El 24 de abril de 2013, el mundo se estremeció por la tragedia del Rana Plaza en Bangladesh, donde 1.134 trabajadores murieron y más de 2.500 resultaron heridos cuando el edificio que albergaba varias fábricas de ropa se derrumbó.

El Rana Plaza se convirtió en un símbolo de las condiciones laborales inhumanas que prevalecen en la industria textil de países en vías de desarrollo como Bangladesh, Camboya y otros lugares, donde la ropa se produce a bajo coste para alimentar la demanda de moda rápida del mundo occidental.

Diez años después del desastre, es difícil decir que mucho ha cambiado. Aunque ha habido algunos avances en la mejora de las condiciones laborales y la seguridad de los trabajadores en los últimos años, todavía queda mucho por hacer.

El hecho de que la mayoría de los trabajadores de la industria textil de estos países no tengan acceso a un salario digno, y trabajen en condiciones precarias es un problema endémico. Muchas de las fábricas todavía carecen de medidas de seguridad adecuadas, lo que hace que los trabajadores estén expuestos a muchos riesgos. A menudo trabajan largas horas en ambientes abarrotados y mal ventilados, lo que puede contribuir a enfermedades respiratorias y otras dolencias.

Además, los trabajadores textiles continúan siendo víctimas de abusos y explotación. Los informes de trabajo forzado son lamentablemente comunes, especialmente entre las mujeres y los niños, quienes representan gran parte de la fuerza laboral. Estas injusticias ponen de relieve la urgencia de tomar medidas para proteger y promover los derechos de los trabajadores.

A pesar de todo esto, hay algunas iniciativas prometedoras en marcha para mejorar las condiciones laborales en la industria textil. Muchas organizaciones internacionales están trabajando para mejorar la seguridad y el bienestar de los trabajadores en los países en vías de desarrollo. También hay un creciente movimiento de moda sostenible y consciente, que se centra en la producción de ropa ética y sostenible y en la defensa de los derechos de los trabajadores. Como sería las campañas #WhoMadeMyClothes, #WhoMadeMyFabric, de la mano de Fashion Revolution o Clean Clothes Campaing.

Por desgracia, aún hay muchas empresas de moda siguen centradas en el beneficio en lugar de en la seguridad y el bienestar de los trabajadores.

A todo esto hay que añadir que los gobiernos de estos países ofrecen pocos incentivos para mejorar las condiciones laborales en la industria textil. Ven este sector como una forma de atraer inversión extranjera y crear empleo, y a menudo no quieren imponer regulaciones que puedan aumentar los costes para las empresas.

En resumen, diez años después del desastre del Rana Plaza, es claro que todavía queda mucho por hacer para mejorar las condiciones laborales en la industria textil de países en vías de desarrollo.