Alma Eva Moya Bastón
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Alma Eva Moya Bastón

El reflejo del ideal purista en mis escritos es una manifestación en la que la literatura y la pasión por escribir destierran cualquier motivación alimentada por el ego o el bolsillo. Me reconozco como una escritora aficionada, diletante, quizá porque mi formación literaria llegó de forma tardía, tras más de veinte años de experiencia en administración y recursos humanos, desempeñando cargos de alta dirección en empresas globales.

Sin importar las digresiones del tiempo, he descubierto que mis pasiones y motivos se entrelazan como la trama y la urdimbre de un tapiz cargado de historias por contar. Antes de la administración, ya contaba con un cúmulo de experiencias y conocimientos en historia del arte, museología y diplomados afines. La búsqueda constante por comprender el mundo a través de sus manifestaciones artísticas me atrapó. Así, fundé una asociación civil sin fines de lucro para apoyar a artistas emergentes en el arte del repujado y edité una revista gremial que les brindara un foro para difundir sus logros. Como presidenta de esta asociación, promoví el repujado hasta encontrar eco en el Museo Franz Mayer, en la Ciudad de México, donde organicé el primer concurso nacional de repujado: un evento que, en un solo día, rompió el récord de asistencia en la historia del museo.

Reconozco que los senderos del crecimiento nunca son lineales: la vida desvía, y tomar decisiones sobre nuevos rumbos es ineludible. Así, cuando la necesidad me llevó a aceptar un trabajo alejado de mis deseos, el arte se pospuso. No obstante, los sueños postergados no desaparecen: se silencian un tiempo, para luego regresar, primero como susurros, después como gritos. Si los escuchamos y tenemos el valor de adoptarlos, la vida abre espacios. Incluso el tiempo se convierte en aliado. Así pude dar cabida a mi regreso al arte y a la expresión creativa.

Primero, gracias a la fotografía. Estudié los fines de semana, impulsada por la necesidad de capturar el mundo que me rodea. Incluso antes de sostener una cámara, ya sentía la urgencia de narrar con la mirada. Ver a través del lente se volvió una forma de documentar lo cotidiano, lo inadvertido, lo esencial. Después, las imágenes comenzaron a reclamar palabras, y gracias a la pandemia tuve el tiempo necesario para escribir. Cursé el diplomado Arquitectura de la Novela y, más tarde, obtuve el grado de Maestra en Literatura y Creación Literaria. Aprendí a construir historias, a ordenar el tiempo narrativo, a elegir la voz adecuada para cada relato. Escribir se convirtió en otra forma de mirar: más íntima, más profunda.

Esa intimidad me exhortó a buscar mi propio centro y, gracias a las enseñanzas de Carl Jung, le di rienda suelta a la creación de mándalas y a la expresión gráfica digital, que se sumaron a mi universo creativo. Un lápiz o un pincel recorriendo el papel se volvieron aliados de las palabras, y también sus cómplices. La creación visual me permitió explorar emociones desde otros lenguajes y expandir mi forma de contar. Estos espacios me acercaron a mi verdadera vocación: ser contadora de historias y espectadora del alma. El arte, en todas sus manifestaciones, es hoy mi refugio, mi camino y mi forma de transformar el mundo.

Valoro profundamente mi recorrido profesional, pues mis haberes avalan una comprensión íntima del ser humano. La cercanía con las personas nutre a mis personajes, los vuelve robustos, complejos, capaces de cuestionarse el estado de las cosas en busca de una transformación —anhelada o devastadora. La verosimilitud que resuena en la polisemia de sus voces nace del camino transitado, que atesoro con gratitud.

Resulta indispensable señalar que mi condición de amateur y diletante no implica improvisación ni falta de conocimiento o dedicación; al contrario, denota una postura genuina: pasión y curiosidad por descubrir mundos. Asumo el rol de catalizadora e innovadora, guiada por un deseo profundo de crecimiento personal y colectivo. Introduzco perspectivas desde diversos campos con el propósito de hallar un significado auténtico que trascienda las expectativas convencionales.

Mi motivación nace del gozo, del amor por el aprendizaje y de la necesidad de explorar el mundo a través de todas sus formas de expresión. Honro el oficio de escribir desde una mirada lúdica y entusiasta. Mis historias emergen sin temor a transitar géneros ni estilos; escribo con el afán de experimentar. En mis ensayos aflora la estructura de la administradora: meticulosa, rigurosa, entregada a la investigación. Cada tema refleja mi filosofía de vida: orientada a la reflexión y al deseo explícito de transformación individual.

El camino del aprendiz no tiene fin. Las Bellas Artes han sido cómplices desde siempre —como estudiante, como promotora, como editora, ahora como escritora— y siguen latiendo en cada uno de mis proyectos. Me apasiona la expresión veraz, la contundencia de la realidad histórica, el poder de las propuestas individuales que no disimulan ser lo que son. Las problemáticas que enfrentamos como individuos son el eco de mi voz como narradora y ensayista. Hoy reverencio mi camino, colmado de experiencias que me regalan historias por contar. Afirmo que, cuando se escucha al corazón, los deseos fluyen como cascadas: ideas, imágenes, palabras y nuevas formas de crear.

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