Erase una vez un rey llamado Hiranyakashipu al que, después de una larga penitencia, los dioses le concedieron el favor de no poder ser matado ni por un animal ni por un hombre, ni durante la noche ni durante el día, ni en la tierra ni en el cielo, ni dentro ni fuera de casa. Gracias a este favor, el rey Hiranyakashipu se consideraba prácticamente inmortal, ya que creía que nada ni nadie le podría matar. Hiranyakashipu se fue convirtiendo en un hombre arrogante y malvado. Todos los que lo conocían le llamaban el rey de los demonios. Pero a él no le molestó este calificativo. Al contrario, creía que el temor haría que el pueblo dejase de adorar a los dioses y solo le adorara a él. Muchos fueron los que por miedo rindieron pleitesía al rey de los demonios, entre ellos su malvada hermana, Holiká. Pero el Rey Hiranyakashipu tenía un hijo, el príncipe Prahlad, al que por mucho que lo intentara, no lograba convencer de que dejase de ofrecer respeto al dios Vishnu y se centrara en satisfacer los deseos de su padre, el rey de los demonios. Esto enfureció tanto a Hiranyakashipu, que después de intentar convencer a su hijo por todos los medios, decidió castigar al príncipe Prahlad con la muerte. El rey Hiranyakashipu ordenó que pusieran veneno en la comida de su hijo Prahlad, pero el veneno se convirtió en néctar cuando el príncipe lo probó. Hizo que fuera pisoteado por elefantes y que lo encerraran en una habitación llena de serpientes venenosas, pero el príncipe sobrevivió también en estas dos ocasiones y continuó ofreciendo respeto al dios Vishnu.

La tía de Prahlad, Holika, al ver a su hermano Hiranyakashipu tan enfurecido por no encontrar la forma de matar a su hijo, obligó a su sobrino a que se sentara con ella en una pira funeraria. El fuego no la quemaría a ella porque se cubrió con un manto ignífugo. Pero justo antes de que el príncipe Prahlad fuera devorado por las llamas, el manto voló desde Holika, que murió quemada, hasta Prahlad, que se salvó. Después, el dios Vishnu con forma de Narasimha (mitad hombre, mitad león) se encontró con el rey Hiranyakashipu al atardecer (que no es ni día ni noche) en la terraza de su casa (que no es ni dentro ni fuera de casa), y sosteniéndole en su regazo (que no es cielo ni tierra) lo mató.

Este relato pertenece a la teología hinduista en la que creen más de mil millones de personas en el mundo y que tiene mayor número de seguidores en India y Nepal. El hinduismo, conocida por sus fieles como la religión eterna, la que no tiene ni principio ni fin, es un conjunto de creencias, cultos y rituales procedentes de muchos y diversos pueblos. Los hinduistas veneran a cientos de dioses y semidioses en sus distintas formas, así como a santos y a maestros espirituales celebrando festivales que se extienden a lo largo del calendario hindú.

Cada año se celebran en Nepal más de 50 festivales, en los que se incluyen tradiciones hinduistas, budistas y otras de religiones minoritarias. En primavera, Holika, la hermana malvada del rey de los demonios, se convierte en protagonista del Festival de Holi, que se celebra con el objetivo de librarse de los errores del pasado y los conflictos. Holi significa color y el festival es un día de alegría, fraternidad, amor, armonía y tolerancia. Los nepalíes dan la bienvenida a la primavera con este festival, en el que la gente perdona o paga sus deudas, regala paquetes de color y de flores brillantes u objetos decorativos para la casa, como cestos de flores y ramos. Los hombres de negocios reparten regalos corporativos a sus empleados. También se regalan sábanas de cama y artículos de cocina, aunque son las cajas de dulces el regalo más popular en Holi. Es uno de los festivales más divertidos de los que he tenido la oportunidad de disfrutar.

Me desperté al amanecer y la casa ya estaba llena de color y de emociones. Mis compañeros de casa y yo preparamos la comida para nuestros amigos y la disfrutamos todos juntos durante un picnic en el jardín al son de la música de las guitarras y la percusión, mientras preparábamos el agua y los polvos de colores con los que rociaríamos a cualquier persona que nos encontráramos por la calle, que por supuesto, también nos llenaría de colores a nosotros. Después de comer y beber, salimos a la calle vestidos de blanco y cargados de pigmento azul, amarillo, rosa, verde, y rojo, y con globos de agua para participar en un pasacalles bailando, cantando y llenándonos de colores los unos a los otros. Pasamos el día, bailando, comiendo, bebiendo, conociendo a gente nueva, cantando y charlando con todo el mundo.

Se cree que la primavera, al cambiar el tiempo, puede traer resfriados, por lo que los polvos de colores que arrojábamos eran elaborados con hierbas medicinales. Como todas las tradiciones en Nepal, el objetivo es siempre beneficiar al cuerpo y al alma. Este festival se ha hecho muy popular no solo en Asia, sino que también se celebra en algunos lugares de Europa y Estados Unidos como la fiesta del amor y los colores. Aunque en mi cultura no existe Holika ni el rey de los demonios, si tenemos la creencia de que cualquier motivo es bueno para hacer una fiesta. Este año el Festival de Holi en Nepal se celebra el 6 de marzo y, aunque no estaré allí, procuraré por todos los medios dar la bienvenida a la primavera con alegría y con colores. Y tú podrías hacer lo mismo.