancet del pasado mes de abril, se trata el tema de por qué los accidentes cerebrovasculares están ocurriendo en jóvenes aparentemente sanos. En dicho artículo, investigadores del Hospital Universitario de Zúrich notaron que el virus SARS-CoV-2 (COVID-19) infecta a los huéspedes a través de la enzima convertidora de angiotensina (ACE2), expresado no solo en los pulmones sino también en el corazón, riñón, intestino y células endoteliales. Y describieron tres casos en los que observaron infección viral directa de las células e inflamación endotelial difusa (endotelitis). La endotelitis por COVID-19 podría explicar la función microcirculatoria deteriorada en diferentes lechos vasculares y sus secuelas clínicas en pacientes con COVID-19.

Investigadores holandeses describieron otro posible mecanismo detrás del aparente aumento del riesgo de accidente cerebrovascular en un artículo publicado en línea, en abril, en la revista Thrombosis Research. En 184 pacientes de la UCI con neumonía comprobada por COVID-19, se observó un resultado de embolia pulmonar aguda sintomática, trombosis venosa profunda, accidente cerebrovascular isquémico, infarto de miocardio o embolia arterial sistémica en un 31%, una cifra que llamaron «notablemente» alta. Se especula un problema con el sistema de coagulación o con el revestimiento endotelial de los vasos sanguíneos.

Cualquiera que sea la causa del mayor riesgo de accidente cerebrovascular asociado con COVID-19, se ha visto que, tanto la presentación como el resultado, son a menudo peores que en otros accidentes cerebrovasculares. Por lo general, estos pacientes con COVID-19 presentan más de un vaso bloqueado con un trombo. En el estudio de una serie de casos, la mortalidad fue de alrededor del 55 por ciento. A pesar de reabrir los vasos obstruidos, terminan teniendo otro ictus importante. Su sangre sigue coagulándose con rapidez.

Además de los mecanismos directamente mediados por la COVID-19, otro factor en juego es el retraso en la presentación en los servicios de urgencias de los ictus, ya que la gente tiene miedo de interactuar con el sistema de salud por el riesgo de ser contagiados. El doctor Babak Navi, jefe de la división de ictus y neurología del hospital en Weill Cornell Medicine y director médico del Centro de Ictus Weill Cornell, dijo que él también ha visto muchos accidentes cerebrovasculares en personas con COVID-19, pero que la mayoría son mayores y ya están gravemente enfermos por la infección viral. Vieron también a personas más jóvenes con COVID-19 desarrollar eventos cerebrovasculares, pero señaló que eso es bastante raro a pesar del interés reciente en esta área. En el campus de Cornell, han tratado alrededor de 2,000 pacientes con COVID-19, y todavía están recopilando y analizando sus datos, pero en un aspecto preliminar, parece que aproximadamente el 2% de los pacientes fueron diagnosticados de ictus. Considerando la gravedad de estos enfermos con ventilación mecánica, bloqueo neuromuscular farmacológico, desarrollo de fallo multiorgánico, etc., eso en realidad no es muy alto. Sin embargo, estuvo de acuerdo en que los pacientes con COVID-19 que tienen un ictus tienden a tener un mal pronóstico. Mucho de esto tiene que ver con la insuficiencia respiratoria y otros problemas de órganos principales. En algunos casos, los accidentes cerebrovasculares son un evento fatal, pero se trata de personas muy enfermas. El Dr. Navi pidió estudios mejor diseñados para determinar el verdadero riesgo y las mejores estrategias para prevenir y tratar los accidentes cerebrovasculares en COVID-19.

Se necesitan estudios rigurosos y de alta calidad que estén bien controlados. Hacer declaraciones contundentes basadas en pequeñas series de casos de unos pocos centros, sin grupos de comparación es controvertido. Las series de casos son útiles para levantar la sospecha de una asociación o factor de riesgo novedoso o único, pero deben validarse en estudios metodológicamente sólidos. Por ejemplo, el doctor A. P. Jadhav, profesor asociado de neurología y cirugía neurológica en el Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, dijo que su centro no estaba viendo un aumento de pacientes con ictus y COVID-19. De hecho, el número de ingresos por accidentes cerebrovasculares en una red de 45 hospitales en el área disminuyó en aproximadamente un 40% en marzo de este año, en comparación con años anteriores, mientras que el número de accidentes cerebrovasculares importantes con oclusiones de grandes vasos ha sido constante. A nivel de la población, los retrasos en la búsqueda de atención médica por accidente cerebrovascular son más perjudiciales que el impacto de la propia COVID-19.