Conmemorativa del décimo aniversario de la Ampliación del Museo Nacional del Prado, una de las obras más complejas y relevantes de la brillante trayectoria internacional de Rafael Moneo, la exposición fotográfica Por El Prado de Moneo propone deleitar al espectador con peculiares ambientes e inéditos fragmentos o registros lumínicos. A caballo entre la narración y la observación, Joaquín Bérchez propone un exigente diálogo visual, reflejo a su vez del que Moneo ha entablado desde una arquitectura comprometida y rigurosa con el excepcional edificio neoclásico de Juan de Villanueva.

La mirada de Bérchez pone delante de los ojos del espectador fragmentos compositivos en ladrillo, piedra, mármol, estuco, madera, bronce o cristal. Le introduce en la Sala de las Musas, la cuña oblicua o gran vestíbulo y el nuevo claustro.

En el primero de los espacios la cámara sorprende a las diosas desplegadas en hemiciclo, enseñoreándose de su recuperada basílica, acaso espiadas en sus secretas conversaciones, o bien encuadra desde un actualizado bel composto a la inquisitiva Polimnia.

Sus fotografías discurren por una cuña oblicua que, a pesar de quedar a espaldas de la basílica, no le es en absoluto ajena. El espectador visita un espacio contemporáneo de tránsito, un paseadero o «lugar para pasear», en el que el objetivo indaga materiales y geometrías que son una misma y única cosa: arquitectura. Sombras arrojadas, caligrafía en granito, el detalle y la panorámica, todo recuerda que construir es discurrir.

Como la palladiana Basílica de Vicenza, el claustro «de nuestros tiempos» se sabe dotado de una doble piel gracias a la cual, introversión y extroversión, se engasta en el Museo y se despliega en el Madrid que lo circunda. Hipnóticas geometrías de luces y penumbras o imprevistos acasos compositivos sirven al fotógrafo para explorar aristas fugadas en ladrillo o el bronce leñoso de Cristina Iglesias, que de la inactual cabaña primitiva hace mito contemporáneo. Desde un arriesgado juego de encuadres, la reflexiva labor de la fotografía se constituye en cabal recordatorio de cuánto la disciplina arquitectónica, de Juan de Villanueva a Rafael Moneo, es parte consustancial e irrenunciable de un Museo que se aproxima a su Bicentenario.