Una de las figuras más icónicas de la historia de esa gran industria que hoy llamamos moda, Gabrielle “Coco” Chanel, dijo que la moda revindica el derecho individual a valorar lo efímero.

Quizá esa cualidad mutable es la que ha permitido a una industria que genera tantos puestos de trabajo y beneficios – sólo un compañía como Inditex ha facturado en tres trimestres del pasado año 16.391 millones de euros y generado unos beneficios de 2.200 millones –, traspasar guerras, revoluciones y crisis varias hasta llegar vigorosa al presente pero siempre mirando al futuro. Más aún, adelantándolo.

Más allá de frivolidades, la moda es también un arte que abarca todas las manifestaciones culturales humanas. Tan humana que incluso toma prestada la innovación para ir más allá y ver el futuro. Si en películas como Barbarella, Paco Rabanne jugaba con las estructuras y los tejidos para crear una imagen futurista y rompedora con lo conocido, también preconizaba cómo utilizaremos la moda. Como una forma más de presentar nuestra marca personal. En realidad, siempre la hemos utilizado así, aunque ahora, ésta va ligada indisolublemente al mundo digital, presente en cada segundo de nuestras vidas.

Con esa capacidad innata de esta industria por reinventarse y adaptarse a las tendencias sociales y culturales imperantes en cada momento, ha sabido ver la importancia decisiva de nuestros gadgets tecnológicos en el día a día para incorporarlos de una forma sencilla, casi imperceptible en nuestra ropa. Hace unos años Google inició una gran revolución – una más - con las “Google glasses” que permiten experimentar con la realidad aumentada. Como en la película de “Robocop”.

Como su diseño aún no está demasiado pulido para el gusto estético “post Steve Jobs”, la compañía que éste segundo fundó, Apple, ha ganado esta batalla de los wearables por el momento con un Smart watch que permite mucho más que comprobar la hora: tiene aplicaciones sobre el ámbito de la salud midiendo frecuencia cardiaca, saturación, etc, con lo que es ideal para una sociedad que sabe apreciar el valor del deporte y hábitos de vida saludables. Pero no se queda allí. Te permite contestar mensajes e incluso responder a llamadas. ¿Será el iWatch el fin del iPhone? Por el momento, desde luego, no lo parece. Pero no hay que descartar evoluciones ni escenarios.

En agosto de 2015, uno de los actuales tótems de la moda norteamericana, Ralph Lauren, lanzó la camiseta inteligente que contiene sensores que monitorizan los signos vitales y el gasto de calorías. Una información que es enviada a una app móvil que ayudará al usuario de la camiseta a desarrollar programas de entrenamiento personalizado.

En definitiva, poco a poco y de forma muy sutil, hemos incorporado esta “tecnología usable” a nuestras prendas, algo que está cambiando radicalmente la concepción de la industria de la moda. Vestidos que cambian de color interpretando nuestro estado de ánimo o incluso el estado de ánimo de nuestro interlocutor, vestidos que publican tweets, brazaletes que miden el nivel de exposición al sol de nuestra piel, camisetas que pueden enviar y sentir abrazos a distancia, zapatillas inteligentes que miden la velocidad y detectan la actividad del usuario…el futuro ha llegado para quedarse. No en vano algunas de las principales compañías tecnológicas como Apple han fichado a directores creativos de firmas como Yves Saint Laurent o Burberry.

Ahora bien, esta revolución ¿trata sólo de convertirnos en ciborgs? Somos algo más que máquinas. Por ello viene a facilitar un estilo de vida, eso es indudable, pero no está carente del componente de carisma y estilo que ha tenido siempre la moda como creación estética y arte. La todopoderosa editora de Vogue América, Anna Wintour, ya dio la bienvenida a esta colaboración entre la industria y la tecnología con la gala de Manus x Machina: Fashion in an Age of Technology.

Queda claro que estamos ante una tendencia imparable. Si en 2013 el gasto en ropa o accesorios inteligentes no superaba el millón de dólares, se calcula que en 2020 logre superar los cuatro mil millones.

Fue también la gran Gabrielle Chanel quien afirmó que los tiempos difíciles despiertan un deseo instintivo de autenticidad. La clave está en combinar los beneficios de la utilidad tecnológica y la frescura creativa para crear algo más que un pasatiempo efímero. Algo más que una moda pasajera.