Rara avis in terris.
Ovidio

Eran raros los fotógrafos que a principios del siglo XX, siguiendo la escuela de Man Ray, prescindían del negativo y de la cámara para imprimir huellas de objetos directamente sobre el papel fotográfico. Tomy Ceballos (España 1959) retoma éste antiguo juego/técnica de los surrealistas, el rayograma, pero consigue llevarlo a un nivel de composición poética que no tiene nada que envidiarle a los del grupo de Breton. Ceballos da un paso más allá y consigue crear un efecto de profundidad y volumen en sus fotos a través de una iluminación rasante.

El artista murciano desarrolló desde muy temprano su fascinación por experimentar fotografiando sin cámara. Empezó poniendo sobre las placas sensibles cualquier tipo de objeto que tuviera a su alcance: relojes, trozos de jamón, alas de mariposa y, finalmente, animales y personas.

La huella es el molde de la ausencia, dice Tomy Ceballos. Su trabajo es una poética de la ausencia. El vacío es el motor y la fuerza esencial de la vida. Ver su fotografía nos recuerda que nacemos con un vacío vital que nos obliga a buscar, movernos y crear.

La foto de la que Tomy se siente más orgulloso es una en la que consiguió que los granos de plata que tiene el papel fotográfico, al estar iluminados por luz rasante, produjeran una sombra que él consiguió capturar. Con esta foto Ceballos consigue el registro de una imagen de uno de los componentes principales del material fotográfico. Conceptualmente esta es una fotografía de lo fotografía.

El papel fotográfico, como los espejos, es hueco. Todo cabe en ellos.

En su fotografía, siempre surgida de lo instintivo, Ceballos no se limita a dejar huellas sino también a seguirlas. En el recorrido de esas huellas el artista ha hecho relecturas de temas como el miedo, los sueños -esa especie de vida paralela que tenemos-, la huida, los mitos griegos y cualquier forma de creatividad.

"Lo evidente no me interesa demasiado", me dice Tomy mientras fuma un cigarrillo y me enseña las huellas de un perro impresas. La creación no es una forma de catarsis sino una consecuencia de estar vivos. La esencia del asunto es el juego. No hay más que verlo en los niños, crean jugando.