Este año ha sido uno de los más importantes. La pandemia del COVID-19 y la crisis económica, ambos asuntos globales, han garantizado que este año pase a la historia, y todavía nos faltan las elecciones presidenciales y legislativas de EE. UU. El 3 de noviembre los ciudadanos americanos serán llamados en los 50 estados y en la capital para elegir al presidente, al vicepresidente, a los 435 representantes y los 35 senadores. El mundo completo espera los resultados.

EE. UU. es, junto al Reino Unido, la democracia occidental más vieja y exitosa. Desde 1789, con la elección de George Washington como primer presidente americano, no ha habido interrupción a la democracia ni golpe de estado que rompa la legalidad o legitimidad de su democracia. El proceso democrático americano ha sobrevivido a la anexión de nuevos territorios y estados, a la Guerra Civil (el conflicto armado más imperante y sangriento en el continente americano), a los conflictos raciales, a la lucha por los derechos civiles y a más de 200 años de compleja historia.

Sin embargo, el sistema que emplean en EE. UU. para seleccionar a su presidente, el Colegio Electoral, no se parece al de otros países. Es fundamental entender cómo funciona este sistema para poder seguir con más precisión y conocimiento la trascendental elección en noviembre entre Trump y Biden.

El Colegio Electoral

El Colegio Electoral se compone de 538 electores distribuidos entre los cincuenta estados y el District of Columbia (D. C.) que conforman al país de modo proporcional por población. En EE. UU. la elección presidencial no es una elección nacional, sino 51 elecciones locales. Los electores de cada estado se reúnen el 14 de diciembre para votar y seleccionar al siguiente presidente de los EE. UU. Lo que veremos el 3 de noviembre es la elección estatal de los electores.

Los escaños del Colegio Electoral por estado y por el D. C. son los mismos que cada entidad recibe en el poder legislativo americano. Los miembros de la Cámara de Representantes, 435, se distribuyen de manera proporcional según la población, por lo que California, Texas y Nueva York reciben más; mientras que Wyoming, Vermont y Alaska solo reciben uno. Por otro lado, en la Cámara de Senadores todos los estados reciben 2 senadores, sin importar la cantidad de población. Es por esta razón que el voto de un ciudadano de Wyoming vale más que el de un ciudadano de California.

Cada estado selecciona a sus electores y son ellos quienes eligen al presidente. Cada uno de los partidos políticos, en cada uno de los estados, presenta una lista de electores que representarán a su estado en el Colegio Electoral en diciembre. En 48 estados el partido ganador se lleva el 100% de los electores, por lo que un partido necesita el 51% de los votos para tener el 100% de los electores; mientras que en Nebraska y Maine los electores se reparten de manera proporcional a la elección.

En 17 estados, los electores no están obligados a respetar los resultados estatales, pueden haber seleccionado a un candidato en noviembre, pero en diciembre tienen la opción de elegir a otro. En 33 Estados y el D. C., los electores del Colegio Electoral no tienen esta libertad, pues sus constituciones estatales prohíben Faithless Electors. ¿Por qué tiene EE. UU. un sistema así de complicado? Existen tres razones para ello.

La primera es una razón histórica. En el siglo XVIII, el medio de comunicación era el correo: entregarle unas cartas a una persona, montarla a caballo y rogar a dios que sobreviviera a los peligros del camino. Una noticia en EE. UU. tardaba más de una semana en llegar a toda la nación. Por lo que era más seguro y sensato mandar electores a la capital de la nación, allá ellos se enterarían de la actualidad de la situación política del país y tomarían una decisión más informada, a diferencia de sus conciudadanos estatales. Además, sería peligroso mandar los resultados de una elección nacional por correo. Se correría el riesgo de robo o extravío. Este sistema de elección fue el modelo dominante de la mayoría de las repúblicas democráticas durante el siglo XIX, por ejemplo, del México Liberal.

La segunda razón de este este sistema es el resultado de los muchos compromisos que permitieron el surgimiento de la Unión Americana. Recordemos que los Estados Unidos son exactamente eso, un conjunto de estados (originalmente 13) que decidieron formar un solo país, al ceder parte de su soberanía y autonomía para formar un gobierno federal central. Para lograr esa unión, los distintos estados hicieron compromisos y concesiones, sobre todo los estados más poderosos o populares. La idea era evitar que los intereses de los estados con mayor poder económico o mayor población aplastarán a los menos aventajados. Por eso los escaños del senado son los mismos para todos los miembros de la unión y por eso los miembros del Colegio Electoral no son del todo proporcionales a la población. La idea es evitar que los candidatos y los partidos políticos se olviden de los estados pequeños.

La tercera razón es de corte filosófico. Los congresistas americanos formaron no una democracia, sino una República democrática. Es verdad que el poder viene del pueblo, pero no querían que el pueblo gobernara. EE. UU. es un sistema republicano, lo que significa que entre los ciudadanos y la toma de decisiones existen filtros, obstáculos e instituciones que dirigen y controlan la voluntad popular. No son los ciudadanos directamente quienes toman las decisiones, sino los electores y los representantes quienes, cumpliendo las leyes y a través de instituciones, hacen política en nombre de sus electores.

Los founding fathers (padres fundadores) de EE. UU. formaron un sistema político con controles y división de poderes que evitan que una persona o un grupo acumule demasiado poder que ponga en riesgo la libertad y los derechos de los ciudadanos. Y la experiencia de la Revolución Francesa y la Época del Terror advirtieron a los padres fundadores sobre los peligros de dar demasiado poder sin control a la voluntad popular. No se podía confiar ciegamente en el pueblo, pues sus temores, emociones y prejuicios pueden ser poderosos.

Una de las funciones más importantes del Colegio Electoral es evitar que un populista y demagogo con retórica antidemocrática llegue a la Casa Blanca y ponga en riesgo los derechos de los ciudadanos americanos.

Puntos claves para la elección del 2020

El sistema americano, donde el partido o candidato con más votos gana la posición y donde todo el financiamiento de los partidos políticos es privado, origina un sistema bipartidista. Después de la elección del primer presidente George Washington, el sistema político de EE. UU. ha estado formado por dos partidos, ya fuesen federalista versus republicanos demócratas, wigs versus democrats, republicanos versus demócratas.

Esto provoca que el amplio espectro político que se presenta en una democracia deba acomodarse del mejor modo en estos dos partidos. Por lo que del lado demócrata tenemos desde progresistas, socialdemócratas y liberales de izquierda; mientras que del lado republicano tenemos a conservadores, neoliberales y liberales de derecha. Esto hace que los candidatos deban atender las necesidades de todos los grupos dentro de su partido, evidentemente no todas de la misma manera.

En la elección de este año ocurre un extraño fenómeno; el candidato republicano Trump ha fundado su fuerza política en los sectores más radicales de su partido, haciendo que muchos republicanos moderados o liberales se hayan unido a la campaña política del partido demócrata. Por su parte, el partido demócrata ha seleccionado como candidato presidencial a un demócrata moderado, Biden, pero su candidata a la vicepresidencia es la progresista Harris.

Hay que recordar que en EE. UU. los presidentes únicamente pueden reelegirse una vez. Este límite se encuentra en la 22ª enmienda a la Constitución; es la tradición iniciada por Washington, el cual solo fue reelegido una vez y, según la oficina presidencial, no ha habido ningún mejor ciudadano que este primer presidente.

Para terminar, adelanto un pronóstico. La elección presidencial la ganará el Partido Demócrata, quien se hará del control de ambas cámaras legislativas. Esto llevará al Partido Republicano a volver a posiciones más moderadas o liberales o correrá el riesgo de desaparecer.