Hace pocos días, el Estado de Israel anunció su marcha de la Unesco. Este abandono se produce dos meses después de que lo hiciera Estados Unidos aduciendo un supuesto «sesgo antiisraelí» de la organización. Esta serie de dos capítulos pretende justificar tales decisiones.

El fracaso de Naciones Unidas para solucionar el conflicto árabe-israelí

Las Naciones Unidades, como organización internacional, tiene la misión fundamental de tratar de resolver de manera pacífica los conflictos entre los pueblos y promover la paz. En el caso del conflicto árabe-israelí, lejos de cumplir con esta misión, ha tomado partido hacia una de las partes en conflicto, no ha tenido la empatía suficiente con ambas partes reconociendo el contexto histórico del conflicto, es decir los simples hechos, ha desconocido que no fueron capaces en 1948 de hacer cumplir la Resolución de la partición para ambas partes involucradas ni el estatus de «ciudad internacional» de Jerusalén, que fue aceptada por los judíos al crear el Estado de Israel y no lo fue por parte de los países árabes y por los árabes palestinos en particular, al atacar al Estado recién nacido y también al atacar y ocupar Jerusalén.

Israel, como país agredido, reaccionó en una guerra defensiva (denominada «guerra de la independencia») y recién en 1949 pudo llegarse a un cese del fuego. En sucesivas oportunidades, incluyendo las diversas guerras en estos 70 años, Israel fue atacado y debió defenderse. Los sucesivos Gobiernos israelíes siempre han aceptado la creación de un Estado árabe palestino.

Las resoluciones de la ONU, la gran mayoría en contra de Israel desconocen el contexto mismo del conflicto: cada resolución toma como base resoluciones anteriores que no conducen a acercar a las partes a fin de superar el conflicto, sino a mantener un statu quo de «estado de guerra con cese de fuego». No reconocen que el conflicto se origina cuando una de las partes, la árabe, desconoce la primera resolución fundamental para esa zona, relacionada a la partición territorial y al estatus de Jerusalén, atacando tanto al naciente Estado como a la mencionada ciudad. Sin duda alguna, la ONU equivoca absolutamente su estrategia si lo que anhela es lograr acuerdos entre las partes y la paz en esa zona. No estoy seguro que eso, a estas alturas, le interese.

En la información a que hago referencia, tratando de relatar los simples hechos, uso como fuente Internet, donde a consecuencias de las guerras, ambas partes, árabe y judía, cometen atrocidades que son propias de las guerras, de la violencia irracional , que nadie en su sano juicio puede aprobar. Lo que no impide desde los hechos, concluir que la agresión ha sido siempre de parte de los árabes que no reconocen al Estado de Israel y han tratado por la violencia que este desaparezca como país. Ese es el contexto fundamental del conflicto que la ONU desconoce en sus diferentes resoluciones acerca de Israel que están manipuladas «políticamente» por Estados miembros que simplemente no simpatizan con Israel, ni con su derecho a la defensa y que posiblemente anhelan también su desaparición.

Las resoluciones de la ONU y de la Unesco

Las resoluciones de la ONU desconocen todo vínculo entre el Monte del Templo de Jerusalén y el judaísmo, limitándose a considerar un lugar de culto musulmán la mezquita de Al Aqsa. Aunque la Explanada de las Mezquitas es un lugar de culto exclusivamente musulmán, es también venerada por los judíos como su lugar más sagrado, al ser el punto donde se erigían los dos templos bíblicos de Jerusalén. Por otra parte, los judíos consideran la Tumba de los Patriarcas de Hebrón como el segundo lugar más sagrado de su religión. Las tradiciones judías y coránicas sitúan allí los restos de Abraham, su esposa Sarah y su hijo Isaac, entre otros. Con este tipo de acciones, la Unesco aleja a la ONU de la posibilidad de promover entendimientos e inclusión entre las partes, ya que desconoce la historia de los pueblos y olvida el contexto de este conflicto. Atiza el fuego en lugar de tratar de apagarlo.

El casco antiguo de Hebrón se convierte en sitio de patrimonio mundial registrado como «Palestina» por la Unesco dado que este organismo la reconoció como Estado hace seis años. La resolución pertinente, establece que los lugares citados son islámicos omitiendo su relación con el judaísmo. Conviene preguntarse por qué la ONU en lugar de promover la formación de un Estado árabe palestino real con sus fronteras definidas, lo que requeriría de un tratado de paz con Israel e ir normalizando la situación geopolítica de esa zona, prefiere reconocer un Estado ficticio al que denomina Palestina sin promover previamente el cese del conflicto y un Estado real, con viabilidad social, económica y política y con el compromiso tanto de Israel como de la comunidad internacional de dar apoyo de todo tipo a ese nuevo Estado naciente. ¿Por qué la ONU, a través de la Unesco, elige agravar el conflicto con resoluciones que a nada conducen?

