El reconocido psiquiatra chileno y uno de los referentes máximos de la psicología transpersonal, Claudio Naranjo, señala enfáticamente que «la educación (actual) es una estafa, se basa en la equivocación, les roba la vida a los jóvenes, es una cárcel», y agrega que su perversidad radica en que el concepto de educación, esa que debiera acompañar el aprendizaje, es entendida de una manera muy distinta en las escuelas formales, en donde lo que se hace no es enseñarles a los jóvenes a aprender sino que se dedican a «meterles cosas» en la cabeza a los niños, que terminan «por secuestrar» su intelecto.

«La educación no nos enseña a ser libres. Actualmente se enseña a ser como los computadores, pero sin estar a la altura. Nos convierte en fantasmas intelectuales, porque no se enseña qué es la vida, por eso digo que la educación es perversa. No somos lo que podríamos ser. En un momento nos proclamamos como Homo sapiens, pero nos terminamos convirtiendo en Homo demens», señala Naranjo, al tiempo que explica que vivimos en una sociedad que no sabe que está enferma. Para el científico, la forma en que se comprende la educación en la sociedad moderna no es más que el socio invisible de un complejo financiero militar industrial que utiliza a la educación para sus fines.

Desde otro ángulo del mismo análisis, el profesor de la Universidad de Harvard y líder mundial en educación, Charles Fadel, pregunta ¿para qué se educa, para qué se enseña? Fadel plantea que en el futuro próximo el 65% de todos los niños en el mundo que se van a graduar van a tener trabajos con tecnologías que aún no se conocen y con problemáticas que aún no se han transformado en problemas.

«En ese escenario es que es urgente cambiar y definir para qué estamos educando, porque el mundo y la ciencia avanzan muy rápido y la educación formal no», sostiene.

Fundador del Centro Curricular de la Universidad de Harvard, Fadel precisa que los cambios son tan urgentes, porque el mundo en los próximos 10 años va a tener cambios radicales mucho más profundos que en los últimos 50 años: la revolución científica y tecnológica va provocar en la humanidad consecuencias más profundas que las causadas en la revolución industrial. La inteligencia artificial, por ejemplo, va a ser tan común que «por mil dólares vamos a tener la posibilidad de comprar una máquina con un poder de procesamiento de información incalculablemente más grande que el del cerebro humano».

Eso ya es parte de la vida cotidiana, como la utilización de la máquinas en habilidades consideradas intrínsicamente humanas, como hacer música o arte, creadas mediante algoritmos matemáticos. Y remarca: «La educación debe ser pertinente a nuestra época, y a nuestras desafíos futuros. Esa es la gran clave de la educación», educar en virtud de las cualidades humanas, en un momento en que la biotecnología, por ejemplo, ha logrado crear vida. «Sí, han creados bacterias, con pedazos inertes de otras bacterias. Ese es el futuro al que debemos hacer frente», según Fadel.

El subempleo ilustrado

La crisis y los avances de la modernización tecnológica han provocado un fenómeno según el cual la región debe enfrentar simultáneamente los problemas de la marginalidad social de vastos sectores de población que viven por debajo de la línea de subsistencia mínima y los problemas modernos del desempleo o subempleo ilustrado, del desempleo por el avance tecnológico, cuya magnitud excede las posibilidades de cualquier política de corto plazo. Así, las estrategias de desarrollo futuro deberán incluir la capacidad para crear empleos contenidos en cada opción elegida en términos económicos.

Pocos años atrás había consenso entre los economistas en señalar que las perspectivas de la región deberían orientarse hacia actividades inclusivas en mano de obra, controlando cuidadosamente la adopción de tecnologías sobre la base de su impacto en la productividad y en el mercado de trabajo. Se trataba, como lo sostienen algunos documentos de la CEPAL, impulsar actividades tecnológicamente complejas en forma selectiva, con criterios de integración regional y - al mismo tiempo - desarrollar fórmulas eficaces, utilizando intensivamente recursos abundantes en la región: mano de obra y determinadas materias primas.

Unasur creó el Consejo Suramericano de Educación en noviembre de 2012 en Lima, con los objetivos de fortalecer la integración educativa regional con el fin de garantizar y promover el derecho a la educación de todas y todos; concretar la implementación de políticas para mejorar la equidad, calidad, pertinencia y acceso a la educación en todos sus niveles y modalidades, y promover la reducción de las asimetrías regionales y subregionales para el pleno ejercicio de los derechos humanos, aunque no todos coinciden en que se debiera ser el ámbito en el que se planteen, discutan y generen políticas educativas comunes independientes.

Con el desembarco del neoliberalismo educativo en la década de 1980, organismos económicos globales como el Banco Mundial (BM) la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) decidieron fortalecer sus oficinas de educación y asumir un mayor protagonismo en las propuestas, diseños y orientación de las reformas educativas globales, amenazando con sustraerle a Unesco su papel de líder en el sector, dejándole sólo protagonismo en cultura y comunicación. Hoy en casi todos los sistemas educativos del mundo se habla de calidad de la educación como preocupación central de las reformas y el mecanismo hegemónico que se está utilizando para determinar su curso es el modelo del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o PISA, diseñada y puesta en marcha por la OCDE, convirtiéndose su propuesta en el paradigma de la medición y estandarización educativa a nivel global.

