Nueve artistas colombianos exploran cómo el tiempo deja su huella en el mundo y en el acto de creación. A través de lenguajes visuales diversos —desde el papel plegado y la cerámica hasta los paisajes, las fibras y la luz— revelan cómo los momentos se acumulan, se transforman y persisten en formas, superficies y gestos. Cada obra invita a contemplar la duración, donde lo efímero y lo perdurable coexisten, haciendo visible el pulso invisible del tiempo.
Jairo Llano y Camila Echavarría trazan los ritmos del tiempo a través de la estructura y el patrón. Llano pliega el papel en delicadas arquitecturas donde las pausas y tensiones hacen tangible la presencia y la ausencia. Echavarría entrelaza naturaleza y geometría mediante la secuencia de Fibonacci, permitiendo que el crecimiento orgánico y el orden matemático se desplieguen en ritmos temporales paralelos.
Mario Arroyave y Pablo Arrázola abordan el tiempo como acumulación y transformación en la experiencia humana y la percepción. Arroyave registra interacciones mediante conceptos de física y sistemas computacionales, capturando la persistencia de los momentos digitales. Arrázola explora las posibilidades expresivas de la línea, la textura y el gesto, convirtiendo el dibujo en un medio poético. Sus representaciones hiperrealistas de niños habitan la vastedad del blanco del papel, donde el soporte adquiere un carácter escultórico, abstracto y meditativo: una metáfora del tránsito de la vida y de las preguntas silenciosas que surgen en la contemplación.
Angélica Chavarro y Teresa Currea invitan a reflexionar sobre temporalidades superpuestas. Chavarro trabaja con fibras, bordados y luz, preservando la memoria de cada gesto en el material mismo. Currea construye mundos donde distintas temporalidades coexisten, entrelazando pasado, presente y futuros imaginados en experiencias inmersivas de duración.
Carlos Nariño, Carol Young y Pedro Ruiz meditan sobre el tiempo mediante la observación, la transformación y la memoria. Los cielos de Nariño se despliegan lentamente, revelando horizontes que invitan a la contemplación prolongada. Young modela la cerámica, donde el fuego, la espera y la fragilidad dejan huellas de duración en cada curva y grieta. Ruiz reflexiona sobre los ciclos sociales y ambientales, utilizando imágenes simbólicas y ritmos medidos para hacer tangible la memoria y la permanencia.
Juntos, estos artistas muestran que el tiempo no se escapa: respira. En la luz, en la forma, en la memoria y en el proceso, cada obra se convierte en un fragmento donde el instante se vuelve visible, invitando al espectador a percibir el flujo del tiempo en la quietud de la creación.















