El realismo contemporáneo, lejos de ser una mera continuación de la tradición académica, entabla un diálogo crítico con diversos lenguajes visuales de la modernidad, como la fotografía, el Pop Art y la crítica institucional. Este enfoque no busca únicamente representar la realidad con fidelidad, sino también reflexionar sobre los medios y las convenciones con los que se construye nuestra percepción del mundo visual.

En la obra de Vega, objetos cotidianos como bolsas de museo o escenas aparentemente banales —como turistas tomando fotos— se convierten en temas centrales. Al elegir estos motivos, el artista desafía los cánones tradicionales de lo que merece ser representado, y pone en cuestión la jerarquía visual establecida en el arte. Sus pinturas funcionan como espejos que devuelven una imagen de la sociedad actual, marcada por la repetición, la superficialidad y la fascinación por lo efímero.

Sin embargo, esta crítica no está exenta de reverencia: en sus cuadros, Vega rinde homenaje a los grandes maestros de la pintura, cuyas técnicas y composiciones resuenan en su trabajo. Pero, lejos de un gesto nostálgico, este homenaje se convierte en una forma de interpelar al espectador: ¿qué sentido tiene el arte hoy, en un mundo saturado de imágenes instantáneas y estímulos vacíos? La obra de Vega, con sutileza e ironía, obliga a detenerse y mirar de nuevo.