Si la introspección es una forma de mirar al interior para examinar los pensamientos propios y adentrarse en la mente ¿qué pasaría si la mente fuera un espacio físico que pudiera recorrerse? ¿Y si ese lugar fuera la mente de otro podría aquella “introspección” dar pistas para entender la de los demás? De ser así, los caminos del autoconocimiento serían plenos al poder recorrer los resquicios y pasajes que dan forma al pensamiento, y así conquistaríamos espacios tan misteriosos e irónicamente lejanos como los confines del universo.

En su obra, Angélica Chavarro (Bogotá, 1976) propone una posible interpretación física de su laberíntica mente. En 2016, la artista debió someterse a una inesperada cirugía cerebral que además de salvar su vida, cambió completamente su perspectiva y prioridades, convirtiéndose precisamente aquello que ocurre en la psique, la forma en que opera el pensamiento, el misticismo que da fe al espíritu, y la manera en que las ideas y anhelos se materializan, la nueva dirección a perseguir en su vida y obra artística. Las capas de telas se convirtieron en la analogía de los velos y texturas de la mente que se traslapan, sobreponen y entrecruzan, mientras que los hilos pueden interpretarse como las conexiones que las unen y tejen el pensamiento. Por ende, la obra de Chavarro es en apariencia abstracta aunque su preocupación no sea propiamente la de la experimentación reductiva o la síntesis de las formas, sino la necesidad de encarnar y dar materialidad a los procesos de lo meditativo y lo cognitivo que no pueden narrarse de una forma única ni figurativa pero sí a partir de cierto ordenamiento, ritualidad, espacialidad y poesía del color y la luz que se enfrentan a la arquitectura.

El concepto de la introspección es reevaluado por Chavarro, que pasa de ser una mirada al interior propio a una inmersión al interior de un espacio físico, y así, sus instalaciones en el espacio del museo se convierten en analogía de la mente que se va abriendo y dando paso a través de las capas de tejidos para invitar al espectador a hacer consciencia del pensamiento a través de sus sentidos.

(Texto por Christian Padilla, curador, escritor e historiador de arte)