Cuando se dice en algunos medios o artículos de analistas que «Israel ha impedido el nacimiento de un estado palestino» se tergiversan simplemente los hechos: en 70 años a pesar de múltiples posibilidades y diversas ocasiones, jamás los dirigentes árabes aceptaron formar su Estado.

De la vinculación de Jerusalén con las religiones monoteístas

Respecto a Jerusalén, la actitud de Unesco es también llamativa por la contradicción y parcialidad de sus resoluciones. Revisemos los antecedentes y algunos hechos:

Desde el siglo X a. C., Jerusalén ha sido la ciudad más sagrada, el foco y el centro espiritual de los judíos. Durante mucho tiempo, Jerusalén se ha integrado en la conciencia religiosa judía y los judíos siempre han estudiado y personalizado la lucha del rey David para capturar Jerusalén y su deseo de construir el Templo Sagrado allí, tal como se describe en el libro de Samuel y el libro de los Salmos. Muchos de los anhelos del rey David sobre Jerusalén han sido adaptados en oraciones y canciones populares. Los judíos creen que en el futuro el Templo reconstruido en Jerusalén se convertirá en el centro de la adoración y la instrucción para toda la humanidad y, en consecuencia, Jerusalén se convertirá en el centro espiritual del mundo.

Sin duda alguna, Jerusalén como «ciudad luz o ciudad sagrada» está absolutamente vinculada al pueblo judío y a su religión. En la denominada Torá hebrea, en los libros de Oraciones, en los salmos, en la Ley y tradiciones judías, en la literatura rabínica, Jerusalén se nombra, se refiere centenares o quizás miles de veces. Quien asista a un oficio de shabat (viernes vespertino y sábados), podrá ser testigo escuchando la cantidad de veces en que figura en los textos y en los salmos y oraciones. Jerusalén nunca dejó de tener habitantes judíos. Entre 1838 y 1876, existe una serie de cálculos en conflicto acerca de si judíos o musulmanes eran el grupo más grande durante este período; y entre 1882 y 1922 las estimaciones entraban en conflicto por saber exactamente cuándo los judíos se convirtieron en su población mayoritaria.

En 2003, la población total de Jerusalén era 693.217, incluyendo 464.527 judíos y 228.690 «árabes y otros» (Joshen 1); ese mismo año la población de la Ciudad Vieja era 3.965 judíos y 31.405 «árabes y otros» (Joshen 12).

Es indiscutible la presencia judía allí. La relación del islam con Jerusalén, no sólo es más reciente dado que Mahoma vive recién en el siglo VII de la era común y nunca pisó esa ciudad. Según los escritos islámicos la visitó «en un viaje nocturno» (es decir, en sueños). Indudablemente la relación de Jerusalén con el cristianismo es mayor que con el islam, dado lo que relatan los diferentes evangelios. Lo que no cabe duda alguna, es que la relación más profunda de Jerusalén en todo sentido, es con el pueblo judío, lo que no desconoce el vínculo que sin duda existe con las demás religiones monoteístas, aun cuando esta sea sustancialmente menos importante.

Respecto a Jerusalén, la actitud de Unesco es también llamativa por la contradicción y parcialidad de sus resoluciones. El contexto histórico de la ciudad es desconocido y Unesco señala «que para las tres religiones monoteístas Jerusalén es considerada ciudad sagrada». Desconoce el fortísimo vínculo del pueblo judío (y de Israel), con la ciudad y que mientras ha estado gobernando dicha ciudad y sus lugares «santos» ha dado todas las facilidades y protección para que tanto los turistas que la visitan, como los adeptos a las diversas religiones y credos puedan visitar y realizar sus prácticas religiosas con la más amplia libertad.

Algunos hechos fundamentales del conflicto

Partición y guerra de la Independencia: El territorio del Mandato británico de Palestina fue sometido a una partición aprobada por la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre de 1947, en la que se establecían dos Estados, uno árabe y otro judío, quedando la ciudad de Jerusalén internacionalizada. La resolución establecía: «La ciudad de Jerusalén se establecerá como un corpus separatum bajo un régimen internacional especial y será administrada por las Naciones Unidas».

