El arte y la moda se unen indudablemente de diferentes maneras, dialogando, complementándose, por añadidura,…. De formas tan diversas como manifestaciones y disciplinas puedan crear. De este modo, la obra de Manuel Pertegaz ha sido vista en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; la de Alexander McQueen en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York; las creaciones de Issei Miyake, en el National Art Center de Tokio. Hubert de Givenchy y Valentino han sido acogidos entre las paredes del Museo Thyssen-Bornemisza y, como su nombre indica en varios de ellos, todos estos son museos de Arte.

También hay museos dedicados a la Moda per se, como por ejemplo el Mode Museum, en Amberes, donde se han podido ver exhibiciones dedicadas a Yohji Yamamoto o más recientemente a Dries Van Noten; asimismo, está el Fashion Institute of Technology en Nueva York; el Kyoto Costume Institute y el Palais Galliera en París. Dentro de nuestras fronteras podemos encontrar lo propio en Madrid, con el Museo del Traje, o en Barcelona, con el Museo del Disseny. No hay que olvidar el Victoria & Albert Museum, en cuyos confines se aúnan tanto moda como arte y diseño.

La moda puede llegarse a ubicar por una cuestión de técnicas y materiales dentro del área de las Artes Decorativas, como así lo enmarca la exposición de Hussein Chalayan en Les Arts Decoratifs de París. Y siguiendo con los museos, autores como Balenciaga o Ferragamo, ni cortos ni perezosos, tienen el suyo propio. Armani posee igualmente un espacio con su nombre en el Armani/Silos en Milán, cuyo diseño viene dado de la mano del arquitecto Tadao Ando.

En lo relativo a la Moda y la Arquitectura, son numerosas las colaboraciones entre los más prestigiosos arquitectos de nuestros días con las firmas de moda más exclusivas. Esta unión de arquitectos de renombre trabajando para estas casas se ha hecho patente de manera obvia en Tokio, pues Herzog y de Meuron son responsables de la boutique de Miu Miu y de Prada; Peter Marino hace lo propio con la sede de Chanel y Renzo Piano se encarga de la de Hermes; Fuksas ha trabajado en la boutique de Armani y Dior y Louis Vuitton han acudido a la arquitectura local gracias a los servicios de Kumiko Inui y Jun Aoki respectivamente. Es obvio a estas alturas que ambas disciplinas comparten tanto estéticas como conceptos e incluso planteamientos filosóficos. Se hace visible que en arquitectura se manejan conceptos propios de la moda y viceversa, creando un diálogo cada vez más estrecho, por no hablar del papel de mecenazgo que juega una sobre la otra.

A ojos vista que la moda resulta un componente más a la hora de abarcar nociones propias de la esfera de lo artístico. Todos somos conscientes que las fronteras entre las artes están más que diluidas en los tiempos que vivimos, y los diálogos entre las distintas disciplinas, lejos de destruir la práctica artística, la hacen más rica y compleja.

Existe el debate acerca de si la moda es o no arte, lo cual supondría tratarla como una disciplina artística más y, como se comentaba anteriormente, al igual que la construcción de las catedrales, mucha de la materia prima viene del mundo de la artesanía o las artes decorativas. Lo que está claro es que el concepto de Arte se puede aplicar a numerosos autores que con sus creaciones elevan la categoría de la moda. Y si hay un/os diseñador/es que hacen de este concepto algo patente, esos son Viktor&Rolf.

Decididos a abandonar el pret a porter, ready to wear o como venga a darse en llamar, así como el resto de las líneas de trabajo, consideran que se van a dedicar en exclusividad a la alta costura, haute couture o couture, hecho que no puede sorprender a nadie si nos hacemos cargo que lo que ellos realizan no son desfiles de moda, sino auténticos happenings en los que el Arte, con mayúscula, impregna todas sus creaciones.

Su última colección hasta la fecha recibe el nombre de Wearable Art, arte que se puede llevar, toda una declaración de intenciones. Volviendo a la idea del comienzo del artículo, que une la pasarela de moda al espacio expositivo del museo y sus implicaciones, este último trabajo de Viktor&Rolf fue expuesto en el Palais de Tokyo. Esto supone desde todos los ángulos una apreciación de su obra como artística, tanto por la elección del lugar como por el espectáculo en sí, que aúna la pasarela con una suerte de happening, hecho común en las presentaciones de estos dos artistas. En el Palais había una pasarela, había una pared y estaban los dos diseñadores sobre este escenario transformando sus diseños, convirtiendo faldas, vestidos y abrigos en obras que colgar sobre la pared. El espectáculo corría de manera progresiva, pues el inicio venía dado de lienzos en blanco, y a medida que continuaba los estampados de estas obras combinaban una suerte de pintura holandesa con manchas de color.