El secretario general del Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop), Mario Almirón, señaló que esas evaluaciones estandarizadas del PISA «están dominadas por una visión economicista y unilateral de la educación».«Las PISA son negativas en varias dimensiones. Por un lado, los países se ven tentados a seguir caminos fáciles para mejorar su desempeño en las pruebas y excluyen que en el ámbito educativo los cambios llevan mucho más tiempo que los tres años que separa una prueba de otra. Por otra parte, el carácter reduccionista y tecnocrático de esta evaluación contribuye con la precarización del trabajo docente», explicó Almirón.

La agenda de las reformas educativas se inicia en las reuniones de los países hegemónicos, que activan al FMI, que delinea la ruta de solución a los "problemas" y transformaciones que requieren los sistemas educativos nacionales para satisfacer las demandas del modelo de producción. Luego, documentos, discursos, libros, declaraciones, noticias, estudios, conferencias internacionales, regionales, especiales, sectoriales organizadas según la magnitud de la transformación requerida, van creando el imaginario colectivo en la telaraña de instituciones como el sistema de Naciones Unidas (Unesco, Fao, Unicef, Pnuma), organizaciones no gubernamentales internacionales y nacionales; y las influyentes fundaciones financiadas por trasnacionales y/o magnates industriales y financieros.

El propósito es construir hegemonía cultural que propicie la cimentación de consenso social, respecto a la inminente necesidad de emprender cambios en una determinada dirección y sector, en este caso el educativo, para construir "viabilidad política" para emprender los cambios. Las iniciativas que antes adoptaban el formato inicial de Comisiones Nacionales de Currículo y/o para la Reforma Educativa, hoy se presentan como Comisiones por la Calidad Educativa y, la narrativa que las alimenta es la de la estandarización de los aprendizajes, señala Bonilla. Desde la perspectiva de los intereses del gran capital se procuró hipotecar las reformas educativas a los requerimientos del modo de producción; desde las resistencias al modelo capitalista, las reformas fueron consideradas oportunidades para avanzar contra el concepto de educación pública, gratuita, popular y de la calidad incluyente.

En los años 1980 llegó el ciclo de las reformas educativas neoliberales, junto a la crisis de las deudas externas, la revolución de las tecnologías de la comunicación y de la información y la reestructuración económica global, con el fin de promover la privatización y la mercantilización educativa como mecanismos para liberar al sector público de la carga presupuestaria que implicaba la educación pública.

En el segundo de los casos se logra construir un sentido común de lo educativo que tiene como rango distintivo "despolitizar" el debate en el sector, que procura ocultar la dependencia de los sistemas educativos respecto a las agendas de dominación política global, limitando así las posibilidades de propuestas alternativas al modelo hegemónico de dominación, de neo colonización cultural y –como lo alerta Henry Giroux- de conformación de zombis políticos como sustitutos de la ciudadanía crítica.

En el tercero, se logra consensuar la determinación de un monto mínimo del PIB (6%) y del presupuesto público (20%) para el sector de educación. Esta conquista de carácter progresivo, que sintetizaba una aspiración histórica del magisterio y sus organizaciones sindicales para garantizar el funcionamiento de robustos sistemas escolares nacionales y la ampliación de la cobertura de la educación pública, comenzó a ser vista como una importante porción del presupuesto público por parte de las grandes transnacionales del sector y para los empresarios locales.

El Foro Mundial de Educación realizado en Incheon, Corea (2015) -donde se consensuaron las metas y el Marco de Acción 2030 para el sector- contó con la casi nula presencia de docentes en comparación con el protagonismo de los directores de los organismos económicos globales, los representantes de la filantropía empresarial y grandes transnacionales del sector educativo, quienes entienden el 6% PIB y el 20% del presupuesto público educativo, como un mercado global a disputar. Hoy buena parte de este monto está siendo invertido en la compra de chatarra tecnológica de rápida obsolescencia, el cual va a parar a las finanzas de las grandes trasnacionales informáticas. Otra porción es destinada a la aplicación de las pruebas estandarizadas (PISA y ranking universitario, como ejemplos) cuyos resultados vienen prediseñados con orientaciones para las políticas públicas educativas.

En nuestros países, crecientes montos del presupuesto educativo se destinan en compras de materiales bibliográficos a los grandes consorcios editoriales y en infraestructura y actualización de las condiciones de planta física para albergar plataformas tecnológicas. Todo en nombre del necesario cambio educativo. Paradójicamente, en momentos en los cuales se logra acordar un piso mínimo de inversión en educación, se genera una desinversión en salarios y condiciones de trabajo de los docentes y, en requerimientos que emanen de la determinación de necesidades, prioridades y aspiraciones desde las propias escuelas.