Precisaba que la ciudad de Jerusalén incluiría la municipalidad de Jerusalén y las ciudades y pueblos de su periferia, siendo el más oriental Abu Dis, el más meridional Belén, el más occidental Ein Karim (incluyendo el área urbanizada de Motsa) y el más septentrional Shufat. La propuesta fue aprobada por las autoridades judías pero rechazada tanto por la población árabe de Palestina como por los líderes de los países árabes circundantes, dando inicio al día siguiente a una guerra civil. La Guerra Civil durante el Mandato de Palestina (también denominada Guerra palestino-sionista) abarcó el periodo del 30 de noviembre de 1947 —el día siguiente a la firma del Plan de partición de Palestina— al 14 de mayo de 1948, que marcó el fin del Mandato británico en Palestina.

Durante este conflicto las comunidades judías y árabes de Palestina se enfrentaron entre sí, mientras que los británicos, que tenían la responsabilidad de garantizar la seguridad del país, iniciaron los preparativos para su retirada del Mandato y no intervinieron más que puntualmente. La guerra árabe-israelí de 1948, se inició el 15 de mayo de ese año con la creación del Estado de Israel y la intervención en la guerra de los ejércitos de varios Estados árabes vecinos, que atacaron al nuevo Estado judío. Esa fue la agresión “original” de los árabes a Israel.

En Jerusalén, desde mediados de enero de 1948, los cerca de 100 000 habitantes judíos de Jerusalén (tanto de la parte oeste como de la este) fueron sometidos a un intenso asedio por parte de las tropas árabes. En medio de los enfrentamientos, la administración británica abandonó Palestina el 15 de mayo de 1948, fecha en que expiraba su mandato, un día después de que David Ben Gurión leyese la Declaración de independencia de Israel en el Museo de Tel Aviv. Al día siguiente los países árabes vecinos iniciaron la invasión del Estado de Israel, dando inicio así a la Guerra de independencia de Israel o Guerra árabe-israelí de 1948. La Legión Árabe ocupó Jerusalen el 28 de mayo de 1948. Los 2.000 habitantes del Barrio Judío de la Ciudad Vieja fueron expulsados en masa. El comandante jordano que lideró la operación informó a sus superiores: "Por primera vez en 1000 años no queda un solo judío en el barrio judío. Ni un solo edificio se mantiene intacto. Esto hace que el retorno de los judíos aquí sea imposible". Dos días después, la Sinagoga Hurva, construida originalmente en 1701, fue dinamitada por la Legión Árabe de Jordania.

El esfuerzo militar que permitió mantener abierto el camino entre Tel Aviv y Jerusalén, para evitar que los barrios judíos de la ciudad cayeran en manos jordanas, llevó varios meses de intensas luchas, y fue uno de los que más vidas les costó a Israel en toda su historia.

El armisticio árabe-israelí de 1949 se estableció sobre la base de la línea de demarcación, llamada Línea Verde, fijada por el avance militar de ambas partes. Dejaba la parte oeste del lado israelí, mientras que la parte este quedaba en manos de Jordania, incluyendo la Ciudad Vieja. Durante la administración árabe de diecinueve años, un tercio de los edificios del barrio judío fueron destruidos por los jordanos, exceptuando una de las cincuenta y tres casas de culto judío que existían en la Ciudad Vieja. Las sinagogas fueron destruidas o saqueadas y despojados sus interiores para ser utilizados como gallineros o establos.

El 5 de diciembre de 1949, el entonces primer ministro de Israel, David Ben-Gurión proclamó a Jerusalén capital del Estado de Israel, y desde entonces todos los poderes del Gobierno israelí -ejecutivo, legislativo y judicial- están ubicadas allí, tales como la residencia del presidente y del primer ministro de Israel, así como el Knéset, la Corte Suprema y otras instituciones gubernamentales. Como resultado del armisticio de 1949 tras la Guerra de Independencia de Israel, la ciudad quedó dividida entre Israel y Jordania, y la capitalidad solo afectaba entonces a la parte occidental de la ciudad, que era administrada por Israel. Por su parte el rey Abdullah I de Jordania anexionó formalmente Jerusalén Oriental y Cisjordania al resto de su reino en 1950. El conflicto dejó la ciudad dividida en dos, hasta su reunificación tras la Guerra de los Seis Días en 1967.