Primero vendrán las elecciones generales en abril, después municipales, autonómicas y europeas en mayo. El panorama de los próximos meses en España está repleto de citas electorales que pondrán de nuevo en marcha todo el sistema de votación, más propio del siglo XX que del XXI.

De nuevo veremos las mismas urnas, las interminables pilas de papeletas (la gran mayoría no se llegarán a utilizar nunca) y aglomeraciones a la hora del vermú en los colegios electorales más concurridos.

Todas las personas que decidan votar deberán organizar sus planes. Dos jugosos domingos de primavera en los que habrá que pensar si es posible hacer esa escapada al campo o es mejor quedarse en la ciudad. Por supuesto que existe la opción del voto por correo pero es tan tediosa que cualquiera que la haya probado solo se la plantearía como último recurso.

Realmente ya nos hemos acostumbrado a toda esta especie de liturgia de la democracia y casi nadie se pregunta por qué parece gustarnos tanto aunque esté totalmente desfasada.

¿Por qué seguimos sin poder votar por Internet?

La principal excusa que saldrá a relucir de forma instantánea al formular esta pregunta es el tema de la seguridad. Nos dirán que la tecnología está muy avanzada pero no lo suficiente como para garantizar que el proceso será 100% fiable y seguro.

Lo que sucede es que al analizar este argumento nos encontramos con bastantes contradicciones. Por un lado ya es posible realizar casi cualquier trámite burocrático por Internet. Trámites en muchos casos nada triviales como darse de alta en el régimen de autónomos, liquidar impuestos, responder requerimientos de Hacienda, etc. En muchos casos además esta modalidad está dejando de ser opcional para convertirse en obligatoria. El argumento en este caso es que todos estos procesos son así mucho más ágiles y seguros. Además de eco-friendly por supuesto.

En el 2019 tenemos móviles con reconocimiento de huella digital, reconocimiento facial, ordenadores cada vez más potentes, protocolos de comunicación seguros, certificados digitales, conexiones wifi públicas… pero seguimos teniendo que meter la papeleta de papel en la urna de poliestireno.

Al final, la realidad es que existen otros motivos que frenan de momento un sistema que sin duda al final irremediablemente llegará. Por un lado parece que ningún partido político apuesta claramente por ello. Sin duda, como cualquier cosa en política, si hubiese cualquier error o problema se utilizaría como arma arrojadiza contra el partido precursor de la medida. En cambio, si todo fuese bien, no obtendría rédito político alguno, porque sería lo «normal» en los tiempos que vivimos. Por otro lado, como animales de costumbres que somos, parece que tenemos muy interiorizado cómo debe ser el proceso de una votación democrática y alterarlo de una forma tan radical nos genera cierto desasosiego. ¿Un domingo electoral sin urnas, sin papeletas y sin presidentes de mesa? ¿Cada cual votando en su casa o donde quiera con su móvil? De momento parece que habrá que esperar unos años más.