Este espectáculo va por un lado por la vía de la moda, pues aunque los vestidos y faldas aparecieran con marco, la realización de estas prendas es resultado de técnicas de alta costura, pues ya la caída de los propios “lienzos” se daba gracias a una combinación de lino con crepé blanco.

Pero además las mismas piezas, colgadas sobre la pared, suponen un repaso a numerosas concepciones barajadas en arte a lo largo de la historia. Comenzando con el propio estampado elegido para la ocasión, los motivos hacen referencia principalmente a la Edad de Oro de la Pintura Holandesa del siglo XVII, lo cual hace referencia a su vez al origen de ambos. Viajando en la historia, esta pintura vio su revolución en una necesidad de reinventarse tras separarse de la Iglesia y la Monarquía, lo cual aplicado a nuestros tiempos puede crear paralelismos en los que la ruptura ante lo establecido grita con voz propia.

Respecto a las manchas bien podrían hacer referencia a la obra de Pollock o la pintura de acción en general, no obstante, la construcción de la obra expuesta bien podría dar que pensar en un Rauschemberg o una exploración del espacio y la ruptura del lienzo, ideas asociadas a menudo a Lucio Fontana. Los dos diseñadores exploran más conceptos artísticos como el trampantojo, pues en esta apariencia de cuadros, las telas están realizadas por capas de jacquards, bordados y apliques cortadas con láser, dando lugar a una calidad que juega con el engaño óptico.

Existen entre la obra de los diseñadores y las de aquellos artistas similitudes no solo estéticas sino también conceptuales. Y, por supuesto, comparten un mismo espíritu de ruptura, investigación, originalidad y experimentación.

Los vestidos/obras venían enmarcados, jugando por tanto con la idea del marco, el cual destruyen y reconstruyen, dándole un valor en sí mismo y, de alguna manera, cuestionando también los límites del arte, en este caso, estrictamente físicos. Los elementos fronterizos dejan de poner fin a la obra para convertirse en parte de ella y sumar un valor en tanto que elemento constitutivo de la obra.

Esta tiene un fuerte componente conceptual, pues sus shows exploran numerosas ideas a las que dan forma desde distintos esfuerzos y requerimientos, siendo espectáculos a menudo complejos. En la primavera de 2015 consiguen congelar el tiempo en sus creaciones, de elevado preciosismo, en las cuales, una vez más, la artesanía vuelve a estar al servicio de una obra mayor: crearon un espectáculo presentado “a cámara lenta” donde las flores resultaron el elemento principal, volumétricas sobre los vestidos y planas o incluso definidas por tan solo sus contornos en sus escapadas de los mismos. Sus creaciones exploraban las dos y tres dimensiones adornadas por tocados igualmente mágicos.

En el Otoño Invierno 2013/14 desfile, happening, jardín, zen, diseño, roca, dicotomía entendida como un yin y yan se fundieron en un concepto global en su espectáculo.

Se rodean de colaboradores en sus desfiles, sumando más elementos artísticos que dan lugar a una obra más completa. Ejemplo de ello serían las colaboraciones con el Studio Job, quienes realizaron para los holandeses el fondo de la pasarela del Otoño Invierno de 2013, quienes a su vez se inspiraron en los diseños textiles del siglo XIX de William Morris. Asimismo son los responsables del set del show de Otoño Invierno de 2010, con numerosas referencias maquinistas e industriales. Este espectáculo fue realmente impresionante en su puesta en escena, pues en el centro de la pasarela se situaba una superficie giratoria, sobre la cual una de las modelos lucía ataviada con lo que a priori simulaba una prenda voluminosa. La sorpresa de aquel desfile fue una emoción en aumento cuando el espectador se da cuenta de que esta primera “maniquí” lleva tal cantidad de capas que es capaz de vestir a todas su compañeras, de las propias manos de los diseñadores, los cuales por supuesto, permanecían en todo momento sobre la plataforma giratoria, desvistiendo a una y vistiendo a otras. Una vez llegados a la última prenda, realizaron el proceso inverso, creando el aplauso y la admiración de los presentes.

Cuando se habla de ellos se habla de surrealismo, de deconstrucción, de cuestionamiento, de exploración, pero sobre todo, y sin duda alguna, de arte. Viajar con ellos a través de la moda supone investigar conceptos propios de la Historia del Arte, aunque su mayor valor reside en que el viaje creado por ellos resulta ser en sí mismo una fábula cambiante que vive permanentemente en la imaginación.